El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

febrero 23, 2006

No es lo que hay

He notado que los jóvenes de la cultura –llamémosle así muy imperfectamente a los actores culturales que no han pasado los treinta y algunos años- portan en común cierta tendencia a denigrar los cuestionamientos y las dialécticas de los más grandes –digamos los que superaron la cuarentena-. Se muestran como que están de vuelta de algo o de todo, o que ya regresaron hace rato del ese lugar donde nosotros estamos y nos costó demasiados años llegar.

Una imputación conocida que nos hacen habitualmente es que discutimos cosas que ya pasaron. Que ponemos las discusiones en términos anticuados, apelando a fórmulas obsoletas o perimidas, que “ya fueron”, trátese de la ideología que se trate. Llevan incorporado a sus torrentes sanguíneos una extraña axiología a la que llamaría “pragmatismo rebelde” ya que por dentro dejar ver contradictorias características. La idea soberana es que lo que sirve es lo que está, lo que se ve, lo que ocupa los espacios, sin que quede viva ninguna gana de indagarlo y menos de contradecirlo. Cuestionar de raíz cualquier situación “de hecho” pareciera ser visto como una obtusa y anacrónica reminiscencia de moralina fascista. Existe como una especie de rechazo reflejo a oponerse a lo instituido, a lo que domina la escena, sea lo instituido del orden que sea.

Pero lo paradójico es que al mismo tiempo aumenta exponencialmente la cultura alternativa, los circuitos paralelos se multiplican y expanden, las oportunidades se diversifican; música, literatura, teatro, artes, espectáculos, gráficas y miles de expresiones híbridas e inclasificables -bajo la bomba de Internet- posibilitan un aumento exponencial de la difusión y la interacción de nuevos actores en tramas pequeñas. Y también aumentan las quejas; se expresan por doquier protestas y reclamos crispados, y se escribe básicamente con una actitud ácida, irónica y crítica ante el entorno. Pero la queja estruendosa por los efectos no es capaz de matar la grosera indiferencia por la suerte de las causas.

Son tiempos muy efectivos los actuales para creerse superado a poco de andar. Es que se ha gozado de la excelente aceleración que proporciona la etapa juvenil de la vida en el medio de una explosión informativa avasallante en su dimensión y escala. Es natural que siempre se vea atrasado a un mayor que muestra evidentes señales de los efectos de la decantación, y por qué no, de una formación menos volátil. Pero más allá de la asimetría de volúmenes de estímulos excitatorios, la inevitable etapa de meseta les llegará. Porque es efímero ese crecimiento intelectual vertiginoso que se puede experimentar de los 18 a los 30, donde por momentos la sensación que deja nuestra cabeza vibrante –con sus fibras explosivas en el punto de máxima respuesta- es la de una gracia devoradora de vastedades, que más que “quemar etapas” parece condensarlas en instantes, y asimilarlas como si entraran en caudalosas inyecciones endovenosas. Esa colosal aceleración se detiene y sobreviene una terca velocidad de crucero que a menudo nos invita a retroceder pero cuyos resultados, a pesar de ser más lentos y contradictorios, permiten el beneficio de unos cuantos descubrimientos sólidos.

Sin entrar a indagar seriamente en el origen, la figura docente del menemismo noventero cae irremediablemente en la red de cualquier asociación referencial. Creo que si por algo fue tan fuerte aquel "movimiento", fue que aparte del estado de gracia en el que puso a los viejos soñadores del liberalismo argentino -que encontraron de la noche a la mañana un apoteótico escenario jamás soñado-, subyugó de modo profundo a la oposición cultural, dentro de la cuál logró producir un profundo gesto de mimetización conceptual, para contribuir a la construcción de un verdadero “menemismo de izquierda”, o “menemismo in opposition”, tan engañoso y populista, tan liviano e inocuo, tan justificándose a si mismo. ¿Fue uno de los comienzos del apogeo de lo auto referencial? No lo se, pero creció voraz la idea de que el éxito se justifica a si mismo, con una incuestionabilidad natural que se instaló no ya como "valor", sino como comprobación empírica de la existencia misma. No es que la opción por la autosuficiencia del éxito en si mismo se planteara como conclusión de una discusión, sino precisamente a partir de abolirla –a la discusión-, de declararla inviable. Aceptar una situación sin discutirla, justificarla naturalmente mediante la apropiación automática de su discurso de presentación, o bien negar la discusión prejuzgando su improductividad. Absorber una idea, una situación de facto sin confrontarla ayuda a soportarla mejor, ayuda a vivir hacia adelante, a no detenerse. “Si te parás, fuiste.” Lamentablemente los que no pararon se fueron igual.

