El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

septiembre 10, 2010

De nuevo la inseguridad edilicia



Una nueva tragedia en un boliche porteño pone en escena el tema de la seguridad edilicia. En este caso, por la información que circula, se trataba de un entrepiso que colapsó, algo bastante semejante a lo ocurrido en 1987 en la confitería Highland Road de la ciudad bonaerense de San Nicolás.

La mala relación entre la sociedad argentina y los valores preventivos de la seguridad es histórica. No sólo tiene que ver con las sospechas de corrupción que rondan permanentemente ante cada caso de habilitaciones en las que la decisión compete a funcionarios públicos -fundadas o no- sino que también incluyen el malsano uso político que suele hacerse de valores como el respeto a las normas de seguridad. Hay imbéciles que con tal llevar harina para su costal político son capaces de asociar la inflexibilidad que se debe tener a la hora de hacer cumplir normas de seguridad de cualquier tipo con autoritarismo. O dar a entender que es síntoma de “libertad” andar por ahí cagándose en cualquier prescripción sea para subirse a un avión o para ir a un recital.

En este caso particular se observa una vez más la poca conciencia que en general se tiene de la gravedad que significa trasgredir una limitación de sobrecarga estructural. Y la responsabilidad es un poco de todos; desde los profesionales que no informan con la debida dureza los riesgos que se corren y no aconsejan a las autoridades imponer mayores medidas preventivas hasta el usuario que desoye indicaciones y los dueños o administradores en caso de lugares públicos que no conducen a la gente o no se ocupan de controlar el uso.

En estructuras existe responsabilidad del que habilita y otra del que usa y administra el uso de esa estructura. Y en esto no es sencillo encontrar el punto de equilibrio. Las autoridades dejan librado demasiadas cosas al arbitrio del usuario o administradores del lugar, porque de otra manera habría que aplicar medidas muy restrictivas.

Ante esto una de las claves del criterio de seguridad a adoptar por las autoridades de control que habilitan pasa por cuantas variables se dejan libradas a las determinaciones del usuario o administrador. En casos donde se prevé riesgos agravados por el mal uso se debe actuar con un mayor grado de severidad arbitrando diferentes medidas.

Una de ellas es exigir un mayor coeficiente de seguridad para las sobrecargas admisibles que ponga a cubierto a la estructura de cualquier exceso accidental como por ejemplo un caso especial de afluencia de gente incontrolable o cargas dinámicas. Esta medida brinda un mayor "margen de error" en situaciones donde se prevén desbordes de parte de los usuarios. En esto es crucial el sentido comñun y la capacidad de análisis de los profesionales responsables de la habilitación. Si un dueño de local propone un entrepiso interno destinado a 30 personas en un local bailable general donde hay un total de 500, es evidente que el descontrol del acceso es algo altamente probable y que ese entrepiso pueda terminar de albergar a 100 en vez de 30 personas en ciertas situaciones. En este caso hay que estudiar si es conveniente habilitarlo como tal o es preferible no hacerlo, para evitar desbordes. las medidas de control no aparecen muy claras ni fáciles de implementar.

Otra es disponer de elementos adviertan al usuario y al propietario o administrador los límites máximos de uso que deben ser respetados. Carteles del tipo “alarmantes”, grandes, con letras rojas, grafismos claros y leyendas como “capacidad máxima X personas- precaución” , “peligro de derrumbe” etc. La gente al no ser persuadida del riesgo tiende a reaccionar con mayor inconciencia. Extrañamente no se suelen colocar los debidos anuncios preventivos que si se colocan en otros riesgos; indicadores que deben ser de tono ALARMANTE, aunque caiga antipático, iguales a los que se ponen, por ejemplo, en los riesgos de electrocución –un tablero de alta tensión- donde se indica gráficamente con una calavera pintada de color fosforescente para que el mensaje entre líneas quede bien clarito: “si lo tocás sos boleta”. Un colapso por sobrecarga o fatiga de un entrepiso mata igual que una descarga de 20.000 voltios sólo que no se acostumbra a medir de igual forma los riesgos.


Un ejemplo fácil de entender lo tenemos con los ascensores. Pueden estar habilitados y en condiciones, pero no pueden admitir una sobrecarga más allá del límite, entonces hay una responsabilidad de uso. Si la capacidad máxima es 280 kg o 3 personas y suben 7 personas se puede caer y entonces la culpa no es del que lo habilitó. En materia de advertencias deberían usarse carteles “alarmantes” de los mencionados y no esos minúsculo letreritos que dicen “capacidad máxima: 280 kg”. Pero lo más seguro es colocar un sensor de sobrepeso con corte automático. Es decir, si desoyendo las indicaciones suben 7 personas a un ascensor que admite 3 el sensor electrónico de sobrepeso dispara automáticamente el corte de la energía para evitar el arranque de la cabina. Aunque estos dispositivos parecen bastante más complicados de implementar en entrepisos se debería estudiar qué posibilidades existen de usarlos.

2 comentarios:

Ana Lopez Acosta dijo...

Qué buena entrada Tino! "La mala relación entre la sociedad argentina y los valores preventivos de la seguridad es histórica" Creo que eso es una clave de muchas de las desgracias a las que aludiste y de otras que no mencionas. Y efectivamente los políticos manipulan esa negación de los valores de la prevención.

Cuestiones tan diversas como el uso del cinturón de seguridad en los vehículos; el respeto a los semáforos; el respeto a las indicaciones de peligro, son vistas en parte de la sociedad como alertas a transgredir, situación absolutamente estúpida, que deriva - me parece y a grandísimos rasgos- de una carencia en la educación, ya sea familiar como de las instituciones educativas.

Transporto chicos habitualmente, muy pocos están acostumbrados a colocarse el cinturón de seguridad, invariablemente los que lo usan es porque sus padres los "perforan" literalmente con la conciencia de la necesidad de su uso para preservar- se ( para poner un ejemplo sencillito)

Tino Hargén dijo...

Gracias Ana, comparto totalmente tu comentario, tal cual, los avances se consiguen con edudación.