El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

marzo 21, 2006

El tiempo embutido

Este post se relaciona con un texto de Omar Genovese que a su vez recoge la voz de un artículo de Maximiliano Tomás en Kaputt.

Un lector embutido
La palabra embutida
Si el libro es carne de exportación
El blog es un chorizo barato
picante y sabroso
que se come primero..



-Los tiempos no cambian, sólo envejecen sus testigos.

-Para el problema de la temporalidad y la atemporalidad de la literatura tengo una frase que es robo simple y directo de un lugar común usado para el problema de la localidad y la universalidad: “Si quieres ser atemporal pinta tu década”.

-Del mismo modo “Si quieres ser ajustado a tu contexto histórico toma la historia del tiempo como referencia”. Jugar con este tipo de fórmulas me produce las ambivalentes sensaciones de seducción y temor. Por lo general, todo lo que me seduce me da temor a ser sustraído de mi equilibrio, o de ser envanecido por la plasticidad de una forma textual. Por eso ni bien las escribo suelo quedarme en silencio unos instantes, tanteando esa duda sana como la que hace que me abstenga de sobrepasar un auto en una ruta asfixiada de neblina. Finalmente la seducción puede más, y las palabras que se sueltan fácilmente de sus ataduras son las que prefiero me acompañen.

-Hay una literatura del lector, la calidad del lector hace a la literatura, construirla es su trabajo, discriminar las proyecciones universales de las retenciones locales, saber reconocer y articular los sempiternos atragantamientos del sentido que pululan por las obras esféricas con sus históricamente puntuales anécdotas de encarnación. El alimento de las obras nunca vence. Leer es sacar cada la letra del freezer y hacerla un emisor fresco e irradiante de proteínas. Las obras son yemas y claras de huevos que sólo la tarea re-creativa del lector es capaz de transformar en más que vigentes patadas voladoras en la mejilla o apremiantes picaduras inrascables. Claro que no hay libros vencidos, hay lectores vencidos, lectores discapacitados para el acto textual, que poseen eyaculación precoz de conclusiones. Lectores estériles acurrucados en el sofá de su felicidad barrial.

-¿Libros con vencimiento? Si, algunos los hacen deliberadamente con ese propósito, para que huelan perecederos y se exacerbe el deseo de consumirlos como una brutal necesidad. Así les hacen creer a muchos que un libro debe poseer esa hipertrofiada vanidad que es la “actualidad”. Pero creo que el buen libro, la buena obra, es resistente al tiempo por naturaleza; no porque los escritores de buenas obras tengan la fórmula de la juventud eterna, sino porque el tiempo que importa es el del lector, no el de la escritura. Toda lectura es un acto presente, cada lector resucita todas y cada unas de sus palabras, y las puede hacer arder a la luz de sus conocimientos y vivencias. Y contra eso ninguna fuerza puede hacer nada, ni siquiera la del escritor que ya se despidió de los restos de su texto quizá hace décadas o siglos.

-Se es universal pintando la aldea, se es local narrando las galaxias, se puede ser histórica y socialmente ajustado a contexto novelando nada más que sobre la rasa muerte y el ciego amor, y si se puede ser atemporal escribiendo sobre estos últimos treinta segundos acaecidos este veintiuno de marzo de dos mil seis.

-Tomas cita a Ricardo Piglia en “Crítica y ficción”: “Fue Arlt el que captó el núcleo secreto de la política argentina, y escribió una novela que se lee hoy y parece que se escribió ayer. Eso es la literatura política. Eso es la ficción política. Capta el núcleo secreto de una sociedad. Funciona, digamos así, transformando esos elementos que son los núcleos verdaderos, los núcleos de interpretación”.
No me convence esta afirmación tan lineal. Que la obra sea lea hoy como si pareciera que es de hoy no me parece mérito literario del autor digno de destacar tanto como se acostumbra. ¿Se captó realemnte el “núcleo secreto” ? Lo único que se demuestra, por ejemplo, es que la corrupción no cambió, que se ha mantenido un inmovilismo político estructural en esta sociedad -escondido tras las fachadas de muchos cambios-, pero no se relaciona ese hecho con el talento del autor que en un momento histórico los describió. Lo de Arlt es valioso en si mismo como testimonio de una escritura que supo reflejar su sociedad de un modo atrevido para las autorizaciones imperantes. El efecto de actualidad de una lectura no califica de visionario al escritor ni lo catapulta al rango de captador de núcleos secretos. Aparte ¿desde cuando era un secreto que los políticos aspiraban a sus cargos para enriquecerse? Arlt le dio voz a través del periodismo y de la literatura a las imágenes que imperaban en las calles y entre la gente. ¿Que mérito tiene Artl respecto al hecho de que los políticos argentinos sigan siendo tan corruptos 100 años después y que el modus operandi de sus curros y acomodos sea muy similar? Si un escritor describió como nadie el hambre de Haití en 1930 ¿lo convierte en un visionario “captador de núcleos” que más o menos el mismo hambre exista aún en 2006? Por eso desconfío cada vez más de las novelas que “se imponen al tiempo”, de los “visionarismos”, de los que dieron en el clavo de la clarividencia. Hay muchos espejismos confabulados en tales consideraciones y los escritores no tienen por qué ser idóneos en prospectiva.

-Pintar con profundidad, agudeza y refulgencia una determinada situación social. ¡Vaya si es un mérito artístico destacable! Pero la eficiencia prospectiva no es una tabla de valoración a mi juicio demasiado interesante, y menos para extender certificados de vigencia o expiración. Sea Arlt o el “Brave New World” de Aldous Huxley. Y para evitar confusas interpretaciones me parece atinado decir que amo de la novela su pletórica facultad de la indagación, su enorme vigor como género para golpear tambores multi-resonantes que afinan en todos los tonos del descubrimiento intelectual. Esa novela que nos acostumbró a azorarnos con sus eufónicas revelaciones, justo enfrente de una ciencia social que apenas podía exhibir sus empastadas e insatisfactorias elucidaciones sobre el mismo objeto.

-Ocurre que el universo es más por ahí más ancho que Piglia y Puig. A mi una vez me recomendaron comprarme un telescopio y salir al campo una noche a mirar las estrellas; porque tanta cafeína de suplemento de moda, tanto tocino de pendejadas en el desayuno y tanta baba prestada a noteros disfrazados de pensadores, puede que nos haya atrofiado el alcance de nuestra fuga.

2 comentarios:

Gus Nielsen dijo...

Seguro que el Universo es más ancho que Piglia. Coincido.

inx dijo...

Bueno, ha engordado un poco y se compró un sobretodo nuevo con hombreras, algo más ancho se lo ve.