“Es lo que hay” para mi es la más tremebunda de las frases que se oyen, la más vencida, y la más trágicamente claudicante y colapsante. Una especie de “Por algo será” modelo siglo veintiuno. Y funciona bajo una muy argentina dualidad perversa: la de la moral social híbrida e interesada, que justifica y tolera la barbarie cuando perjudica a la sociedad pero no lo alcanza a él como individuo –“la sociedad” para el argentino son los demás, nunca es él-, y que reclama con discursos desgarrados por la civilización ausente toda vez que la barbarie lo hace su víctima ocasional.

Finalmente, no es que esa frase yo se la “adjudique” a los jóvenes, ya que su propagación y uso actualmente no reconoce limitaciones etarias; lo que tal vez haya visto en ellos sea nada más que su manifestación más impresionante.

febrero 20, 2006

Las pasiones despreciadas

En un comment que envié sobre el reciente texto de Fabián López en Kaputt dominical escribí:

"En una sociedad que flota sobre la agresión como trama sustentadora de su tejido, donde la inocencia es suicida y ha sido clausurada toda obligación de piedad, se le pierde el respeto a las pasiones primarias. Se las discrimina, se las ningunea, y de este modo, las traiciones domésticas o los desengaños sencillos se cargan a oscuras de impresionante energía, y estallan."

Ahora parece que uno de los ladrones del reciente robo al Banco Río de Acassusso habría caído por una delación supuestamente debida al despecho de una enamorada.

Nunca subestimes las pasiones domésticas, a menudo son las únicas que importan; y por las que somos capaces de dar imprevisibles saltos de calidad y de locura.

febrero 15, 2006

Topografías del amor tubular

Cuando no se trata de un texto, ni de un manual ni menos de un ensayo, lo aconsejable es tomarlo con pinzas esterilizadas, ponerse guantes de látex en las manos y tocar cada línea con la punta de las pupilas bien dilatadas. Y si los vuelos de reconocimiento logístico invaden el espacio aéreo del extraño reino del sexo y el amor, definitivamente el aire se enrarece y es necesario colocarse la mascarilla de oxígeno. Porque a rigor de verdad lo que se presentó a consideración de los ojos internos de mi embotado entendimiento fueron una serie de tesoros hallados, algo así como la recuperación de la bitácora de una expedición exploradora, la reconstrucción de un sondeo irrigado como travesía de la palabra. El relato indirecto es una de las formas sublimes de la exploración topográfica a distancia, y máxime cuando se trata de un teatro de operaciones de geografía entubada y tortuosa, de un cañón bañado de callosidades cuyas tonalidades suelen en los atardeceres pasarse de castaño oscuro.

“El coito anal, contrario a la naturaleza animal de la especie humana, se establece como una de las más grandes transformaciones de su cultura, un acto distintivo de su especie en el mismo sentido que lo es la razón o el lenguaje. ¿Un error genético? ¿Un exceso de confianza del diseñador? Probablemente esto último. Al darle una salida necesaria a las heces imaginó una última tripa recta, estrecha y oscura, pero el muy imprevisor no consideró la posibilidad de que podría ser usado para introducir un pene. El ser humano, un verdadero homo faber, se caracterizó por su capacidad de transformar el entorno natural, de encontrar usos creativos de los materiales de la naturaleza ante los cuales se encontró puesto a vivir. Del mismo modo halló usos creativos y genéticamente imprevistos de su cuerpo, al que tomó como un elemento natural más sobre el cuál efectuar esa desobediencia transgresora de los mandatos sencillos y eternamente repetitivos de su especie.”

