El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

septiembre 21, 2009

La bola incandescente





Tras el fenómeno Del Potro, Omar Genovese repasa extensamente los secretos y significados del hiper profesional tenis actual. Rescato algunas reflexiones propias que dejé en su post a modo de comentario.


"Estupendo artículo Omar, que describe el proceso de generación del jugador de tenis actual donde la base humana, no solo formativa sino hiper-competitiva, comienza desde una edad sumamente prematura, ya que desde los 9-10 años se instalan casi los mismos hábitos y parámetros matemáticos y estadísticos de competencia que los del campo profesional.

A tu notable descripción del sentido del juego, apunto un par de características que creo lo hacen más salvaje, y acentúan la crudeza de la ecuación que relaciona el esfuerzo con la compensación de una inclusión.

Como espectáculo capaz de tener significación econónica, el tenis depende exclusivamente de un circuito internacional que es donde están las muy buenas ganancias. No existen circuitos nacionales o regionales con suficiente peso económico para ser salida laboral como en otro deportes. Tengo entendido que los interclubes y circuitos nacionales solo son buena salida profesional en Europa, pero en Sudámerica son muy superiores los gastos que le insumen a un jugador mantenerse entrenado que lo puede ganar pasando una o dos rondas de un Future.

Otra cualidad especial es la desmesurada duración de los partidos que lo lleva a combinar un deporte de resistencia con uno de precisión. Aparece, aparte de la fátiga muscular extrema -propia de especialidades de resistencia más no de precisión como las carreras atléticas de fondo - el enemigo público número uno del tensista que es la capacidad de repetición: en ningún deporte se obliga a una inhumana maratón de repeticiones de movimientos y destrezas técnicas de alta precisión como en el tenis. El básquet es el que más se asemeja, pero al ser un deporte de conjunto y al jugarse muchísimo menos tiempo, el número de repeticiones en precisión que le toca a un jugador por partido son infinitamente menores que las de un tenista de elite. Cuando vemos la estadística de un jugador de elite de una liga como la NBA (pongamos a un Kobe Bryant o un Manu Ginobili) vemos que ha tirado por ejemplo unas 12 veces para 3 puntos y unas 20 para 2. 32 situaciones de impacto en precisión y bajo extrema tensión en un match. Aún siendo dosificadas sus prestaciones atléticas por la distribución natural producto de la colectividad del juego, suelen ser sus fuerzas dosificadas más aún cuidando sus minutos en cancha para que entreguen su acción técnica en óptimas condiciones aeróbicas, sin desgastes mecánicos excesivos.

Un tenista puede que tire 32 veces en un solo game, de un partido que cuando llega a 5 set suele tener alrededor de 50 games. Puede un tenista sacar 100 veces bien durante un partido pero siempre necesita una nueva repetición perfecta y su error puede condenar todo lo hecho hasta ahí. Esta sensación de infinitud que lleva ejercer la repetición como necesidad durante tantas horas (es normal que los partidos disputados en Grand Slams superen las 3,5 horas) tiene consecuencias sobre la mente del deportista, aparte de las que provoca el desgaste atlético, que por más perfección técnica que haya desarrollado se ve torturado por una sensación de siempre una más y más inacabable que lo lleva a irregularidades impensadas.

En otro sentido más filosófico, entiendo que que el tenis moderno acaba por ser un paradigma casi puro del funcionamiento del sistema de exclusión-inclusión y la utopía del éxito en las sociedades de mercado. La inclusión de unos pocos a fuerza de la exclusión de una inmensa mayoría, nunca tan perfectamente encarnada.

Cuando se materializan estas excepciones como Del Potro, Nadal, o por casi cualquiera de los 50 primeros del ranking, aparecen a la luz los correlatos conceptuales que terminan de coser la brutal mentira en el sentido común “Esto demuestra que con sacrificio se llega”, “Se demuestra que cualquiera puede lograrlo”. Se hace un uso político de estas situaciones de encumbramientos deportivos. Son las mentiras puestas en status de verdad de sentido común con las que se apuntala el sistema de exclusión. La inclusión de uno entre millones se da por prueba irrefutable de la lógica virtuosa del sistema, una lógica a la que se presenta como justa y melodramática, que hasta tiene cierta simpatía por los humildes de origen que desde remotos pueblos llegan a hacer sus sueños realidad. Pero la inclusión siempre excepcional del número uno es la que prueba la exclusión de los cientos de miles, la excepción es utilizada para legitimar una regla contraria a la naturaleza del sistema. Se trata por todos los medios de abolir e invertir una vieja máxima nunca tan verdadera: la excepción confirma la regla, no la refuta. Lo que demuestra la llegada de uno y el fracaso de 10.000 es que con esfuerzo no se llega, dado que de esos 10.000 seguramente habrá al menos 3.000 que haya hecho el sacrificio y el esfuerzo mayor o igual que el que llegó.

Esta verdadera “lógica de lotería” o "lotería de la lógica" es usada por el poder económico como una especie de usina de capital simbólico que tiene por objeto demostrar que en la actual sociedad cualquiera puede hacerse rico, lo que proyecta colectivamente un sofisma de devastadora falsedad: si cualquiera puede hacerse rico, todos podemos ser ricos con el sencillo método de luchar para ello.

El modelo conceptual de la excepción como falsa demostración de la contradicción a la regla – o una regla de significado inverso- es tan antiguo como la humanidad y es usado como manipulación y consuelo de masas. El referente simbólico más original es el del perdón; para demostrar su “humanidad” y darle una recompensa emocional a las masas, los emperadores perdonaban a uno de cada cientos de miles de condenados a muerte, o bien solían cada tanto salvar a algún gladiador de los que se sacrificaban en los entretenimientos.

En definitiva, lo que tratan es de abolir una vieja máxima nunca tan verdadera: la excepción confirma la regla, no la refuta. Que uno solo se salve entre millones lo único que prueba es la condición asesina del sistema, ya que la insignificancia estadística de un salvado entre millones va de la mano de la significación de la abrumadora realidad ultramayoritaria"



1 comentario:

ŜhЄrezάđξ dijo...

Como en cada disciplina, una vez que la pelota deja de dar bote, el sudor se evapora, se apagan las luces, se cuelgan medallas, botines, trofeos .... cada cual queda sólo con sus más y sus menos; sin espectadores, críticos ni detractores.

Feliz semana!!