"...Don Rigoberto se levantaba al alba y se acostaba poco después de la puesta del sol, por lo que la noche era para él solo una inconciente compañía para su sueño. Su resistencia era férrea y ninguna tentativa había logrado apartarlo un ápice del ordenamiento ascético que caracterizaba su vida cotidiana, hasta aquella maldita jornada cuando todo cambió y se desencadenó el principio de una parábola que si bien no se puede decir que haya sido trágica, fue triste en el sentido de demostrar nada más y nada menos que la terrible vulgaridad del destino..."
¿Somos apenas un nombre encarnado que lucha contra los designios del abrumador poder del determinismo semántico? ¿Nuestro destino es hablado por quiénes nos miran pero también por quiénes nos nombran? La historia de Don Rigoberto De La Noche se puede leer completa en el renovado espacio de Kaputt
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