El topógrafo releva accidentes, clasifica niveles, reconoce promontorios, indica puntos clavando profundamente estacas, y través de ellos reconstruye una forma que tiene el orgullo de ser indescifrable como imagen -aún siendo capaz de definirlo todo-, camuflándose entre la esterilidad semántica de los registros. Suenan las armonías de los océanos topográficos del grupo de rock inglés Yes como fondo, y se nota enseguida que el expedicionario padece de un puñado de tics y habilidades. Se reconoce en los surcos de sus trazos una pronunciación científica, laboratorista, subtendida entre la desesperación por quitar todo residuo afectivo a cada letra.


“El sexo anal es el encuentro del hedonismo con la escatología, y constituye desde el punto de vista literario una parábola de gigantesco valor simbólico. La materia fecal, la evacuación del estiércol, del desecho, la basura podrida, contaminante, asquerosa y maloliente que debe ser eliminada, enterrada, ahogada para matar su olor y su fetidez. La cloaca final, el cañito de descarga que se rediseña, se recicla y se convierte en un acogedor hogar del placer sexual, o del dolor sexual, o del sufrimiento, o de la excitación, o del amor sucio -dicho este adjetivo en el sentido higiénico y no moral de la palabra-, o de todos ellos. El amor anal tanto en su versión varón-varón ligada a la homosexualidad o varón-mujer ligada a una variante de la heterosexualidad, es sucio, doloroso, sádico, masoquista y a la vez es entrega, es sacrificio, es innovación, es afirmación. Su poder paradojal es deslumbrante. Es como si de pronto el inodoro se convirtiera en un manantial para inclinarnos a calmar nuestra sed en él, como si el pozo ciego fuera un acogedor jacuzzi donde ir a experimentar el placer de respirar y chapotear.”

El topógrafo no es filósofo, pero la terquedad seca de sus juicios lo dota de la suficiente asepsia para poder jugar a serlo con alguna posibilidad de victoria. Entonces su alocución se vuelve tratado, discurso, o libelo; un logos irritante e irritado que se escapa bien lejos de cualquier parentesco con el poema técnico.

“Un aspecto interesante es la conjunción de fluidos. En el coito vaginal la naturaleza pone dos instancias posibles de unión de fluidos, la del semen con los jugos vaginales, una solución armónica, lechosa, deslizantemente fragante y jugosa. La del semen con la sangre menstrual, es otra posibilidad alternativa más sórdida pero igualmente poéticamente amorosa, manifiesto químico de una fusión profunda, carnívora, trasnfusiva. El coito anal en cambio mezcla la mierda con el semen, el aparato reproductivo y productivo de placer con el excretor. Un líquido blanco, tibio y puro, potente y reproductor, el elixir de las novelas pedófilas, casi alimenticio, se encuentra absurdamente con esa papilla deyectiva infectada de bacterias inmundas y asesinas, ese blandenque suero necrológico. Dos fluidos de galaxias diferentes, hasta poéticamente irreconciliables. De un lado la vida, el simiente, el futuro, la potencia, la fertilidad; del otro la muerte, la mierda, la deyección, el pasado, la pudrición. La semilla se derrama sobre ese puré vomitivo en toda su capacidad residual, líquida, sólida y gaseosa, pura e impura muerte evacuada, necrosis, descomposición eliminada. Y el semen puede ser cagado, y al cagarlo el receptor lo convierte en mierda”

Las huellas entintadas son profundas y heladas, como si el escrutador se hibernara para esconder sus animosidades, para desollar vivos sus temores y grandilocuencias. El problema insoluble de este tipo de procedimientos es que los vocablos se le congelan entre los dedos antes de percutir, y la caligrafía se torna dolorosa. Por ello, para leerlo es necesario realizar una pequeña y sencilla operación técnica llamada transfiguración de sentidos, y que consiste en escuchar las palabras en vez de mirarlas. El ambiente receptor puede que milite a la deriva entre la zumbante multitud de las fiestas urbanas a la microscópica burbuja de las aulas magnas, repletas de respeto y silencio. El expedicionario muestra su rostro, es firme, no se derrite ante el eco de cada enunciación y el sistema de amplificación trabaja directamente sobre los graves y agudos de cada sílaba.

