El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

junio 21, 2007

Observaciones distraídas II

Pocos temas son tan fecundos en frases célebres como la amistad y la enemistad. Borges decía que había que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno terminaba pareciéndose a ellos. Wilde en cambio aconsejaba elegir enemigos inteligentes. Pero lo que me parece poco difundido es el gran valor que tiene conseguirse un buen enemigo personal, alguien ajustado a nuestras necesidades profundas. Más que inteligente lo debemos elegir adecuado a nuestras demandas de oposición. Que sea áquel capaz de sacar a la luz nuestros monstruos más excitantes, agitar nuestras serpientes interiores y lanzarnos en una inesperada representación de corajes y riesgos inéditos. Casi como sucede con los personal trainers, tenemos que saber trabar una buena enemistad con aquel que nos conduzca al máximo rendimiento pero a través de contiendas que resulten entretenidas.

2 comentarios:

Isabel dijo...

Es curioso... llevo mucho tiempo dedicada a intentar labrar buenas amistades. Pocas, pero selectas. Aquellas que me permitan desarrollar el intelecto, la dialéctica, la discusión grata y cordial, la diferencia de opiniones basada en el cariño, además de muchas otras cosas. No se me había ocurrido pensar que con un buen enemigo me bastaba, claro que entonces faltaría el final feliz.

Jack Celliers dijo...

Cioran decía que el enemigo, al denunciar todas nuestras flaquezas y miserias, lograba que nos vigiláramos y mejoráramos, conduciéndonos directo a la salvación.

No está mal.