El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 10, 2006

¿Ser leído será un lujo?

Continúo con lo iniciado en el post anterior; aquí unos apuntes en torno a la actitud de escritores frente a la lectura -de lo que escribimos-.

A modo de partida me hago las siguientes preguntas:

¿Un músico que va a tocar delante de una platea con 200 personas negaría que quiere que su público lo escuche? Puede haber excepciones -viene a mi mente Robert Fripp que es el único que histeriquea con que los espectadores le importam un carajo, claro, mientras paguen su entrada en la boletería-.

¿Un cineasta negaría que si exhibe su película es porque quiere que la miren?

¿Un pintor negará que si expone en un museo sus cuadros es porque quieren que los miren?

¿Una orquesta no toca en un lugar público para que la oigan?

¿Una compositor no compone para su obra sea interpretada y oída?

¿Un actor no actúa para que lo vean?

Es más, un carpintero espera naturalmente que alguien se siente en la silla que fabricó, como el albañil desea que alguien se apoye en la pared que levantó.

Lo que me provoca perplejidad es cierta tendencia –por llamarle de algún modo- que evidencian muchos escritores de blogs en particular, que muestran una reticencia a reconocer su interés por ser leídos. Que les da lo mismo que los lean o no, que escriben para ellos, para la literatura, para el hombre invisible, para el lenguaje, para el discurso, para el vacío, como terapia, como catarsis, como ejercicio autocrático, o como cualquier otra cosa.

¿Será que querer ser leído es una pretensión burguesa de la que muchos tratan de despegar por una cuestión ideológica? De ningún modo debiera ser así, sobrarían ejemplos precisamente de los que deseaban ser leídos para a través de esa divulgación contribuir a combatir la monotonía de la presencia de los valores burgueses. Probablemente se haya instalado la idea de que querer ser leído se aleja de algún un tipo de “corrección”, y por eso es que pululan prevenciones de todo tipo; pedidos de disculpas anticipadas, vergüenzas inconfesables, pudores exacerbados y variadas clases de rodeos que parecieran indicar que aspirar a ser leído fuera una vanidad o un despropósito. Aún personas que demuestran un nivel de destreza y capacidad de expresión más que suficiente para insertarse con comodidad dentro del promedio de lo que se puede leer por ahí, suelen inhibirse un tanto detrás de un gesto global de excesiva prevención.

El hambre existencial de ser leído forma parte de los apetitos naturales del ser humano que elije la escritura como modo de expresión. Y hablo de un deseo de ser leído no en el sentido de condicionar a ello la escritura; esperar ser leído no debe ser sinónimo de condicionarse ante las características o expectativas que uno supone tiene el lector. Escribir lo que libremente nos exprese pero pensar en ser leído como condición esencial del acto literario, sin que por ello se habilite apelar a cualquier medio para lograrlo, o hacerlo como un fin excluyente. Dicho de otro modo; se puede escribir sin ser leído, no se necesita contar con lectores para practicar la escritura, pero si se debiera reconocer que la escritura para convertirse en literatura lleva en su naturaleza el mandato de la posibilidad de volverse lectura; su condición necesaria.

Si se quitara en potencia la posibilidad de comunicación del acto de la lectura, se podría escribir en un código privado, asignarnos sentidos sólo legibles para nosotros mismos, pero ¿para qué publicarlos entonces? No hay modo de superar la contradicción sin llegar al absurdo, nadie que publique puede argumentar que ser leído no forme parte de la esencia de ese acto y de la esencia de su voluntad de expresión. La expresión publicada es un llamado, la famosa botella al mar también es un llamado deliberado e intencionado que busca a través de esa posibilidad que se hace remota por propia decisión –si quiero que no sea tan remota la tiro en una calle céntrica y hay mayores probabilidades de que alguien la levante y la lea-. Si escribo para mí y no quiero que nadie lo lea, la botella la entierro en un lugar al azar en el patio de mi casa a 1 metro de profundidad, no la tiro al mar donde jugueteo con la posibilidad que alguien la encuentre.

