El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

enero 10, 2006

De autorías y coautorías

- De los egos filmantes y la autoría desmedida


En todo ámbito cultural creativo existen ambientes más propicios a la gestación, nacimiento y vida de los “superegos” creativos, yoes que vienen a constituir esa subraza especial dotada para fabricarse la ambición de que su destino es crearlo y saberlo todo.
Nada más que el viejo sueño tan esencial del control creativo del hecho artístico, allí donde “autoría” se une en concubinato incestuoso con su pariente sanguíneo “autoridad”.

En música por ejemplo están los multi-instrumentistas, que componen y arreglan sus obras, así como también ejecutan todos los instrumentos, componen las letras y realizan las mezclas de sus discos. Pero el caso más interesante es el de los cineastas porque a menudo procuran encarnar estos superegos desde una especie de “normalidad”, inscriptos en una tradición propia de ciertas corrientes del oficio donde está instalada la idea de que realizar un film implica la “obligación” de mandar sobre la mayor parte de los requerimientos creativos, aún de aquellos para los que no se registra una formación o una idoneidad “habilitante”. La mayoría, por tradición, se forma técnicamente en la realización y a menudo, ayudado por el clima imperante en ese ámbito formativo, confunde saber filmar con saber hacer un montón de cosas más. Dentro de la rica tradición europea, la condición del cineasta-que-hace-todo está muy arraigada, y creo que se define habitualmente en modelos que van del “cine de autor” a todo tipo de producto “artsy-fartsy”. Estos cineastas se forman en la concepción del realizador omnipotente que para obtener identidad de tal debe al menos imaginar, escribir y dirigir el film. Y a consecuencia de esto, lo que resalta a menudo es una asimetría enorme entre las amplias y variadas demandas de idoneidad artística que requiere este modelo y las típicas capacidades que desarrollan a nivel formativo los realizadores.

Sea como sea que ponderemos la mayor o menor influencia de algunos de sus componentes, lo importante respecto del cine es convenir el hecho innegable de su multi-disciplinareidad. Nada en un río cuyos afluentes principales son la literatura, el teatro y las artes visuales, integradas en un soporte cuya complejidad técnica implica ya todo un alto requerimiento de manejo. En tanto es teatro registrado sucesivamente, el rubro dirección de actores y todo lo relacionado a ello es crucial. En tanto es literatura, es primordial la historia que implica calidad narrativa, poética o ensayística, condiciones típicas de un escritor. Muchos cineastas creen que al entrar al proceso por el dominio de la variable técnica, están habilitados para el resto de las tareas. Esto se refleja en tantos intentos y proyectos llevados a cabo cuya endeblez resulta de tal asimetría de recursos; filmes que muestran destreza técnica y atrevimiento formal pero que parecen ser la versión filmada de la peor de las novelas y la peor de las puestas teatrales.

Del lado del cine mega-industrial como es el caso de Hollywood, la especialización es lo habitual, pero esta división del trabajo que puede tener cierta coherencia de origen, termina jugando un rol totalmente diferente dado que se inscribe como el modelo de división del trabajo de máxima efectividad en la despersonalización del producto final a la que apela la industria para mantener el control absoluto sobre el producto en términos de inversión económica. Funciona como mecanismo facilitador del condicionamiento artístico de todas las partes, aunque logísticamente contribuya en algunos casos a asignar los roles creativos de una producción según la máxima idoneidad en cada rubro.

Me adelanto a una objeción que pueda dirigirse a mi planteo y que tiene que ver con la confusión que pudiera establecerse entre el fenómeno del diletantismo y la integración artísticas por un lado, y la construcción artificiosa de un “superego” por otro. Este último enunciado no pretende ser una categoría, se trata de apenas de un apodo confianzudo con cierto fundamento conceptual. Se extraña a los verdaderos diletantes, aquellos artistas y creadores que han podido escindirse del mandato eficientista de la especialización y que demuestran interés en una expresión integradora, totalista, plena de ductilidad y síntesis, y que llegan a ella como consecuencia de un desarrollo paralelo y una imposibilidad casi emocional de reducir sus pasiones a alguna de las parcelas establecidas. El arte y el pensamiento moderno y posmoderno, a consecuencia de los mandatos de la industrialización, están enfermos de fragmentariedad e hiper-especialización. Pero la observación que planteo es un muy diferente, no se trata de renegar de los integradores, sino de mostrar el desencanto porque haya tan pocos a los que les de el cuero para serlo, y la mismo tiempo tantos productos de academias desmedidas que exponen el contraste contradictorio entre sus expandidas ambiciones y sus limitadas capacidades.

