El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 13, 2011

Disparen contra el posmodernismo francés


Si alguna vez, tras tediosas lecturas, sentiste cierto fastidio contra la intelectualidad posmoide francesa de los Derridas, Foucaults, Deleuzes y Lacanes, y te asaltó la duda sobre si todo eso no se trataría tan sólo de una montaña de triquiñuelas mierdosas en jerga enrevesada y oscura para encantar a las serpientes lectoras, bueno, Don Mario Bunge te proporciona un verdadero ejemplo de contundencia afirmativa en ocasión de escribir el prólogo del libro del venozalano Gabriel Andrade titulado “El posmodernismo, ¡vaya timo!”.

El canadiense Stephen Katz que ha analizado en varios trabajos este tema decía “parece haber un abismo entre aquellos que ven el giro posmoderno como un retapizado neoconservador de los mismo viejos arreos, y aquellos que lo ven como una ruptura largamente postergada con las doctrinas modernistas en la educación, la estética y la política”.

La discusión todavía está viva entre los validadores del recurso del juego oscuro, la parodia y la indeterminación poética como potenciación del alcance de la indagación filosófica y los "tradicioalistas" que no rinden la bandera de la soberana claridad de la razón, prerrogativa de toda buena ciencia y filosofía. No habría que descartar en los posmoides siempre haya prevalecido una intención estética por sobre la filosófica, un interés de seducción puramente artístico que implicaría una cierta envidia hacia la literatura como modo de comunicación intelectual. Al fin y al cabo el uso de la jerga posmoderna sería la confesión subejtiva de las veleidades estelares de los estudiosos duros cansados de la seria aridez de las respuestas obtenidas en sus mundos académicos; la invasión de las debilidades mundanas del Yo en la filosofía.


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