Ante la pregunta "¿Si no te quieres que te lean para que publicas un blog?" son respuestas posibles: "Para divertirme, para leerlo yo mismo y experimentar a ver como quedan esos textos, o matarme de risa con un par de amigos”. Todo bien, ahora si es para que te lean que no haya reparos en confesarlo del mismo modo que se confiesan estas otras motivaciones. Querer ser leído no es pretender ser estrella ni ser famoso ni responde a un engreimiento de grandeza, como si para ser leído hiciera falta grandeza, por favor, entonces habría que cerrar las bibliotecas, es consumar un acto básico en su naturaleza. Es como si salir con alguien y querer hacer el amor fuera tomado como una vanidad sexual, o una exhibición burguesa de conquista amorosa.
Ser leído no es una pretensión políticamente incorrecta ni correcta, ni siquiera es una pretensión, en todo caso se acerca más a una necesidad natural del ejercicio de una actividad.

14 comentarios:

inx dijo...

Ha de haber gente para todo, Tino. La comparación "es como si salir con alguien"...es la respuesta a su pregunta, me parece. Hay gente de toda calaña, incluso entre la que escribe.Saludos.

Miguel P. Soler dijo...

El tema no es simple, aunque lo parezca, y creo que ha generado más literatura que análisis crítico. Ser legible o ilegible, popular o selecto, secreto o marketinero, ser un pynchon (ausente) o un fogwill (presente), son los polos de está tensión. Blanchot dice que, al momento que se clausura un texto, este ya no nos pertenece: somos el primer lector, siempre el único, siempre distinto. Barthes, habla de optar por la "Soledad del Estilo". Creo que un escritor, a lo largo de su "carrera", se ve presa de fuerzas contrapuestas, un juego de tensiones internas con presiones externas. Por eso, los rubores, por eso las bravuconadas, por eso los ritos, o el autismo. Lo bueno es que la escritura, es sobre todo, una experiencia; y esa experiencia, muchas veces pasional (cuando no es mercenaria), estar metido en una tormenta perfecta, es diferente en las percepciones de cada cual. Es difícil, que el escritor no termine por ser clasificado en escena: el falso pudor de Borges, la sobervia explícita de Nabokov, el desparpajo arbitrario de Bolaño, no pueden dejar de tornarse para unos cuantos bastante antipáticos, si bien admiramos sus creaciones.
Pero también, hay que considerar que uno se guarda, con estas coartadas, frente a la tiranía del lector, tiranía que sólo puede afectar a quien escribe: su indiferencia, sus lecturas personales que el escritor no comparte, su sospechosa reverencia. Bastante enquilombado, porque después de todo, un escritor es otro lector, y ahí, entonces, somos todos iguales.

Tino Hargén dijo...

Asi es Inx, en este caso se trata de percibir una de las posibles razones “sociales” de un registro de prevención extrañamente redundante, que a mi modo de ver distorsiona la naturaleza de un acto como la escritura. Va más allá del obvio miedos o inseguridad que cualquier artista novato pueda sentir ante sus primeras exposiciones públicas de su trabajo.


Acteón
Lo que quise enfocar yo va más allá del fenómeno semiótico autor-lector, y tampoco tiene mucho que ver con la personalidad social que exhiba cada escritor, sea un Pynchon, o un Fogwill, un Borges o un Bolaño. Tiene que ver, como decís vos, con esa experiencia pasional de enfrentarse a lo escrito, como manejar esos juego de tensiones internas y externas que se dan en relación al texto que se escapa y la posibilidad de su recepción; de que se exponga y te exponga. Yo en este caso puse la mira sólo en una pequeña parte de todo ese proceso que es una aparente inhibición social del acto de ser leído, siendo que la lectura debiera ser a mi juicio vista como la fase que completa un ciclo vital. Las tribulaciones e inseguridades que llevaron a muchos autores hasta a quemar sus escritos responden a variadas causas complejas, desde el padecimiento siquico al terror ante la incertidumbre del valor de lo producido, y es un campo para indagar más ampliamente.