“En el turismo de aventura anal del varón sobre la mujer coexiste demasiada literatura psicologista. El poder, la dialéctica amo-esclavo, la posesión, la entrega fueron cuestiones largamente explicadas. Todas juegan con el hecho irreversible de la su imposibilidad orgásmica rectal, y la ser el orgasmo un acto subjetivo, los investigadores llegaron a la conclusión de que son los testimonios de las mujeres la única prueba de que les resulta imposible. Lo novedoso es que el culo femenino como volumen proto-esférico es el monumento sexual que más evolucionó en la modernidad, mucho más que la vagina. Al ser el culo la forma exterior sostén por antonomasia de la atracción femenina, la analidad coital recibe por contigüidad unas dosis potentes de rejuvenecimiento. Hacer un culo es como establecer una cabecera de playa en Wall Street, un botín de guerra invaluable”

Pero el alegato topográfico tiene un defecto, los sujetos están sujetados al muro de la impersonalidad y los predicados mueren de raquitismo. El expedicionario va, descubre, y regresa pobre y enfermo. Su misión es dejar el puesto libre para los continuadores. Su hacer renuncia a la interpretación; la dona, la pone a disposición de cualquier hombre de buena voluntad.

“El placer de la excreción. Al diseñador no se escapó nada, estas últimas partes del recto puede que estén irrigadas e inervadas de más terminaciones nerviosas que el resto del tubo digestivo, y esa sea la justificación propulsora del placer de la excreción ¿Si no como se explica el placer de la defecación? La sabiduría de la naturaleza es infinita y habrá querido fomentar el desalojo ventral dotándole de un adicional bienestar. En el homosexual, lo anal parece la única chance de placer entubado; la duda que esta investigación no ha podido esclarecer aún es: ¿Recurre al ano como elección forzada ante la indisponibilidad orgánica de una zona erógena fisiológicamente apta para experimentar placer al ser penetrado? ¿O realmente existe algún tipo de genitalidad intrínseca – más psicológica que fisiológica quizá- que se concentra en esa zona para marcar el impulso sexual hacia allí? ¿Que es la homosexualidad para un hombre? ¿Sentir atracción por los hombres y los penes desde un lugar de mujer, donde el ano es escogido como “lugar consuelo”, como la única alternativa orgánica disponible –junta con la oral- para poder llevar a cabo un acto de acople sexual al carecer de vagina? ¿Lo anal es una “representación” de lo vaginal en otro lugar? ¿O existe una “genitalidad” anal propiamente dicha? Buenas preguntas para que las respondan los homosexuales –por su experiencia directa- o algún sexólogo que haya estudiado profundamente el tema, interlocutores que no pudieron ser entrevistados en esta investigación.”

Lo que el expedicionario no contó, tras huir abruptamente del recinto en llamas, es que esa vez por lo menos el presupuesto no alcanzó para tanto.

febrero 11, 2006

Relativamente cultural

Cortar clítoris, cortar prepucios, cortar senos para poner siliconas...

Si llevamos el relativismo cultural hasta las últimas consecuencias, los caníbales son una cultura a respetar. Y lo digo sin ironía. Ahora bien; siempre y cuando se coman entre ellos y no nos quieran comer a nosotros, porque en ese caso es probable que comencemos a pensar diferente.

febrero 08, 2006

Verdades a medias en el patio trasero

Alrededor del tema de las viñetas danesas


Cansado de privarme de escribir algo en torno a este tema por considerarlo complejo y difícil, he decidido por un día que no me importe tal prevención. Para que repetir que se requerirían investigaciones más profundas y amplias, pero al menos una lectura condicionada por las limitaciones del caso puede tener el valor de dejar planteada -o plantada- alguna idea orientadora, o tal vez no haga más que repetir obviedades insolubles, lo que me hará volver al punto de partida. Creo que la lucha de poderes expresada en el manejo de la información instaura esa primera imposibilidad para que los ciudadanos normalmente informados –que no poseemos más fuentes que las comunes y corrientes a las que nos debemos someter- nos sintamos discapacitados para reflexionar por nosotros mismos, y nos quede disponible solamente el recurso de comprar algunas de las respuestas interesadas que ya vienen elaboradas.


