El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 06, 2010

Estamos entre enemigos



"Digamos todo lo que se nos de la gana decir, con la mayor de las sinceridades. Total muchachos, estamos entre enemigos..."

No se puede cultivar al mismo tiempo en un grupo humano la amistad y la confrontación cruda de ideas. Yo siempre creí que era posible conciliar ambos aspectos y que precisamente los amigos eran los mejores interlocutores para ese ejercicio, pero la experiencia me demuestra que estaba equivocado. Es casi imposible evitar que la confrontación no afecte el clima de amistad y que haya que evitarla si lo que se busca es preservarlo. Evitar la confrontación ayuda a mantener las cordiales relaciones humanas que se dan en un grupo de amigos pero obviamente nos priva de las riquezas de la discusión.

En mi caso siempre partí de creer que ambas cosas eran compatibles, pero muy raramente lo son, aún entre amigos cercanos de larga data. Primero que no abunda gente dispuesta a someterse a ese ejercicio, y para muchos hacerlo entre amigos juega en contra y no a favor. Menos que menos en instancias públicas o semipúblicas, es decir frente a otros amigos. Quizá en una reducida intimidad de dos o tres amigos muy dispuestos podría darse con cierta seguridad pero parece igualmente difícil.

La confrontación es un acto natural cuando uno quiere expresar una idea diferente a la que caracteriza a una persona o grupo. Pero confrontar es aceptar el comienzo de la ruptura, si el grupo persiste en su idea dominante, quedan dos opciones: acatar y hacer posible la amistad e integración, o irse. Si se desafía los principios de consenso de ese grupo y se plantea la confrontación, ya la idea de permanecer en un marco de amistad se anula.

Para confrontar ideas nada mejor que formar un buen grupo de enemigos. Desde el vamos quederá claro que lo que menos nos interesa es quedar en buena relación con todos los demás y no existe ninguna cuestión que proteger por encima de la búsqueda de la verdad misma. Si en el fragor del debate alguna consideración pudiera malinterpretarse como ofensiva hacia el interlocutor pues encaja perfectamente con el espíritu que anima la contienda, pues que mejor que infligirle daño al enemigo aún cuando no se ha tenido la intención de hacerlo; si el enemigo se siente dañado mejor para nosotros. Nada garantizaría mejores condiciones de libertad para el debate: tendríamos todo por ganar y nada que perder, ningún temor de quebrar compromisos con alguien, ningún miedo de herir susceptibilidades, ningún temor de que alguien salga ofendido, más bien alegría en el caso de poder conseguirlo.


1 comentario:

Unknown dijo...

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