PD:Tengo que leer tu escrito de Kauptt!

Anónimo dijo...

Clase de heurística del diseño.
Objetivo: escribir una bitácora durante la cursada para relevar el proceso de diseño. Todo vale allí, regla expuesta.
Alumno pregunta: Pero... ustedes lo van a leer?
Docente contesta: Si.
Aluno replica: Entonces, para quién escribo mi bitácora?
Conclusión: Juego de condicionantes y referentes y otro cuestionamiento.
_Dónde te parás para responder a tu propia pregunta?_

Tino Hargén dijo...

Aydesa

Siempre está la pregunta dando vuelta de ¿para quién es esto? El mensaje supone siempre algún destinatario y la tentación de conocer sus preferencias es una opción muy fuerte porque la mayoría de lo que se escribe o hace tiene como fin calificar para.

Pero lo del alumno es sencillo miedo a la evaluación, si lo leen los docentes hay que esmerarse por hacer algo que califique, se descarta hacer cualquier boludez, o algo solo válido para mi mismo, "experimentar" puede ser muy lindo, pero no a costa sabotearse la propia nota final.

¿Como conciliar el miedo a la desaprobación con asumir los riesgos necesarios para la creación? De eso se trata, no ? Juego de condicionantes como decís vos.

En segundo año de la facultad, cuando mi confianza como diseñador en formación era cero hubiera hecho la misma pregunta que ese alumno, en quinto ya ni hubiera preguntado, porque ya me sentía con confianza suficiente para que lo que escribiera o proyectara superara la lectura docente. Y esa confianza no era graciosa, era producto de asumir el hecho de la lectura evaluadora como parte del juego, y de haber perdido el miedo supuestamente después de obtener algún resultado positivo confiando en mis aprendizajes y mi criterio. Por eso quién se formó en diseño (que incluye permamente juegod e propuesta-riesgo-evaluación ) de alguna forma me parece que goza de cierto buen manejo del desparpajo para exponer sus textos, acumula mucha gimnasia en el famoso salto al vacío. Y creo que hay muchos bloggers formados en diseño, no?

Dudo que algún blog sea una bitácora, ya que para mi todo diario que se da a leer a otro/otros deja de ser diario intimo, pasa a ser relato o crónica personal.

¿Desde donde hago la pregunta? Desde mi casa :-). No en serio, no entiendo la pregunta..a que apuntás.

Saludos

Anónimo dijo...

No, la pregunta no era para vos Tino, entraba en el diálogo con aquel estudiante que terminaba su carrera con una materia donde no es evaluado en forma convencional.
La bitácora era un librito armado a su gusto de papel, de lo que quisiera y también como todos los ejercicios de la cursada, una trampa para deschavarse en su hacer, haciendo siempre lo que el otro espera.
Para mí todo blog tiene algo de diario íntimo, o mejor dicho la forma manifiesta que elegimos para revelar nuestra intimidad.
Unos glamorosos, otros tormentosos y algunos de entrecasa y en chancletas.
Y sí, es cierto que los diseñadores estamos acostumbrados a ser garroteados en público. Si uno cuenta con eso desde el arranque, quén le quita lo bailado?
Jeronimoooooooooo!!!!
Paf.

Jorge Alberdi dijo...

No viejo. ¿De dónde sacaste eso del deseo de ser leído? No es mi caso, te juro. No me importa un carajo si me leen o no.
A propósito che, hace unos cuantos días que no pasás por el blog, mirá que lo vengo controlando, date una vuelta, he escrito unas cosas piolas que seguro que te van a interesar.
Saludos

Anónimo dijo...