Choques y más choques

Choque de culturas y valores, choque de culturas y valores obligados a convivir por necesidad política y económica. Primeramente, repaso parte de lo leído estos días: razonamientos ofendidos porque se viola la “libertad de satirizar”, “el derecho al humor”, “¿hasta donde llega la libertad de expresión?” y otros planteamientos por el estilo que muestran a mi juicio un desenfoque del tema central alarmante. Cuando se relacionan dos sistemas de valores incompatibles entre si, la tensión es inevitable, y debe resolverse alguna forma de “convivencia”, pero la más ingenua de todas es plantearse siempre el problema desde los valores de uno, y no desde los del otro; hacerlo desde un solo lado del asunto.

Dos sistemas son incompatibles -al menos y sin excluir otras variantes – cuando recíprocamente lo que para uno es un valor supremo para el otro es un valor desechable. ¿De que valoración superior de la libertad de expresión le hablan a un musulmán? Para un musulmán no hay libertad de expresión alguna que justifique una ofensa religiosa, no existe para ellos el valor occidental regente de la libertad de expresión por encima de todo otro concepto, ni menos que menos que ese concepto pueda prevalecer frente a la preservación de un absoluto religioso, ni se les ocurre siquiera. Por ello salir a denostar a lo musulmanes porque no respetaron la libertad de expresión es una argumentación desubicada, como también parece desubicado la protesta del musulmán que siente como ofensa a su ley religiosa un acto efectuado dentro del marco de un sistema de valores totalmente diferente y sin vinculación alguna al Islam.

Se trata de cómo articular una relación posible entre ambos mundos. No existen muchas opciones. Una de ellas sería la madura ignorancia mutua, reducir las relaciones al mínimo -diplomática y económicamente posible-, sostener un pacto de no intervención, dejar que cada uno viva según sus principios y evitar tensiones. Esta primera posibilidad aparece como muy poco realista. Entonces se plantea que la resolución debe hacerse desde una perspectiva de convivencia e interrelación, ya que en lo político-económico los intereses imbricados entre ambos mundos son demasiado poderosos como para pensar en una “convivencia aislada”. Hay demasiados negocios en común, hay demasiados colosos políticos y económicos comunes que resolver -el petróleo, Israel-Palestina- como para que fuera viable una indiferencia neutral y pseudo amistosa que si podría darse entre culturas diferentes pero sin tantos “roces”. Y hay también otra imbricación impensada que es el caso de la inmigración.

A primera vista, antes de entrar en lo político, pareciera que en los países islámicos no tienen en claro un cosa: ¿que sentido tiene meterse en las expresiones culturales ajenas y extrañas para ellos? Si los musulmanes merecen el derecho de ser libres de poder vivir según sus valores y no tener que someterse a una transformación forzosa según los patrones occidentales de la democracia, el mercado, o algún otro; no debieran preocuparse en interpretar como una agresión algo que se hace desde nuestros valores de la libertad de expresión y de desacralización de lo religioso. ¿O es que se van a poner a leer los cientos de miles de publicaciones occidentales, de ese diario danés pasando por una revista finlandesa hasta el último de los semanarios paraguayos para detectar ofensas? Puede que los líderes de los países musulmanes cuiden de no educar a sus pueblos para que puedan entender que existe una relatividad cultural de valores, para que todo les parezca que deba cumplir con sus reglas sagradas, en una cosmovisión monológica de valores que no permite ubicarse ni pensar por fuera. Conducirlos en la dirección de fijarles a occidente como su enemigo, motivarlos a observar los actos de los occidentales en busca de las ofensas al Islam que confirmen la teoría; en ese sentido Salman Rushdie o las viñetas parecen encajar. Al mismo tiempo, desde el otro lado no se quedan atrás y toda vez que les interesa meterse en un país por razones de superior interés imperial económico serán presentados como el mal, la oscuridad medieval, los que someten a las mujeres y cortan clítoris, y los que planean vestir de túnicas blancas a todos los habitantes del mundo además de exterminarlos con armas nucleares.


Relativismo cultural y libertad de expresión

El relativismo cultural y el etnocentrismo conviven en occidente y son usados políticamente como soporte ideológico. Desde las derechas, por ejemplo, se apela a la visión etnocéntrica de los dueños del bien y del mal. La democracia occidental -con todos sus sistemas contemporáneamente característicos- sería la encarnación superior del bien de la humanidad a la que todos los pueblos del mundo debieran “acceder” para civilizarse, y la duda pasaría sólo entre intervenir para “ayudarlos” a alcanzar esa evolución, intervenir en defensa propia ante sus ataques, o simplemente dejarlos morir en la “oscuridad”. Desde los sectores progresistas el relativismo cultural emerge algo difuso como un estandarte para aprovechar políticamente la energía transformadora de lo “marginal”; un canto de sirenas al respeto por los derechos de los diferentes a serlo, pero que cuando surgen este tipo de eventos se nota su endeblez, no se trata de un relativismo dispuesto a aceptar el derecho de culturas diferentes a ser realmente diferentes, sino un sencillo aprovechamiento de la tolerancia interna occidental con fines políticos. ¿Es difícil de entender que para un islámico la libertad de prensa es una basura menor frente a la posibilidad de ofender un sentimiento religioso, tanto como para occidente es una basura menor la sacralidad de las imágenes religiosas cuando se pretende anteponerla a la libertad de expresión?

Pero occidente se comporta de un modo extraño según se trate de sus propias religiones o de religiones “extrañas”. Si se redactara un cartel orientador a toda persona que ingresa al mundo occidental, su texto explicativo debiera ser parecido a esto:

“En este país rige la libertad de expresión y las burlas religiosas no son consideradas ofensas siempre que las mismas se refieran a religiones extrañas. Así que señores musulmanes ¡ a aguántarselas ¡ Si no les gusta váyanse de vuelta a su mezquita de origen; y si usted está en su país pues no se meta en asunto extraños a su cultura. Pero como la coherencia occidental admite fisuras, sepa usted que si bien se permiten dibujar mahomas o budas en pelotas, jamás podrá hacer lo mismo respecto de los íconos de la religión judía; si usted dibuja una estrella de David con una bomba será acusado y hasta puede ser encarcelado por discriminador, nazi y cómplice del holocausto. O de la católica; si dibuja un preservativo arriba de una cruz sembrará una reacción virulenta de TFP, Ratzinger y un millón más de fachos chupasirios que lo acusarán de ser un abortero blasfemo que está atentando contra los pilares de la civilización occidental y cristiana."


Valores a medias

El problema eterno de las guerras de intereses y odios es que siempre se basan en verdades parciales, en parte de realidades que son manipuladas con fines políticos y desde esa verdadera guerra de signos, o guerra de la información, son pocas las conclusiones sustentables que puede sacar un desnudo ciudadano del mundo. Por eso cuesta obtener posturas que escapen a la confusión, por ello las tomas de partido unilaterales y absolutas no resultan convincentes. ¿Hasta donde es cierto que los países islámicos abonados por una opresión acumulada a través del problema de Israel y Palestina, sumado a la injerencia por el control petrolero, piensan en una guerra santa contra las potencias occidentales? ¿Hasta donde llega la realidad y donde empieza la exageración de unas potencias que necesitan encontrar un enemigo diabólico para alimentar el crecimiento infinito de su maquinaria infernal de posesión?

Luego, una lectura atenta de lo publicado muestra que la respuesta de mucha gente se dirigió hacia la prensa occidental en si misma, a los medios que no quisieron publicar las viñetas o a los que “recomendaron” no publicarlas, o a las que la publicaron. Hablar de los límites de la libertad de expresión en nuestro occidente judeo-cristiano-ateo y democrático es una complicación que hace transpirar en vano los sesos para que solo salgan trivialidades y ambigüedades conceptuales. El consenso parece ser que a esta altura de nuestra civilización argüir una ofensa religiosa no es suficiente razón para molestar la libertad de expresión, tal es el grado del ostracismo de las religiones en el reparto de valores. Lo demás serán cuestiones tácticas donde se pondrá en juego una mayor o menor posibilidad de agredir a las diversas religiones y culturas, y ahí si se produce un nuevo choque de la libertad de expresión contra el relativismo cultural y el respeto a las culturas propias y extrañas. Al parecer se vuelve a imponer la primera: respetar la integridad de la cultura islámica si, todo bien; pero privarse por ello de agarrarlos para la joda, no, eso si que no.

