El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

septiembre 20, 2009

Las fábulas de Madison Helper



Vs: 12-344: De cuando Dios creó la palabra


I
Estaba el Siervo Elegido a pleno sol de un amanecer de hojas sibilantes dispuesto a trabajar la tierra en el feudo de un violento y cruel tirano. Este Siervo creía poseer dones especiales porque podía recibir órdenes y sugerencias directamente de Dios, lo que le permitía de algún modo abstraerse de los rigores de su feroz Amo terrenal.

II.
Esa mañana, como muchas, sintió de nuevo que la vocación del Señor venía directamente a sus oídos, y como siempre no de un modo imperativo, sino envuelta en una dulzura sugestiva con la que solo El sabía dar aún las más duras órdenes.

“Toma esta pala y haz que abra un surco largo y profundo por donde podrán entrar semillas”

III.
El instrumento de hierro, haste ese instante desconocido para el Siervo, se le reveló corpóreo y brillante, y lo recibó también junto al conocimento necesario para su uso. Así trabajaba Dios; hacía la luz sobre un objeto y a la vez ungía sobre el destinatario las habilidades pertinentes a su explotación. El Siervo supo de pronto que debía tomarla por el asta y clavar su punta en la tierra.

IV.
Pero esta vez algo falló; muy raramente, la instrucción del Señor le dejó un vacío de indeterminación y el Siervo no terminaba de comprender cual era la tarea asignada. Eso lo desconcertó y provocó que detuviera su acción entrando en un estado de duda, por lo que se atrevió a dejar la pala en el suelo y miró hacia el cielo en señal de pregunta.

V.
De pronto lo mundano y lo étereo se confundieron en un atroz azote de púas contra su cuasi moribunda espalda. Sintió el laceramiento de la piel y de sus oídos derrumbados por un grito desprolijo y voraz, indigno y ajeno a cualquier condición conocida del Señor:

- Pero esclavo de mierda ¡que la pala abra un surco en la tierra te estoy diciendo! ¡que la palaaa abraaaaaaa! ¿no entiendes pedazo de hijo de puta?

VI.
El Ciervo Elegido recordó para siempre la tragedia de aquella decepción, pudo escapar del reino del tirano y vagar contando su historia, aunque no hubo día hasta su muerte que no llorara…

VII.
Desde entonces, por palabra se entendió al modo de comunicar aquello que no es bien comprendido por los medios habituales.



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