- ¿Y….?
-Y´astá....
Puedo torturarme con una palabra hasta hacerla hablar. Puedo aplicarle electricidad en sus genitales silábicos, en su rojizo y erecto acento prosódico, en sus intraducibles axilas semánticas que segregan esa fétida vulgaridad; y la muy cobarde me dará la información que yo quiera, toda, toda, la que jamás podré creer. Pero si usar, je, je. Y no me siento culpable de aplicarle ese tormento, es que… ni siquiera concibo el concepto de un lamento aplicable al caso, o de culpa moral, o ideológica, o vecinal. Simplemente la torturo porque se lo merece quizá, tal vez sea una irreducable, una reventada del deseo que se cebó de tanto andar significando sangres gratuitamente derramadas, o inexactas similitudes. Tramposa, mocosa insolente, ocultando tras su fachada pintarrajeada los opulentos apetitos de la comodidad, las arrolladoras sedes de diluvios atesorables como gárgaras. Por estúpida la torturo, por obsequiarle donaciones a los indefensos y a los aplastados, esos que no tienen derecho a recobrar la respiración, que deben hacerse tela y fibra compacta contra el suelo de la inferioridad. Me la torturo con amor, con lujuria y con honor, porque jamás perderé las formas, a eso me refiero, no a otra cosa.
Pero hoy me resistí a mi tortura, me levanté de esta silla condenadamente detenida -donde vegeto por no saber a donde salir- porque siento que hay un nuevo habitante en mí, es como un gusano que navega las tuberías de mis entrañas, y que hoy pernocta en mi duodeno, o tal vez en mi cerebro agridulce. Pero no debo llamarlo gusano me dice, me insulta, que él no hace ningún daño ni vive a expensas de nada, que habita órganos ajenos para hacer turismo de investigación, paseos ácidos inofensivos, entre sus jugos gástricos preferidos y esas enzimas tan sabrosas con las que le encanta desayunar en los amaneceres, y que me invita a viajar con él, bueno, está bien, no te enojes, si yo no tengo nada contra vos, contra ti, que se yo, o si, hasta que no me digas que venías a hacer acá, a mi casa, pedazo de pelotudo, gilipollas, ass hole….. Pero ya estoy montado en el gusano, voy cabalgando al vuelo, volando al galope, como su cuerpo es adhesivo me resulta fácil sostenerme, apretar apenas las manos a su lomo anular y pegajoso. Por primera vez me siento el dueño de las tierras de mi interior, paseo por mis propiedades orgánicas, y me crece el pelo, siento la agitación lúdica de un niño en un parque de diversiones, disfruto los ambientes confortables de la aorta, en el estómago chapoteante paso ante los montículos de la comida de anoche que echan humos fugitivos ante los ácidos implacables. Pero mis actos reflejos me traicionan, le pego en el lomo con mi mano al gusano como si estuviera azuzando un potro; los movimientos viboreantes aumentan y ya corro peligro de caerme, lo dejo en paz, recupera su marcha normal, hay armonía en sus balanceos, se estabiliza el entorno, nos metemos por una vena de poco tráfico, los rojos se hacen respirables, dejan de mojarme, se avecina la clausura de la experiencia, en breves instantes recuperaré la ordinariez física, las coordenadas de las cloacas del mundo regresarán a casa.
El imposible siempre es el punto del retorno.
Me recuesto –nunca supe la diferencia entre “me acuesto” y “me recuesto” pero no es el momento de ocuparme de eso ahora-, no, ahora me concentro en el hecho incontrastable de que cierro los ojos y miro, fabrico un paisaje con mi imaginación, me sale algo previsible, pero hermoso, una vista lejana de una pradera, verde, lisa, laqueada, y al fondo cierra el cuadro una casita, de tiernas formas, techitos cóncavos, bordes esfumados, emplumados de líneas candorosas, como blandengues plantas trepadoras, como lentejuelas secadas al sol, como sombras garabateadas por un mal dibujante crónico. La imagen dura, la prolongo un poco más, a ver, si, un poco más, aprieto los párpados para evitar que la luz me aborte la experiencia de golpe, eso no, y el no saber como cerrarla hace que aparezca un final, sin buscarlo, sin necesitarlo, la casa estalla en mil pedazos, puuuuummm, una explosión, como si hubiera tenido una bomba adentro, voló la casita, y el cuadro termina en el humo tapando el verde laqueado de la pradera, voló por los diablos la casita, sus pedacitos fueron a parar a cualquier parte, el humo me cubre toda la vista, esto se termina, ya va, si, ya se terminó. Ahora quiebro toda sintaxis, todo contexto, toda contigüidad y me pregunto que se sentirá si uno es explotado por una explosión. Un ruido, una oscuridad, un sueño súbito ¿alcanzaremos a tener algunas décimas de segundo de conciencia para ver desprenderse los pedacitos de nosotros mismos? Pero si lo tuviéramos, si luego de la muerte se muere la memoria ¿como recordarlo entonces? ¿Como saberlo? Cuando despertamos recordamos los instantes anteriores a quedarnos dormidos pero que pasa si no nos despertamos ? Si no hay memoria después ¿como recordarlo? ¿Se borra todo? Descubrí el principio, la conciencia es memoria. Cuando hablamos de conciencia estamos hablando de un mínimo grado de memoria, sin memoria –aunque sean milésimas de segundo- no hay conciencia. Los gigantescos productores de esta feria cósmica se ocuparon de todo, menos de mi.
6 comentarios:
Por Dios, Tino...Es bello, truculento, atávico, extraño, apabullante, escatológico, tenebroso, virulento, ajeno-propio, emblemático, descorazonante, estético...
Me dejó sin palabras justas.
Sue, me alegro que te provocara algo el post.
No se si son justas tus palabras pero puedo asegurarte que si muestran una lectura feroz y cargada de tu propia capacidad profunda de recrear; tus palabras son como donadoras de sentidos. Me encanta esa sucesión de definiciones, más allá de que las haya provocado este texto. Y seguro que lo hacen presumir mucho más gracias a la riqueza de tu lectura.
Visceral, también.
un descubrimiento.
Bienvenida deapoco !!!!
rien a dire. es terriblemente bello.
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