Los valores a medias –las verdades a medias- que cargamos todos son como los crímenes que quedan sin resolver, se suman al basural de nuestro conocimiento y ya inundan de olor a podrido en nuestro sobrecargado patio trasero.

febrero 01, 2006

Urinarios


Yo hacía bastante que quería darle bola a esta idea. Tomar uno de mis relatos y a partir de esa base armar como una especie de cortometraje en video, o por lo menos probar a escribir bien el guión. Después se vería, podría alquilar las cámaras y hacer editar el material, no me parecía que fuera a salir muy caro hacer todo. Y amigos para ayudar en el trabajo no me iban a faltar.

El taller se venía cayendo. La señora esa medio rara de pelo cortito había abandonado enseguida, traía unos poemas interesantes, animaba mucho al grupo, pero se cansó. Los pendejos duraron bastante pero un día ya no vinieron más, se fueron a estudiar con un tipo que escribía para Polka o algo así. La verdad es que ya quedábamos pocos y este Negro falopero cada vez estaba más ido con la escritura de su novela como para darnos bola. Pero un día me parece que se dio cuenta que yo estaba por decirle que me iba a ir a la mierda y el instinto de supervivencia lo despertó:

-A ver… ¿cual era el relato ese del que vos querías hacer un guión?
- Ah…si, si…en realidad no tengo elegido uno en especial, pero iba a probar con éste, fijate…

El Negro se puso a leerlo como metiéndose para dentro de su cigarrillo, era una buena señal, probablemente lo leería completo:

“Hay días en los que uno siente que la existencia tiene como un olor a moho, y su aspecto se parece al de esos trapos de pisos estrujados en busca de una humedad mínima, neutra y apagada que sirva para que se pegue la mugre, pero donde toda chorreadura molesta haya sido vencida. Jamás me gustó limpiar, ni barrer, ni cortar el pasto. Y la ingesta de cerveza que me hace orinar casi con violencia no ayuda demasiado a equilibrar los opuestos.

- ¡ Que sea la última vez que te ponés a jugar con las palabras eh !
¡No sabés que en esta casa las cosas hay que cuidarlas! ¿Que te creés? …
- ¿Vos tenés una idea de lo que cuesta ganarlas? Y si se rompen, ¿con que compramos otra?

Podría recordar la voz de mi padre o la de mi madre. No es que sus retos y reprimendas hayan sido castradores ni que me hayan dejado secuelas o complejos como dicen algunos psicólogos, pero el hecho es que sus recuerdos no se han ido y me trabajan de sol a sol para hacerme sentir desperdiciado. Ellos eran lo que se dice conservadores a la hora de elegir entre el riesgo y la seguridad, por lo que siempre el mandato era cuidar lo poco que había y dejar la fortuna de los sueños para los afortunados.

El mundo es un sistema demasiado sólido como para permitirse que cada tanto libremos alguna esperanza en su contra. Algunas veces me pongo paranoide y creo que cada segundo que pasa estoy siendo controlado, observado, monitoreado, y por supuesto condenado. Pero en otras, por el contrario, creo que el mundo se siente tan seguro que ya ni nos vigila.

No se que pensarán los filósofos pero el mundo real, el que está de este lado de los ojos, detrás de sus cámaras, siempre se reduce a un esquema lógico pedestre: dos opciones. Un binarismo cretino, puerco, hijo de puta. La tan mentada dicotomía de la realidad es una verdad tan pesada y abrumadora como que la muerte es una incógnita gratuita. Pero no es que todo exista en la realidad de ese modo, sino que a ese modo se reduce. Siempre la realidad hace vasectomías alternativas: muerte o vida, blanco o negro, feliz o infeliz, cero o uno, junto o separado, por si o por no. Que máquina corrupta capaz de reducir las peores complejidades, los caleidoscópicos matices, las enésimas inervaciones e imbricaciones, los sutiles paralelismos; las interpenetraciones, los dobleces y tripleces; las multi-recontra-interacciones inabarcables. Lo irreductible. Todo es igual reducido, resumido, subsumido y molido mediante unos motores gigantes que de una montaña dejan dos siniestros granitos de arena sin que se les mueva un pelo.

