El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

junio 19, 2010

¿Podrá ser progresista el populismo? I


SOBRE EL POPULISMO PROGRESISTA, LA COMPRENSIÓN DEL PERONISMO Y OTRAS ACHURAS A LA PARRILLA

0 – Prepucio textual

A este blog le llegó la hora de embutir. Por eso su autor ha decidido juntar carnes sueltas de diversas fuentes –borradores personales, textos de unos comentarios dejados en el Facebook, comentarios enviados a la sección carta de lectores del “Laferrere´s Times”, picarlas y fabricar estos chorizos que se exhiben a continuación.

I - Perplejidad deductiva

A pesar que creo que los troskos lo que han conseguido es trabajar mucho más para consolidar “el capitalismo permanente” más que acercarse a “la revolución permanente”, confieso que me atormentaba la conclusión de este silogismo trosko-clarinetista: “las multinacionales, el FMI, el Banco Mundial y el G5, que consideran que sus enemigos a destruir son Chávez, Correa, Morales y todo rebrote social populista que pretenda resucitar la idea de que el estado bienestar pueda existir, en realidad están trabajando en contra del fascismo y a favor de la revolución permanente”

II - De la todavía orgullosa autoridad moral de la utopía

Por indicación del artículo primero bis de mi propia Constitución Existencial de Bien Nacido, en principio respeto y siento afecto por todas las utopías y a los que se apasionan por alguna de ellas. Las utopías socialistas libertarias nunca dejaron de seducirme como punto máximo del campo social artístico; la sociedad como obra de arte como decía Herbert Marcuse. Es obvio que ácratas, autonomistas y socialistas libertarios varios cuando escuchan palabras como "estado" y "nación" desenfundan la pistola, o lo que tengan a mano. ¡No os desespereis respetados libertarios que no todos los penes erectos significan violación! Al menos en algunos escenarios relativos. Las utopías por un lado, y la evaluación del estado de la realidad por el otro -el "estado" de estar, no el "estado político"- .


III - Cuando encontré la sociedad, ya tenía dueños

La relatividad y la proporcionalidad son las madres de la cordura, dos categorías básicas para que una proposición cualquiera se vuelva un juicio racional, si me disculpan el aristotelo-kantianismo de barrio. Da la casualidad que el mundo tiene unos determinados dueños que imponen por la fuerza unos modos de vivir destinados a seguir siendo cada vez más dueños, utilizando armas materiales y conceptuales de todo tipo. Si la utopía se basa en una sociedad sin poder, antes de que discutamos si sería viable o inviable el funcionamiento de una sociedad así, habría que empezar por entender que dado que el poder ya existe, para que una sociedad sin poder pueda ser posible, de movida en algún punto habría que quitarle el poder al que lo tiene, salvo que el que lo tiene se decida a entregarlo. Lo segundo parece que no ocurrirá ni en un millón de años, ya que de poder nadie se harta, y los enfermos de poder suelen curarse con más poder. Si esperamos de ellos que algún día digan "basta, me asquié" y lo entreguen -al poder- estamos jodidos, así que no queda otra que pensar en la primera alternativa, y ahí si que se pone complicado.


Nos queda apostar a diversas fábulas que basan su esperanza en el génesis espontáneo de la transformación. Podemos preferir fábulas marxistas literarias disfrazadas de "ciencia predictiva" tipo que un buen día "los últimos serán los primeros" o "los Perdedores Unidos le ganarán los Ganadores Unidos" cosa que es tan ilusa y tan contraria al mínimo análisis de sentido común como que River vaya a traer los refuerzos que pidió Cappa para el Apertura 2010, ó bien simplemente esperar un deux ex machina que resuelva la situación de un plumazo cósmico y por arte de un big bang de origen desconocido se organice de pronto la humanidad en comunas autónomas de hermanos civilizados y solidarios.

El escenario real es peor aún que la sonada fórmula que cité anteriormente, porque lo que se ve es como los Perdedores Divididos pierden por estruendosa goleada contra los Ganadores Unidos. Porque estos soretes, me refiero a los Ganadores, tienen una puta costumbre: en épocas tranquilas se pelean como locos entre ellos por comerse la torta más grande, pero cuando la cosa se pone espesa no dudan en cerrar filas y unirse para combatir al enemigo de su
sistema de rapiña. En cambio, de otro lado, cuando la cosa se pone espesa y la oportunidad de lograr algún cambio aparece cercana, se les da por dividirse para seguir perdiendo como siempre, pero eso si, cada uno con su librito utópico bien limpito.


