El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 18, 2006

El género de un mediodía

I

-Donde estuviste
-En Puerto Madero, en una reunión de bloggers.
-Ah, ¿se juntan?
-Obvio, nos juntamos, ¿que querés? ¿que nos casemos con libreta?
-Hacete el gracioso, digo se juntan a charlar cosas de bloggers…
-Si, nos juntamos a…en realidad es mejor llamarlo una reunión de escritores.
-Está bien, como quieras, ¿y que hacías vos entre tantos escritores?
-Bueno, trataba de…tocaron timbre…


II

Ni en Puerto Montt ni en Puerto Pollenza, fue en Puerto Madero y compitiendo contra uno de esos calores de primer nivel con los que cuenta diciembre. Inés, Silvia, Haydeé, Verónica, Carlos, Guillermo y yo compartimos un almuerzo donde se podría decir que desempeñamos el rol de corresponsales del orden virtual en tiempos de transición. Los marketineros mandatos de la cocina internacional con sus emblemáticos pastitos decorando platos han aplastado la tradicional abundancia de las pastas típicas de las cantinas porteñas; ahora son más caros los ravioles o sorrentinos, y lejos de perder sus respectivas identidades en lo colectivo, son unas pocas piezas reconocibles en su individualidad. Luego hubo como postre extramuros una caminata hacia las cremas heladas que propició un segundo pacto de estabilidad donde la poesía fue el tema dominante, bajo la presidencia de Silvia e Inés casi por democracia espontánea. En todo momento las frases sueltas se fueron recuperando para el conjunto y a pesar de temblequeos se enhebraron varios hilos hasta convertirse en puntillas.


III

Yo confiaba en los plenilunios de la llanura, esa generosidad campechana del resplandor del día que todo la convierte en familiar, por eso aposté a la fertilidad de cada pronunciación, y no me defraudaron las horas que cumplieron su promesa y se devoraron tiernamente unas a otras como si no fueran hermanas, ni los esperados ladridos de cada pausa. Sentí que de alguna forma éramos unos aventajados, porque no estábamos invitados a la luna del mediodía pero entramos sin pagar. Nunca supe bien si a mis interlocutores los prefiero insinceros aunque discretos, directos no obstante traviesos, tajantes sin embargo contenedores. Conocí nuevos seres muy bien plantados, de esos que sostienen con el peso de sus contenidos la verticalidad tonal de sus propuestas, y sumé nuevas páginas de otros seres ya leídos. Acompañé con una palmada de puro compañerismo racional la esperanza fruitiva de los Buscadores de Brillo, porque se lo estimulante que es una dieta en base a Inteligencia. También me dejé atraer por el campo del magnetismo astrológico de un Universo plagado de relaciones indisolubles; consolé a las Ideas que fueron amadas a pesar de los despechos que pesan sobre ellas, y previne sobre el riesgo de fisurar el hielo delgado cuando merodean las colonias de bacterias psicológicas. Y me fui con una nueva convicción que pondré a resguardo en mi mejor estante: en cualquier batalla que suceda de ahora en adelante, voy a desear la victoria del género humano.

6 comentarios:

Vero dijo...

Qué bueno esto, Tino. Escasieli los sorrentinos, sí, menos mal que el calor me había menguado el hambre. Me encantó cómo describiste tu percepción del paso del tiempo. Besos.

Anónimo dijo...

es verdad lo que dice vero, sencillamente hermoso. Beso, dani

inx dijo...

Así fue, Julio no miente. Tino tampoco. Un gusto todo, salvo la canícula.

Anónimo dijo...

ja! asombra lo que resuena: lo mismo y distinto. de eso se hacen las ideas.
lamento no haber asistido a los postres. de las letras.

Tino Hargén dijo...

Gracias por estos ecos tan melodiosos para mis oídos!!!

Silvia Sue dijo...

Un beso desde la nostalgia y una insana envidia.