El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 23, 2009

Fútbol para todos, o la insoportable imperfección de la realidad


No se si imperfecta es la palabra correcta, pero es la primera herramienta expresiva que viene a mi mano en este ejercicio de pseudo reflexión acogotado por el tiempo que pongo en marcha, casi de emergencia. Se trata de intentar describir ese abrumador nudo que entorpece la elucidación aprobatoria o condenatoria de las puntualidades políticas complejas en una sociedad. En latino américa nunca fue fácil poder ceñirse a los modelos ideológicos desarrollados en Europa. Aquí las cosas siempre vinieron mezcladas de un modo enrarecido. La izquierda aquí jamás logró penetrar en el sentido común de las clases populares a pesar de ostentar uno de los discursos progresistas más desaforadamente a favor de los desposeídos de todas las izquierdas del mundo. Los liderazgos populistas, muchas veces al borde del autoritarismo, han convivido en general con altos niveles de corrupción personal, pero fueron también los que pudieron establecer algunos destellos de redistribución de ingresos que implicaran un relativo beneficio a los sectores más desfavorecidos del reparto de felicidad.

Las medidas de gobierno son imperfectas y contradictorias por naturaleza ¿pero que sucede cuando esas imperfecciones se traducen en contradicciones brutales, en la consumación tanto de ofensas como de defensas a unos valores que uno considera esenciales? ¿Se puede ofender un valor y al mismo tiempo defenderlo? Si se es corrupto pero a su vez se obra a favor de intereses populares ¿dicha corrupción queda mitigada en su consecuencia? Si alguien es sano y honesto pero obra a favor del poder económico concentrado ¿qué ponemos por delante a la hora de formar nuestra opinión sobre él? Demasiada densidad de interrogantes para ser trivializados en una breve jerga de entretenimiento. La vieja y querida colusión de principios

Esta inquietud me llega a propósito del reciente cambio en las transmisiones del fútbol argentino. Medida imperfecta si la hay que inmiscuye inorgánicamente al estado en una forma bastante oscura en la televisación de unos espectáculos futbolísticos junto a una más oscura aún entidad rectora de dicha especialidad. Si no hubiera otras prioridades evidentes que atender es obvio que le llegada del deporte mas popular a través de canales abiertos es un asunto deseable e importante hasta a un nivel simbólico y psicológico. ¿Será la hora de contentarnos con pequeñas revanchitas para sentir una sensación representativa de algún grado de liberación?

Advierto que ciertos escenarios promueven casi compulsivamente que formemos opinión a partir de sensaciones y no de razonamientos. Es que esa parece ser la propuesta de esta era del hiper-mensaje mediático al que todos los estamentos de la comunicación pública se adhieren; someternos a escenas de alto grado de estímulo para que nuestras respuestas de basen en reacciones emocionales antes que en puesta en juego de los resortes de la razón que permitan desplegar un calmo y detallado cotejo de valores y referencias. El sólo hecho de haber sepultado esas execrables transmisiones televisivas de los partidos ciegos, donde se relataba con vibrante fervor mientras la imagen remitía a una tribuna -obscena alegoría del propio poder de control del goce ajeno que era capaz de imponer- paga a favor de esta medida a pesar de que encierre tal vez monumentales incongruencias.



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