Proyectar sobre el mundo, hacer nuestra su agonía, su desesperanza y sus probables tragedias nucleares, es una tremebunda abstracción que calma los nervios. Ante ella nuestra existencia es una especie de fanfarroneo de la paz, una orgía de la felicidad de estar guarecidos de las inclemencias del alto sufrimiento. La ausencia de atrocidades constituye por si sola un paraíso. Pero si nos zambullimos hacia adentro, y dejamos de estar incluidos en el trágico destino del mundo, nuestra insignificancia se pone de pié para mostrarse vergonzante. Nuestras pasiones tan queridas tienen un gusto intolerable a conformismo barato, dan ganas de tirarlas y no saborearlas nunca más. Nuestra dignidad, la famosa honestidad que no se para que al final conservamos tan intacta como si estuviera en formol. Consuelos de tonto, de esclavo, de rata que creyó que los tirantes del techito de esa casita eran los puentes triunfales de alguna postal del Golden Gate. Todos los instantes hay que tomar decisiones, hay que escoger y hay que descartar, ratificar miserias, rectificar licencias, y lo peor de todo es que todos los días también hay que arrepentirse.

Y está el problema del tiempo que es un bien muy valioso. Eso lo descubrí por mi mismo, no lo leí ni me lo enseñaron. Tan valioso me di cuenta que era que lo puse en una caja de seguridad y me cuesta mucho tomar la decisión de gastarlo. Pero el problema es que se vence, es un fluido que hay que quemar con urgencia, una moneda cuya validez dura exactamente un día. Pienso que es buen momento para intentar el poema:

“Quisiera ser
La amoxicilina
Que cure tu infección”

Hoy no puedo elegir alguna otra estructura más compleja que el círculo. Quiero rendirle homenaje al síntoma portador de este texto. Juego con las palabras, si se rompen no me importa, me compro otras, yo soy diferente a mi padre, para mi lo material es lo de menos. “Efectos urinarios de la ingesta de cerveza” sería un buen título, casi como una monografía médica. Pero “Consecuencias urinarias de la ebriedad” me da una llegada un tanto más generalizada. O simplemente “Urinarios”, con un epígrafe que hable de muñones agitadores que se rebelan como siervos poseídos contra toda enemistad de la prosperidad creadora; de mates amargos, de vientres incontenibles, de aplastamientos de velocidad y de alimentación en base a las flores que se pueden recoger de las tumbas. Por que si, para viajar a la putrefacción del deseo lo mejor es estar bien descansado y hacer muchas paradas en el camino.

Hoy amigos, no se me pongan delante porque derribo muros tan sólo con la intención.”


-Hmm, no se como vas a sacar un guión para un corto de acá…me parece que… -fue lo primero que me dijo el Negro inmediatamente después de una pitada profunda.
- Si –le contesté sin dejarlo terminar-. Yo sabía que me ibas a decir algo así, pero ahí está el desafío viejo, no se, guionar un ensayo, quebrar la estructura ¿Alguna vez pensaste en como se sería un video clip de una idea? ¿De un concepto filosófico? Contar en imágenes un concepto, no una historia…
-Ah, bueno… entonces es otra de tus ideas novedosas que sacás del cementerio, está bien, pero…yo no creo poder ayudarte en esto acá, mirá…lo que pasa es que…
-Listo Negro…me voy a la mierda… -ni lo dejé terminar de hablar y me fui.

Nunca más volví. Por suerte no le había quedado debiendo nada. Y hoy me parece increíble que el corto ya esté listo en DVD y en VHS, y ya pedí presupuesto en un lugar para pasarlo a fílmico. Se puede decir que estoy conforme. Me las rebusqué bien, para la edición encontré un flaco que grababa cumpleaños y casamientos pero que tenía buena onda y unos equipos de primera. Lo peor, aunque parezca mentira, fue un amigo mío que puse a hacer el papel del Negro. Era realmente de madera y me volví loco repitiendo las tomas de sus diálogos.

El final lo cambié, el original nunca me había convencido y de última lo resolví superponiendo la toma de una placa fija de letras blancas sobre fondo negro con una voz en off:

Las verdad nos hará libres
Pero si no podemos conseguir la verdad
probemos con el éxito
que tiene el mismo efecto...