IV – Los utopistas también se asustan

Los burgueses asustados se unen porque temen perder sus fortunas, los utopistas asustados pareciera que se desunen porque temen perder su ¿infortunio?


V – Los interrogantes, esos crueles curiosos que acosan

Me interesa en estos tiempos indagar y evaluar si los populismos de estado -como puede ser el ejemplo de algunos en Latinoamérica- son capaces de introducir algún contenido de tipo social que lo acerque más – aunque sea poco- a esa utopía ideal que podemos tener como meta final. Laclau y Mouffal, y varios más han tirado por ejemplo al ruedo unos planteos interesantes como para intentar pensar un poco más allá.

¿La derecha cree que acabada la rabia progresista de los populismos “estatistas” vuelve a reinar sin fisuras el pensamiento único?

¿La izquierda cree que acabada la rabia progresista de los populismos “estatistas” desaparece el capitalismo global y se instauran las condiciones objetivas para la revolución obrera permanente o la dulce utopía libertaria?


VI – Los liberales hoy día saben bien donde ponen el grito, y no es en el cielo socialdemócrata precisamente

Los neoliberales dan cuenta del cambio de escenario; porque en efecto reaccionan agresivamente frente al populismo y no frente a la socialdemocracia. Obviamente que la reacción liberal nos muestra el grado de progresismo real de cada vertiente: la socialdemocracia se ha vuelto inocua, y se ha asimilado totalmente al neoliberalismo por lo que ya requiere oposición, más bien es una preferencia como segunda opción; si no es posible en liberalismo pleno que lo sustituya la socialdemocracia, pero son los populismos heterodoxos el gran foco a desactivar, el objeto donde concentrar el rechazo y el combate político.


VII – Primer intento de explicación: el peronismo es un sistema político en si mismo

La lucha siempre es derecha contra izquierda, así se realice dentro de una estructura como el peronismo o fuera de ella según una estructura de partidos a la europea. Se haga según un modelo de movimiento poli-ideológico o un modelo de "partidos" (justamente la semántica no podría ser más elocuente, un partido es una partición, una separación) separados. En el caso del primer modelo, con un movimiento poli-ideológico de masas contenedor las luchas se dan en forma interna a hace estructura, pero son luchas iguales entre intereses de poder del arco ideológico, cada uno pugnando por hacer prevalecer su influencia en la estructura.


Lo que no entra en la cabeza de muchos es concebir un modelo político más allá del partido identificado con una solo ideología, del escenario que se basa en la contienda de partidos mono-ideológicos como es el modelo de origen europeo. Es como si por habernos criado en una lógica de religiones monoteístas no comprendiésemos que existen sociedades con otros
tipos de concebir los sentimientos religiosos, otro tipo de estructura referente y existen credos politeístas con tensiones internas.

En algo tiene razón el sociólogo-politicólogo Marcos Novaro cuando afirma que, el peronismo es asimilable funcionalmente a un sistema político en si mismo, con oficialismo y oposición, con derecha, centro e izquierda, como si dentro de su seno operara una especie de sistema de partidos mono-ideológicos. Por eso el peronismo contenía a Walsh y a Osinde, a Menem y a Cooke. Por eso el peronismo, "contiene" tanto el indulto como el juicio a los genocidas, tal como los contiene el sistema de partidos. Pero que contenga esos tópicos políticos tan opositivos y contradictorios no quiere decir que necesariamente el resultado debería ser una síntesis integradora de ambos, porque no se puede integrar de un proyecto de gobierno tendencias que son decididamente antagónicas, sino que la lucha interna dirime la inclinación hacia una u otra tendencia antagónica tal como sucede en el sistema político de partidos. Lo que desconcierta es que esa lucha en vez de hacerse en la arena del sistema de partidos separados, se haga dentro de un sello común, dentro de un marco común de estructuración. Se me dirá que para esas diferencias convivan dentro de una estructura común deben tener algo en común, obvio que si, tienen en sus fases menos extremas cosas en común y en el caso del peronismo eso común es el populismo como instrumento de adhesión popular, que implica un cierto grado de intervención "social" desde el estado, aunque esta núcleo común se relativiza respecto de las diferencias al punto que tuvimos un peronismo menemista que fue la cuasi abolición del rol interventor en lo social del estado. Pero también tienen cosas en común los partidos más diferentes dentro del sistema tradicional porque es por eso que conviven dentro de ese sistema. De hecho por más extrema que sea la diferencia, dentro del sistema europeo tradicional republicano conviven el socialismo con las derechas liberales, y hasta izquierdas y derechas extremas, y deben montar sus proyectos dentro del marco constitucional de las instituciones republicanas, que es a la vez un límite y un marco de contenidos muy preciso.

El sistema de partidos no es de derecha porque existan partidos de derecha ni de izquierda porque existan partidos de izquierda, sino que dependerá de la tendencia prevaleciente en cada momento histórico, y obviamente será un predominio con las limitaciones citadas. Es necesario señalar que en caso de triunfar alguna de las expresiones extremas, éstas tenderían a romper el sistema de contenidos en común que marca el límite del republicanismo para introducir cambios sustanciales, pero siempre en principio deberán respetar la normativa establecida para hacerlo y es evidente que para alcanzar dichos cambios muy fuertes deberían darse mayorías muy abrumadoras a favor de una tendencia cosa que en la práctica de los sistemas republicanos no suele suceder.

Hay que empezar a ver este dato de la realidad argentina no necesariamente como una señal de barbarie sino como una forma de organizar la política diferente propia de realidades históricas y sociales diferentes. Entonces, no tiene sentido invalidar a todo el peronismo por identificarlo como un partido o movimiento de derecha o de izquierda tan sólo por una presencia ideológica que lo define.


VIII – El tradicional rechazo al peronismo por izquierda

La tesis de identificar en forma lineal al peronismo con el fascismo tiene una larga tradición en la izquierda argentina. Todo lo que provenga del peronismo, sea como experiencia pasada o como posibilidad futura, es descalificado por esa mandante homologación que en principio me parece harto simplista y llena de inconsistencias. La discusión por el carácter del peronismo no puede reducirse a esa fórmula, es bastante más compleja.
Los intelectuales europeos, desde los muy liberales hasta marxistas ellos pero muy ignorantes de la realidad latinoamericana, suelen identificar casi miméticamente al peronismo con el fascismo-nazismo europeo. Esa mirada fue revisionada por varios intelectuales latinoamericanos. Mario Bunge quién recientemente ha dicho: “Eramos tan apasionadamente antiperonistas que no fuimos capaces de hacer un análisis objetivo del peronismo. Más aún, usábamos categorías políticas europeas. Creíamos que el peronismo era una forma de fascismo. Y no lo es: es original, es un tipo de populismo. Creíamos también que Perón era bruto. Es falso. Era inteligente, no sólo habilidoso, y tenía cultura histórica, al fin y al cabo era profesor de historia militar en el Colegio Militar. Lo menospreciamos y por eso no lo entendemos. Gino Germani, que fue el fundador de la sociología moderna en la Argentina, se fue del país en 1966 y al año siguiente me visitó en Montreal. Le pregunté: "¿Por qué te fuiste de la Argentina? ¿Por la persecución? No -me dijo-, me fui porque fui incapaz de entender al peronismo. Todavía hoy no lo entiendo". Y es así: quien no entiende al peronismo no entiende el país.”

Las medidas sociales que usaron los fascismos europeos representaban la condensación de décadas de lucha marxista y socialista dentro del salvaje capitalismo decimonónico. Se partió de un capitalismo donde el trabajador era un esclavo sin ningún tipo de derechos y con el correr del tiempo se avanzó en el sentido de conquistar derechos civiles y económicos para la clase trabajadora. Los fascismos de masas usaron estas medidas para ganar popularidad, porque aprovecharon precisamente el gran salvajismo de la explotación de los regímenes conservadores anteriores que se resistían a las demandas socialistas, y es un error muy grave descreditar las medidas en si mismas tan solo porque el fascismo en su faz populista haya escogido aplicar algunas. Una línea argumental que nos llevaría a creer que limitar la jornada de trabajo es una medida indicadora de fascismo.

Homologar las medidas de tipo socialistas-populistas hacia la clase trabajadora dentro del fascismo-nazismo, en nombre supuestamente de una muy extraña e indeterminada “utopía de izquierda libertaria”, tiene un efecto regresivo feroz. Su sofisma básico es: porque el nazismo y el fascismo incluyeron leyes o medidas sociales entonces toda medida social de intervención del estado es nazifascista. ¿Se pretende demostrar a toda costa que cualquier política que implique la concreción de avances socialistas dentro de un marco todavía capitalista es nazi? Si fuera así se desprendería que la única política no nazi posible es la profundización del ultraliberalismo capitalista. ¿?!!