-De las individualidades y colectividades literarias

Ahora llega el turno de meterme con la literatura. El cine, siguiendo la línea de razonamiento anterior, se muestra como una maravillosa plataforma para la concreción del arte colectivo, para el trabajo en equipo. Pero tal vez esa otra poderosa convocatoria que lo incita a ejercer el modelo del autor omnipotente procede de la literatura, que es un arte esencialmente individual. Todos podríamos recordar o citar libros compartidos, hechos en coautoría por dos, tres o más autores, pero si reparamos un instante nos daremos cuenta que son casi siempre ensayos, investigaciones o trabajos periodísticos. La ficción ha sido siempre refractaria a la autoría pluri-personal. ¿Alguien podría citar el milagro de una novela escrita en coautoría al menos por dos autores? La novela en particular es un género casi exclusivamente individual, es casi sinónimo de soledad y absoluto control individual del ciento por ciento del proceso creativo (exceptuando de este análisis interferencias o metidas de cuchara de editores o empresarios). Hasta diría que es impensado imaginar que sea posible una novela escrita por dos autores – o más-trabajando en equipo. ¿Y una poesía? No, parece absurdo por donde se lo mire. Una poesía o una novela tienen una única firma, cuesta tomar en serio que dos personas puedan llegar a conformar tal milagro de convivencia autoral. Son géneros ideales para practicar los más esplendorosos partos de la propia existencia individual, para someterla a cirugías extremas que la desentrañen hasta los limites mismos de su volatilización, entre la arbitrariedad y la dependencia, entre el secreto absoluto de la soledad cómplice y la interferente vecindad de toda otredad. El neomundo simbólico de la novela se concibe como apogeo de esa subjetividad indivisible, insumable, irrestable e inmultiplicable que se regodea de su propia libertad de proyección, de su registro protegido tras la caja de cristal autonómica.

¿Pero acaso no sería posible hacer una novela o una poesía como obra de conjunto? A primera vista cualquier trabajo colectivo parece realizable. ¿Acaso no es algo común en composición musical, en dramaturgia o en escritura cinematográfica?

PROPUESTA DE HARGENTINA:

PRIMERA NOVELA DE LA HISTORIA A ESCRIBIRSE EN COAUTORIA

No importa que revisando archivos desde el siglo nonagésimo quinto antes de Cristo alguno de estos rasca papeles que azotan el éter irrespirable del mundo cultural encuentren ya algún antecedente, o que este autor haya ignorado algún ejemplo contemporáneo que pueda haber existido. Interesados en la idea vayan buscando compañero, de mi parte sólo puedo ofrecer un trato a mi hipotético socio: usted escribe y yo lo corrijo.

9 comentarios:

Bardamu dijo...

Experiencias han existido Tino.
A memoria rápida recuerdo en poesía aquellas experiencias de escritura automática conjunta entre André Breton y Paul Eluard.
Hay uno muy bello que comienza así:
"Loco como estoy
No lo estoy en grado extremo
Arranco los arbustos que retienen el suicidio al borde de los precipicios."

Y en novela no hace mucho tiempo atrás Jorge Di Paola y Jacobi escribieron una novela a dos manos (vía mail). El año pasado tambien el Sup Marcos y Paco Taibo II escribieron una novela policial (Muertos incómodos).

Y habría que considerar de algún modo, la experiencia de Wu Ming.

Un abrazo.

Tino Hargén dijo...

Si Luis, sabía que existían antecentes obviamente, de allí la referencia a ellos un tanto irónica -tenía el dato de lo del Subcomandante Marcos por ejemlo que se publicó primero en capítulos- el tema era con la posibilidad de hacerlo aqui y ahora, ya que a pesar de esos ejemplos no es nada común, imaginando dos tipos dispuestos a reunirse y escribir "la novela".

Abrazo

inx dijo...

Yo estoy escribiendo un libro de poesía a dúo, y me parece una experiencia sumamente interesante, sobre todo por los contrastes de estilo y hasta de temas,es un modo de mantener una conversación "in situ" y a la vez a distancia. Siempre quise hacerlo, (he tenido algunos intentos anteriores, también le puse letra a música de tango) y por mi parte, lo recomiendo. Obliga a releerse y a leer al otro con más atención. ¿Será que cuando no se aspira a la gloria somos más proclives a compartirla? En realidad, los resultados (en lo personal) son muy gratificantes. Cuenten conmigo, cuando termine éste. En poesía, claro.

xenia dijo...

