El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 23, 2010

En el blog confiamos



Blogósfera: divino tesoro, maldita deuda.

Blogófilia, bloguización, blogosidad del averno incontinente, de los páramos imantados con el pegamento existencial de la comunicación. Enseñoreo de individuos, de achatados poderíos pero múltiplos de ellos mismos, tan encadenados a sus egos irrenunciables como entrelazados por una histérica e histórica propulsión colectivista. Agitando bien las subjetividades antes de usarlas, cuidando de no dañar el medio ambiente con tanta desfiguración del natural silencio.

Patinadores descalzos por los pisos pedregosos, son unos pigmeos demenciales en el cielo de los lamentos reclamando por el endeudamiento espiritual de los menos favorecidos en el reparto de sueños. Hablan y esparcen rumores entre millones que atravesados por la traba caótica y el miedo al salto mortal que se prostituyen en sedentarias supervivencias, apáticos y claudicantes.

En una trama atómica del universo mediático, más infinito que cualquier galaxia, donde diluvian los hilos de los negociados y se comercian desde amistades hasta traiciones, todo es intercambiable por el plato de lentejas de una mención perecedera. Pero las voces amplificadas por la recirculación hormiga se hacen espesa manta de mensaje, la red colecta sus infinitésimas partículas inmateriales hasta volverlas granos de arena.

El blog es escritura de batalla, escritura promedio o escritura excelsa, híbrida obliteración de desobediencia al mandato de quietud verbal. El canto de las mojarritas subfluviales como capricho ecológico, la constipación terminal de los sentidos figurados que se derrama torrentosa tras una borrachera de laxantes semánticos. Jamás debemos perder de vista que nuestro destino consiste en cagar palabras, por el acto mismo de hacerlo delante de todos los verdugos, y con todo el peso sucio del verbo. Dispuestos a insolarnos bajo los rayos de la indiferencia con todas las sílabas desplegadas, bajo un influjo motriz irrenunciable que vuelve tangible por momentos el placer de percibir la vaciedad del propio reservorio residual.


No hay comentarios.: