Bajo el marco nervioso de un espacio urbano desbordado por las demandas mundanas y las crucifixiones de deseos, Maxi y Romina se conocieron en una marcha a favor del matrimonio gay. Enseguida se juntaron en un bar y unas cuantas birritas de por medio arreglaron verse para salir de telo el siguiente martes. Y así fue que todo bien venía. A Maxi le alcanzó para habitación con hidro y ya estaban a medio desvestirse cuando ella le descubrió el tatuaje de La Cámpora en el pecho lampiño. Notó que ella lo miró raro, y se dio cuenta como venía la mano porque vio que su cartera sobresalía un fajito de panfletos de Victor De Genaro para la elección de la CTA.
—Asi que sos un forro K, apropiador de los setenta, envenenador del ambiente…que cagada…!Yo estoy con Pino!...
—Pero andá, conchudita, andá con tu forro traidor a TN y hacete garchar por Bonelli…
Después de un minuto de vestirse en silencio, ambos con gesto de encono se disponían a irse…
—Boludo, mirá el momento que me hacés pasar, justo que había elegido probar a curtirme un tipo…
—Bueno, disculpá pendeja, a mi también me jode, y era mi prueba también, que te creés…
A la salida del telo, caminaron una cuadra sin decirse nada y casi al punto de quebrarse los dos se despidieron sin gestos, para que la ciudad los absorbiera de nuevo, devueltos indemnes a su verdadera condición, devorados por el plasma gaseoso de la era, por la fastuosa epopeya de la diversidad humana que siempre se termina disolviendo en el crimen de la opción. Y quizá comprendieron que sencillamente no eran buenos tiempos para otro tipo de elecciones que las binarias.
—Asi que sos un forro K, apropiador de los setenta, envenenador del ambiente…que cagada…!Yo estoy con Pino!...
—Pero andá, conchudita, andá con tu forro traidor a TN y hacete garchar por Bonelli…
Después de un minuto de vestirse en silencio, ambos con gesto de encono se disponían a irse…
—Boludo, mirá el momento que me hacés pasar, justo que había elegido probar a curtirme un tipo…
—Bueno, disculpá pendeja, a mi también me jode, y era mi prueba también, que te creés…
A la salida del telo, caminaron una cuadra sin decirse nada y casi al punto de quebrarse los dos se despidieron sin gestos, para que la ciudad los absorbiera de nuevo, devueltos indemnes a su verdadera condición, devorados por el plasma gaseoso de la era, por la fastuosa epopeya de la diversidad humana que siempre se termina disolviendo en el crimen de la opción. Y quizá comprendieron que sencillamente no eran buenos tiempos para otro tipo de elecciones que las binarias.
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