Hola, Tino, hola Bardamu, hola INX:
Existen, sí, montones de experiencias de escritura de novela colectiva, especialmente anónimas y en red. La más interesante que conozco no es en red ni anónima, y la llevaron a cabo un puñado de escritores rosarinos. Todavía no la publicaron. Había una novela que salía por entregas en una revista femenina a comienzos de los 70: la escribían cuatro autores, con el título "¿Viviré mañana?" que estaba tomado de una canción de Jimi Hendrix. Si consultás obra crítica de esa misma época, por ejemplo ese magnífico ensayo que es "El estilo y su imagen" de Roland Barthes, vas a ver que incluso el autor individual más ambicioso y ególatra SIEMPRE está haciendo en "su" obra un collage de retazos del lenguaje de su cultura, al incluir allí giros, refranes, citas y todo un aparato de usos del idioma que le fue prestado por otros usuarios. SIEMPRE el idioma es una creación colectiva, como la Wikipedia. Según Wittgenstein, el idioma es público. Pero lo que ni Barthes ni Wittgenstein dicen, y convendría agregar, es que lo más interesante que tiene la ficción novelesca moderna de Virginia Woolf y James Joyce y Leopoldo Marechal a esta parte, es la manera en que pone en juego una subjetividad contra el entramado de lo "objetivo". Y si pensamos además que el lugar donde se posiciona un lector para leer es esa "tercera zona de experiencia" de la que hablaba Winnicott, entonces es crucial que el escritor o escritora de este tipo de novela sea un único individuo. Y mejor si se trata de alguien extremadamente individualizado, preferentemente con dificultades para la relación intersubjetiva, capaz por lo tanto de moverse productivamente en esa tercera zona que no es ni sujeto ni objeto: la zona de la alucinación infantil, cargada por supuesto de grandiosidad y omnipotencia como todo lo infantil. Pretender que los autores de ese tipo de novela sean gente sanísima y humilde es como pretender que los militares sean seres tiernos y pacíficos: no es que deban ser crueles verdugos, pero si fueran unos corderitos no funcionarían, no encajarían en su función social. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene. Lo cual no quita la posibilidad de que surja otro tipo de novela, colectiva, así como hay "fuerzas de paz": eso también es posible.

inx dijo...

La biblia, por ejemplo, es un buen ejemplo de escritura colectiva. Mi idea de la lengua no es "literaria".
O sí, pero entendiendo todo arte como celebración de lo sagrado. No se trataría, entonces, de hacer la prueba "técnica" de la escritura colectiva, sino de considerar (aún a solas) al otro, los otros. Estoy hablando de una visión del mundo que implica pensarse como un dactilógrafo de las voces que te hablan (como a los psicóticos)y de la que el yo apenas puede admitir qué es lo que debe ser dicho, tratando de no interponerse. Esta manera de intuir la lengua casi no tiene clientes en las librerías, ni agentes en las editoriales, ni demasiados ejemplos de escritores publicados, reconocidos, ni mucho menos económicamente prósperos. No es ni siquiera recomendable. Vos, Beatriz, escribís muy bien. Pero a mí no me interesa discutir con vos acerca de la literatura, no vemos lo mismo allí. Así es y está muy bien que así sea, coincidarás conmigo en que el mundo es, sobre todo, diverso. (Dando gracias a quien cada uno entienda que se las debe dar). Eso es todo lo que yo tengo para decirte acá, y te lo digo, sintiéndome aludida por algunos de tus post. Lo demás, está en otro lado. Por supuesto que todos reescribimos a otros, el tema, es saber qué es eso que a lo largo de los siglos se reescribe, qué nos dicen, para qué. Esto sí es metafísica. Perdoná la intromisión, Tino.

Tino Hargén dijo...

Como adicto al diálogo que soy me entusiasma que se arme la ronda.

A todos: espero se haya entendido que la propuesta de ese juego “la primera novela de la historia hecha en coautoría” no implicaba querer establecer una primicia documental, por ello en el párrafo precedente a esa frase hasta hice explícita la salvedad. Más bien es un desafío a ver que sucedería si nos ponemos a hacerlo. Aparte no se trata de escribir un folletín del tipo “vos escribí los capitulos pares y yo los impares” o de un gesto político “hagamos una novela colectiva”, sino de saber que sucede a nivel intersubjetivo si se hace una novela dual, pero una novela a semejanza de las individuales, que tenga un rumbo, como imbricar el flujo de determinaciones creativas de dos individuos..