Los elementos en común entre el populismo peronista y el fascismo-nazismo existen obviamente, sólo que en mi caso percibo diferencias sustanciales que impiden resolverlo todo con una lectura tan plana de mera identificación. Los intentos por dilucidarlos están todavía en construcción dentro del campo intelectual a pesar de que se viene discutiendo el tema desde la época de Unión Democrática del 46. En medio siglo el tema estuvo siempre vigente, reapareciendo en la pluma de muchos intelectuales de tanto en tanto y constituyendo un tema central de cualquier agenda de indagación política y sociológica de la Argentina. Desde la izquierda orgánica, desde el PC y desde el pensamiento más influido por la tradición intelectual de la izquierda europea se condenó al peronismo entendiéndolo como un fascismo. Desde otras izquierdas un tanto más “heterodoxas” se reconoció su base popular y obrera, y la necesidad de no analizarlo con las categorías válidas para aquella realidad histórica europea; de allí derivaron las voces de Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós y Abelardo Ramos. Hoy día que ha pasado tanta tinta bajo el puente tenemos corrientes como el posmarxismo de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau con su revalorización progresista del populismo. La constante es que los intelectuales de izquierda que rescatan al peronismo coinciden en señalar que los que lo entienden como simple fascismo son presas de las categorías europeas y no han sabido establecer la influencia de los diferentes contextos espacio-temporales en la caracterización final de ambos procesos. Hay un elemento central que siempre el historiador argentino Norberto Galasso ha enfatizado en sus textos y que hace poco lei expresado en una breve fórmula en un artículo de Jorge Coscia: “No es lo mismo el nacionalismo de un país oprimido que el de un país opresor”. El fascismo europeo era una expresión de nacionalismo expansivo destinado a mantener el poder dentro de las clases dominantes con un sentido eminentemente imperial, porque en dichas naciones la idea de nacionalismo estaba ya construida y consolidada, y estos regímenes sólo lo tomaron y exaltaron mediante una particular receta que lo ponía en el centro del ideario colectivo. En cambio en las sociedades de latinoamérica primaba una concepción colonial que hacía que la idea de lo nacional estuviese pendiente de construcción, reprimida y sofocada, porque la dominación de las clases altas siempre fue referenciada a algún modelo dependiente, mental y funcionalmente colonial respecto de las potencias dominantes. Fue desde ese lugar que se hizo posible aquella lectura que sustituía la tensión clase dominante-clase dominada típicamente de los países desarrollados europeos consolidados en su articulación nacional con la tensión dialéctica norte-sur.


IX-Populismo progresista, un modelo en evaluación

Que repase estos datos no significa que adhiera hoy a aquellas teorías que conformaron el núcleo de “la vía nacional al socialismo”, lo hago a solo efecto de entender evolutivamente algunos conceptos de cara a la actual coyuntura mundial, habiendo acontecido una caída del Muro, un sucedáneo apogeo del pensamiento único neoliberal que fue concebido como clausura, con una reciente -y esperanzadora- recuperación del trascurso de la historia que había sido dado por concluido. No creo que el “peronismo progre” sea el fin último, la meta final, el objetivo de máxima, el techo ni el referente utópico de la conquista de una verdadera revolución de izquierdas, pero en Latinoamérica y en en la segunda década del siglo XXI no hay duda de que puede ser un buen comienzo preferible a una regresión resignada al liberalismo eterno. A pesar de esas diferencias señaladas con respecto a los modelos europeos que considero imprescindible consignar para su apropiada comprensión, el peronismo aún reconocido como fenómeno particular, como populismo de masas producto genuino de una particular realidad latinoamericana, contiene en su seno unas serie de contradicciones ideológicas que son siempre difíciles de resolver en la implementación política, y el análisis debiera concentrarse en cuáles son sus posibilidades de evolución de cara a contener transformaciones estructurales.


X- ¿Soldados del fin de la historia?

No entiendo a los que critican a los populismos por ser insuficientemente revolucionarios en nombre de la utopía socialista, pero lo hacen babeándose por las libertades democráticas burguesas como el fin de todos los caminos. No son otra cosa que lo que siempre han sido los intelectuales de izquierda en Europa; idiotas útiles a la causa conservadora de la eternización del poder liberal capitalista. Operadores a sueldo de sus formaciones cooptadas, vasallos mentales de los mecanismos de dominación, en definitiva soldados de contrainteligencia que combaten por el fin de la historia. Mientras los pueblos depositen la utopía en ellos, la utopía estará tan pero tan lejos que el capitalismo liberal estará eternamente preservado de todo peligro.







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