Hay dos conceptos fundamentales, inherentes al hombre y, en principio, contradictorios: la vanidad y la falsa modestia. Cuando hacemos algo público, se sabe perfectamente que va a ser leído. Otra cosa es que te importe o no.
Por otro lado, siempre está esa pequeña hipocresía de la falsa modestia, intentar disculparse por lo bien que se escribe, por lo revolucionario de las ideas, por el atrevimiento a expresar lo que te dice el alma. Y es hipocresía porque a todos nos gusta sentir que aquello que pensamos o hacemos es aceptado. Es parte de sentirnos inmersos en la sociedad.
Muchos escriben en busca de la aceptación, otros simplemente por el orgullo de sentirse libres a la hora de pensar.
Tanto da... ahí está lo importante del ser humano, en la cantidad de sentimientos que nos provocamos casi sin querer. Escribir gusta, ser leído gusta más, gustar es lo mejor. Sin modestias.

Tino Hargén dijo...

Aydesa: Aclarado lo del estudiante.

Diario íntimo???, pero recórcholis!!, ¿no deja de ser íntimo al publicarse concientemente? Si hay un registro en nosotros de que va a ser visto -semejante a lo que le pasaba al alumno- si sabemos que va a ser visto existe al menos un "filtro", ya no es lo mismo, no es "nuestra" intimidad la que mostramos, no es la misma version de intimidad la que escribimos para que sea leida quiero decir, es una version para que se lea.
N.del-a: Que porfiado soy con esto! Perdón!

Jorge
No te creo nada! :-)) No importa tanto si te importa o no que te lean, importa que ser leído es parte esencial del juego que vas a jugra desde el momento de exponés un texto.
Mis últimos 10 días estuve muy poco en los blogs salvo un lunes y martes pasados, muchas complicaciones laborales. Y este finde me fui de viaje y me desenchufé de la PC. Me zambulliré por tu blog ...

Isabel, de acuerdo con tus comenatarios. Lo que trato de decir un es que el deseo de ser leido no tiene por qué pasar por una custión de vanidad, de modestia o inmodestia, de que importe mucho, poquito o nada, sino de necesidad de jugar el juego. Hay una necesidad de registro que no pasa por el éxito o el fracaso, la reprobación o el halago que proporciona en los términos conocidos ser leído, pasa por la necesidad de existir. Puedo ser indiferente al éxito o fracaso, pero si escribo y publico no puedo ser indiferente a la existencia de la comunicación que provoco.

Anónimo dijo...

Para no abandonar en el intento :

LLeno de vida ahora, corporal, visible,
de cuarenta años de edad a los ochenta y tres de los Estados,
a un siglo de distancia,
o a cuantos siglos sean de distancia,
te dedico estos versos,
a ti que todavìa no naces.

Cuando los leas, seré ya invisible (yo que fui visible).
Pero tù corporal, visible,
hoy lees al fin mis poemas y me buscas.
Imaginas lo alegre que serìas si yo estuviera contigo y fuera tu camarada.
Sí, piensa que estoy contigo,
(no consideres tan seguro que no esté ahora contigo).

Walt Whitman (1819-1892)

Anónimo dijo...

Ya quisiera yo que Whitman me dejara al menos un: Macanudo Aydesa!
Tino, no se agrande.

Jorge Alberdi dijo...

Tino:
era un juego...
Jamás voy a pedir que vayan a leer el blog, al menos no lo haría tan abiertamente (para qué tengo tu e-mail?)
Por supuesto que me importa señor!
Un abrazo

Tino Hargén dijo...

Anonymous: Bien por la cita de Walt

Aydesa: ¿Agrandar? Si con Walt eramos como de la familia...

Jorge: me comí el amague, me siento ridículo, como cuando cuentan un chiste, todos se ríen y uno no lo entiende. Es que no lo tenía en esos juegos, lo hacía demasaido serio ;-)) Tussheeeéeeeee

PD:Pero esa cierto que en tu blog había cosas interesantes...!!

Anónimo dijo...

Acteon; me quedó picando eso que decís ("después de todo, un escritor es otro lector") y al respecto me parece que hay un diferencia: el escritor no es un lector desapercibido ni ingenuo; lee diferente; lee desde otro sitio. Como dijo alguna vez Puig: "cuando me hice escritor perdí el placer por la lectura", apuntando puntualmente a este tema. Existe una especie de deformación, de mirada clínica inevitable en el escritor, que destripa los entresijos del texto, aún al precio de perder el placer.