El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

junio 15, 2010

Pretoria, tenemos un problema...




Argentina a tiro de mundial


Faltando todavía la presentación de algunos candidatos, lo que abunda en este mundial –con la excepción de Alemania y un buen trabajo- son intolerables partidos cuyo protagonismo excluyente pasa por el combo de las taladrantes vuvuzelas y las descontroladas trayectorias de la Jabulani. En ese contexto el partido del sábado que Argentina le ganó a Nigeria fue raro pero alentador. Lo positivo fue que aparte de haberse creado nueve situaciones de gol, se despejó la gran incógnita del mundial que era comprobar con qué Messi nos íbamos a encontrar. Y pese a agoreros pronósticos nos encontramos con un Messi que estuvo de puta madre; tan o más participativo que en sus mejores jornadas del Barcelona, más decisivo, con más responsabilidad de resolver las jugadas de ataque de su equipo. Decidido, concentrado, mostró que no le pesó la parada, que su talento está ahí, le sale incontenible por las piernas, y piensa exponerlo sin tapujos ni timideces. Lo negativo fue haber batido casi en record en mundiales de situaciones de gol erradas, y la zozobra final por lo exiguo del marcador y la falta de solidez defensiva que transmitió el equipo por el sector derecho.

Con Messi de 10, no se necesita “enganche”

Se comprobó en este partido que Messi juega mejor de “10”, es decir de media punta, jugador desequilibrante que arranca en tres cuartos de cancha a partir de la asistencia de los medios, y que luego se enfoca hacia el arco rival interactuando sus dos delanteros. Algunos periodistas demasiado riquelmianos opinan que el equipo necesita un enganche aparte de Messi y dos delanteros, para mi un verdadero despropósito. En esto concuerdo con el pocas pulgas Ricardo Lavolpe cuando afirma que el tradicional “10” del fútbol argentino de los setenta a los noventa, tiene poco que ver con la función de lo que actualmente sólo en el fútbol argentino se llama “enganche”, término que parece haberse inventado pura y exclusivamente a partir de la forma de jugar de Riquelme. De “10” jugaba Pelé, y en nuestro país jugadores como Alonso, Babington, Bochini, y luego el mejor de todos; Maradona. La hegemonía de Riquelme en los últimos años llevó a confundir al “enganche” con el “10”. El enganche o enlace es un volante que se mueve por todo el ancho de la cancha, que arma juego, que recibe de los defensores, hace circular la pelota y en segunda fase puede avanzar hacia el área dando pases gol o llegando esporádicamente al arco. Pero su posición es más retrasada que el “10” y carece de su cambio de ritmo en velocidad. Los equipos que juegan con enganche completan su esquema con tres volantes alineados por detrás, uno central más retrasado y dos laterales que suben. En algunos equipos se puede jugar con un jugador de esas características, como es el caso de Riquelme o de Gracián, pero ese rol no es necesario cuando la función de transición la hace un “10” explosivo como Messi. En este caso la función de armado cambia ya que los comienzos de las maniobras pasan por los volantes, con especial acción de alguno de ellos de mejor panorama y manejo -en la selección esa característica corresponde a Verón- hasta entregarle la pelota al “10” que “enlaza” con los delanteros en un forma vertiginosa, donde puede dar peses gol o generar espacio para su propia definición.


Los mitos contradictorios

Lo de Maradona como técnico es una mezcla de tres elementos: el primero es pensamiento místico; la cuestión motivacional, el afecto, el espíritu de grupo, el amor por la camiseta. El segundo es la picardía futbolera cimentada en su rica trayectoria, que incluye el manejo de determinados códigos muy argentinos, y por último el trabajo táctico. No podemos decir que reniegue de alguno de estos tres aspectos, los incluye a todos y los mezcla en sus decisiones, por lo que clave está a veces en como asigne las prioridades a alguno de estos tres factores. A pesar de que muchos creían que sólo trabajaba sobre los primeros dos aspectos, el gol de Heinze demostró que también usa el trabajo táctico, que arma jugadas preparadas, que estudia a los rivales y piensa en sacar ventaja de alguna ingeniosa maniobra. Vale un matiz: Maradona como futbolista tenía incorporado a su astucia natural aspectos ligados a la táctica futbolera, ya que jugaba por instinto siempre muy atento a donde estaban las flaquezas del rival para sacarle ventaja, teniendo presente sus características. Lo que sucede que eso que Diego tenía naturalmente, no todos lo poseen y entonces en necesario enseñarlo en forma de consejos tácticos-estratégicos, practicando situaciones de juego.


Pero en esos códigos futboleros que Maradona toma como reglas de oro de su proceder existen una serie de mitos y muchos de ellos resultan contradictorios. Digamos que el primer mito dice que hay que conformar un grupo de veintitrés jugadores, una mística donde todos se sientan parte del objetivo, donde nadie se considere menos ni más que nadie y no haya titulares ni suplentes asegurados. Los once que salen a la cancha son tan importantes como los doce que quedan afuera, que deben tirar para el mismo lado y estar listos porque les puede tocar entrar en cualquier momento. Este mito es muy útil para cohesionar los grupos y mantenerlos unidos, minimizando los sentimientos negativos que pueden generarse en una convivencia extensa con un alto grado de competencia interna. Pero todo lo positivo del desarrollo de este mito se complica cuando choca con otro. El caso es que por más que se insista siempre hay un equipo titular, siempre hay jugadores a los que se les ha hecho creer que son titulares, y cuando el técnico decide la primera formación se produce como una especie de consagración diferenciadora: eran todos iguales pero ahora los once elegidos ya sienten que pasan a otra dimensión, que son más los doce restantes y fueron ungidos con una elección que los hará acreedores al beneficio de otro mito futbolero, totalmente contradictorio con el primero: se supone que si los eligió, el técnico los tendrá que “bancar” más de un partido; no los podrá “incendiar” sacándonos del equipo a la primera floja perfomance o porque ha decidido aplicar otra táctica diferente que requiere otros jugadores. Pretoria, tenemos un problema. Expuesto el antagonismo de dos “códigos” el técnico deberá resolver. En el caso de la formación del equipo contra Nigeria el hecho de incluir a Tévez, determinado por un imperativo del orden místico –un jugador que no puede faltar por lo que entrega y transmite en el campo- hizo que dejara en segundo plano lo táctico e improvisara un armado del sector derecho del equipo que lo perjudicó, ya que fue el punto más flojo en defensa y expuso al equipo con una deficiente cobertura -Jonás Gutierrez como marcador lateral improvisado, sin volante con marca por ese lado-. La espléndida actuación de Messi alcanzó esta vez, pero de cara al match con Corea del Sur se presenta de nuevo el dilema. ¿Primará el mito de que “hay que bancar a los que ingresaron”, y en ese caso cabe insistir aún corriendo serios riesgos con el esquema que incluye a Gutiérrez en una posición desfavorable? ¿O se impondrá el primer mito que dice que lo primero es el interés del equipo donde no todos pueden entrar y salir? En este caso sería normal que por ejemplo ingrese Burdisso o Clemente Rodriguez, y que Maxi Rodriguez ingrese de volante por derecha por Verón, para protegerlo de su lesión y para compensar más eficazmente el sector derecho del medio hacia atrás.

De cara al próximo partido esta mezcla a veces explosiva de fuentes contradictorias puede hacer trastabillar la toma de la decisión correcta. Ojalá impere cierta crueldad que todo técnico debe tener la hora de decidir, y que prevalezca el mandamiento que pone prioridad en el interés del equipo por sobre cualquier jugador que tenga que ser “bancado”.


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