Inx: Muy interesante lo que estás haciendo. Pero una duda: a mi lo que apasiona especialmente es explorar los limites de la individualidad y la interacción personal en términos creativos, desde el interior del proceso creativo mismo. Me imagino, por ejemplo hacer un libro de poemas entre dos, ¿pero como? Hay varias formas de hacerlo y ponen en juego cosas muy diferentes. ¿Juntando poemas de ambos y armando un libro? ¿Planteando temas motivantes y escribiendo poemas individualemnte sobre ese tema acordado en común? Ejercitando un acto mediante el cual intentamos crear piezas entre dos, mezclando, imágenes, palabras, tonos, creando un espacio de decisiones compartidas?

Tino Hargén dijo...

Xenia: En parte tu comment pone sobre el tapete una de las aristas más conocidas del tema, dentro de la cual se dan la mayoría de los ejemplos conocidos: la novela colectiva como gesto más social que artistico. Yo en mi post no pensé en confrontar la “colectividad” contra la “individualidad” en un sentido político, aquella como acto contestatario de rebelión frente al dominio de un orden individualista, más bien enfoco a explorar el misterio creativo de la comunión interpersonal en el fenómeno mismo de la autoría, hasta donde es posible desindivualizarse para crear, hasta donde es posible conformar “espacios” de producción común, de que modo la obra puede ser de dos, y no la suma de la de uno y la de otro. Pero no plantearía al menos ningún cuestionamiento a la individualidad de la creación asociándola a algún tipo de egoísmo individualista criticable. Creo que la libertad de creación individual es también un derecho humano básico, pero que no inhabilita la experiencia de lo colectivo..

Por otro lado te referís a cosas que van en dirección de lo que quería indagar: toda acción creativa con el lengueje es colectiva desde el momento que trabaja con el lenguaje; y ese trabajo es precisamente como decís imbricar la parte de “subjetividad” que pueda existir con esa herencia “objetiva”. En el caso de la reflexión y la imaginación novelescas, creo que aparecen ligadas a una potencia “incompartible” del yo, a una perturbación eruptiva que necesita de cierta soledad y autonomía para mantenerse viva, y que entraría en peligro ante cualquier intento de manipularla en función de conjugarla con otra. En criollo: se imaginan un posible acuerdo de escritura: “esta parte tuya va , esta mía no va”, donse se tratara de “leer” donde está lo mío y donde está lo del “otro. Terrible. Y no se trata de un acto de autodefensa o de una lucha de celos propietarios de las ideas, sino una natural desesperación por controlar el mundo de nuestra libre creación. La salida posible que imagino es lograr sucesivos procesos de elaboración que difuminen el origen “individual” de lo creado, y a partir de allí si se sienta “eso” como un producto de la interactividad, sin referencias de pertenencia a uno u otro. Aceptar la autoría compartida implica un grado de desindividualización que se puede resistir sólo en la medida en que esa “interacción” produzca una cosa diferente que haga “olvidar” nuestras huellas. Nos reconoceremos en la acción y en el producto conjunto, irreductible a la individualidad. Lo otro sería un mero acuerdo de individuos “buenos amigos” o de “caballeros” que aceptan unir sus aportes, y no me interesa.

Perdón si me fui por ramas, trataré de bajar del árbol en algún otro post.

Saludos a todos y nada de intromisiones eh, para mi es un placer leerlos aquí!!!!!!!!

inx dijo...

El trabajo en el que participo de poesía a dúo no fue muy elaborado previamente, sólo nos planteamos hacerlo y arrancamos. Es como una conversación, habla uno, el otro responde reescribiéndolo, agregando, tirando una punta nueva que el otro puede tomar o no. Se trata de ir viendo, en el camino, hacia dónde se va. Todo es sorpresa, en un sentido y confirmación,en otro. Como dialogar, Tino, pero amorosamente.

Anónimo dijo...

"La más interesante que conozco no es en red ni anónima, y la llevaron a cabo un puñado de escritores rosarinos."
Si sigue así, dentro de poco, Xenia le adjudicará a Rosario el descubrimiento de la máquina para curvar el tiempo.
Lo único que le importa a esta mina es hablar de ella.