El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 28, 2006

La cadena de calor

La cadena de frío es una expresión que se utiliza para designar los cuidados destinados a prolongarle la vida a todo producto orgánico de utilidad efímera -por ejemplo la leche- hasta que pueda ser distribuido y entregado para su asesinato mediante el consumo. Pero el Consumo en si mismo como Principio Fundamental de la Existencia debe cuidar que no se corte la cadena de calor que mantiene intacta su infinitud. El consumo no debe tender a infinito, no se admiten en su lógica este tipo de expresiones matemáticas tan pusilánimes, el consumo debe garantizarse infinito por todos los medios y antes que nada. En términos de la modernidad líquida –como le podría llamar Bauman a este posmodernismo populista- un producto de demasiada calidad se revela incompatible con el mantenimiento de la cadena de calor; los grandes productos –entre ellos, obviamente también los culturales- tienen ese nefasto defecto de resistir el tiempo. Por consiguiente, si aún quedaran nichos del mercado sujetos a esta insana costumbre de un disfrute que es prescindente a toda novedad, la novedad misma debe tratar de capturarlos. Porque lo que se intenta es totalizar el funcionamiento del consumo según el criterio de la más baja calidad sucesivamente reemplazable, por aquella máxima elemental de la filosofía marketinera que dice que más importante que vender un producto puntual es vender el hábito de volverlo a comprar regularmente en el tiempo. De ahí que es mejor que los productos sean muy malos, una pura hojarasca que provoque; o bien un pronto rechazo, o un hartazgo prematuro por el agotamiento veloz de su goce derivado de su mediocridad. Todo lo que conduzca a acrecentar la necesidad nerviosa de renovarlo.

Teniendo en cuenta al amigo Bardamu, es cuestión de como envolvamos las palabras. Ojalá la novedad epiléptica de hoy se pareciera a lo que alguna vez fue la vanguardia entendida como un giro de la mente en pos de asumir con un poco más de plenitud la libertad creadora disponible. Lo nuevo es mejor que lo bueno en cuanto permite prolongar esa cadena infinita de calor necesaria para mantener inputrecible la infinitud del consumo. Pienso que palabras como vanguardia o bohemia son de lo más anacrónicas que se puedan escribir hoy día.


“¡Tragedia!
Se está quemando
la vanguardia del mundo

- ¡Déjala arder!
es un tragicómico
depósito de imbecilidades
Te propongo que huyamos
a la fría y desangelada
Retaguardia
Donde sus cubridores
gimen de saciedad duradera
entre lingotes, alas y robots
colmados de dientes
de tigres y velos perfumados
Se intuban sus íntimos
mensajes, se introspectan
para luego poder interlicuarse
en parloteantes
tormentas conceptuales
Y superan veranos alienados
o primaveras herméticas…
Se ligan las venas del inconciente
hacen clausura entre cadenas
para luego sentir la fiebre
del viento caliente de las horas liberadas…
Se llevan puesto al amor
en cualquier calle desierta
Extrañan a sus musas
pero beben para recordar
los ocres de las olas
Se leen la palabra
sin preservativos
hacen equilibrio
por un cielo sin manos
y comen de pie
lejos del suelo
como jirafas…"



Música: Pain Of Salvation "Imago"

2 comentarios:

Bardamu dijo...

Claro, la vanguardia fue vanguardia, hoy es retaguardia. La verdad Tino, es que hoy la vanguardia me aburre tanto como lo nuevo. Pero con la bohemia no: tiene esa nostalgia rancia que todavía me cosquillea el estómago, exista o no. (Aguante bohemia).

Tino Hargén dijo...

Claro Luis,o bien la vanguardia ya no existe, o le llaman así a cualquier verdura.

La bohemia vive.