El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

enero 23, 2010

Veranos futboleros I


Boca Juniors 2010.

Amor Ameal, Bianchi, Riquelme y Basile han llevado al equipo a la ciénaga de las sonantes derrotas producto de la confluencia de imbecilidades.

Si los dirigentes querían que fuera técnico ¿para qué lo contrataron como manager al pelado más agrandado de la tierra? Una contradicción insostenible es requerir contractualmente los servicios de alguien para una función y estar todo el tiempo acosándolo con pedidos para que haga otra diferente. El susodicho semidiós -un afortunado DT de fútbol defensivo que ascendió a la categoría de Sabio Omnipotente con veleidades de mega empresario, algo así como el Valdano de Sudámerica- compartió rango y función gerencial con el triste diácono de la indolencia, el jugador llamado Riquelme. Aparte de la condición de deidades intocables compartían el curriculum de estruendosos fracasos europeos: al técnico nunca le funcionó el celular de Dios allá en Europa, el mismo que aquí transformaba a los picapiedras desahuciados en jugadores rendidores, y al enganche no le toleraron sus prerrogativas de divo díscolo y sus pretensiones de anteponer a todo el deseo de ser feliz. La llegada del irascible noctámbulo Basile no hizo más que agregar nafta a la fogata mitológica ya que su “manejo de vestuario” esta vez no pudo hacer nada frente a semejante constelación de soberbia mal habida en ebullición. Y como si fuera poco, se trajo a Abbonzanzieri, un arquero que en su pasada época de apogeo llegó a ser apenas correcto. Esta vez llegó en plena y abrupta decadencia física tras haber sido eyectado de un equipo español. Su regreso fue presentado como estelar y se lo dejó librado a su terrible falta de autocrítica y de criterio para darse cuenta que no puede más.

Los dirigentes y ambos managers sentían la necesidad de sacarse al Coco de encima.; así fue que retrasaron todo lo posible la llegada de algún refuerzo interesante. Y a juzgar por las últimas actuaciones del equipo –defensores que parecían tenderle alfombras a los delanteros rivales para que llegaran al gol- el plantel también se quería deshacer rápido del imbancable Coco vaya a saber para qué. Ni siquiera le alcanzaba la chapa al ronco coach para hacer que una novata promesa como Gaitán aceptara la orden de pasarle la pelota a sus compañros y no buscar desesperado su gol como camino a una mejor cotización europea.

En definitiva, todos juntos transformaron a Boca Juniores en un refugio de veteranos engreídos dispuestos a malgastar fenecidas reservas resultadistas exponiendo sus opacos presentes. Un manto de limpieza implicaría deshacerse de ambos semidioses paganos y de todos los veteranos refugiados para armar un equipo de fútbol terrenal, desde el barro de la humildad.

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