Todos los países deben tener una política inmigratoria, que podrá ser de izquierda, socialista, progresista o humanista pero política al fin que supere la inacción absoluta. Querer identificar como "de derechas" la idea de la existencia de cualquier política de planificación y control migratorio es una falacia. Sería deseable y posible una política enmarcada en un plan de desarrollo racional, con acciones proactivas planificadas con fundamento científico-social. Ningún país serio del mundo deja que sus fronteras sean un colador descontrolado a merced de corrientes que se establecen en la concurrencia entre la desesperación de unos para colmar la ambición de explotación de otros. Como sucede en las ciencias urbanísticas, cuando el estado está ausente, cuando no existe la ley que ordena para contribuir al equilibrio social y a la protección de los más débiles, las leyes del salvaje mercado son las que terminan planificando los movimientos migratorios sin ninguna racionalidad más la de una transacción en términos primitivos: los desesperados de un lado son succionados por los explotadores del otro que ven en la mano de obra miserable, clandestina y esclava una forma de obtener un lucro suculento, una verdadera hiper-plusvalía de la miseria. Los flujos migratorios espontáneos deben tenerse en cuenta pero bajo un sistema planificado que regule los ingresos en función de políticas inclusivas que contemplen cuales son las posibilidades de radicación para los que ingresan, asigne racionalmente los flujos de acuerdo a una demanda establecida de antemano y efectúe las previsiones de asignación de vivienda e infraestructura necesarias.
La forma óptima de gestionarlo sería con acuerdos entre los países involucrados, no en modo unilateral por parte del país receptor. En el caso de Argentina y los países limítrofes no habría ningún impedimento en hacerlo dado las buenas relaciones que existen entre los gobiernos actualmente y sería un tema casi obligatorio en la agenda de la UNASUR. Poder avanzar en acuerdos y leyes de regulación migratoria sería una forma básica de blanquear todos partes intervinientes en el proceso, desde la empresa que necesita mano de obra y desearía contratar inmigrantes para determinado oficio en determinado lugar, y los interesados en radicarse en el país que se anotarían en un registro abierto en su país de origen con estrecho contacto con el país receptor. La regulación de una actividad tan compleja como es el acto migratorio no puede ser asociada de ninguna manera a conceptos como xenofobia, represión o discriminación.
La forma óptima de gestionarlo sería con acuerdos entre los países involucrados, no en modo unilateral por parte del país receptor. En el caso de Argentina y los países limítrofes no habría ningún impedimento en hacerlo dado las buenas relaciones que existen entre los gobiernos actualmente y sería un tema casi obligatorio en la agenda de la UNASUR. Poder avanzar en acuerdos y leyes de regulación migratoria sería una forma básica de blanquear todos partes intervinientes en el proceso, desde la empresa que necesita mano de obra y desearía contratar inmigrantes para determinado oficio en determinado lugar, y los interesados en radicarse en el país que se anotarían en un registro abierto en su país de origen con estrecho contacto con el país receptor. La regulación de una actividad tan compleja como es el acto migratorio no puede ser asociada de ninguna manera a conceptos como xenofobia, represión o discriminación.
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