El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 17, 2007

Una excepción a lo inconcebible

Todos la quisieron tener. Un poco o demasiado, más ninguno había podido hacerla suya en realidad. Ella era una pulpa de durazno bien llovida, tenía las dosis justas de trigos y dorados para pasar por indiecita entre pelirrojos y por blonda entre morenos. Una tierna joya de las entrañas fértiles de una madre de amoríos virulentos y piel aceitosa engrosada por la simiente de un apuesto y refinado comerciante. Su cuerpo era un autódromo de curvones veloces, bien dotada y mejor puesta a punto por el abono constante de la mejor preparación psicofísica. De su madre supo que el mejor negocio para una mujer que quisiera volverse honestamente deseable hasta comprometer seriamente el patrimonio de algún hombre era parecer una puta sin serlo de verdad.

Él era poco atractivo y de medianos caudales económicos, pero cuestiones no relacionadas estrictamente con el amor fueron las que hicieron posible la consumación de la epopeya. Enracimadas las extremidades, alisadas las aristas de la habitación contenedora, todo se redujo a una cópula culposa y ceremonial, donde él parecía desear que sus miembros se volvieran algodonados para desechar todo filo, con la única viva voz de unos murmullos blandos capaz de hundirse hasta las infinitas sensaciones sin fricción alguna. Debía estar a la altura de la oportunidad, valía la pena atormentarse en pos del mayor enternecimiento de sus sentidos. La pena era que no quedarían registros visuales de semejante desmentida a la fatalidad de lo inconcebible, él no se hubiera perdonado contaminar ese paraíso con cámaras digitales ni celulares indiscretos, entonces deseó escribirlo, atesorar la experiencia sublime en la segura tradición de las letras. Pero a poco de pensar cómo podría plasmar en palabras el sentido profundo de lo que acababa de lograr se dio cuenta que caería en los lugares comunes habituales para estas situaciones. Fraseos vulgares y decolorados, tan imbéciles e insuficientes “me he comido un bomboncito increíble”. Se acostó tarde esa noche, depositó su cuerpo sobre el colchón, miró hacia el cielorraso en penumbras para imaginar las fingidas estrellas habituales y adelantó el reloj para que esa noche durara más; todo lo posible. Sin esperar demasiado tuvo la inspiración que lo condujo a encender la luz, tomar una lapicera y escribir algo así como una frase de la que el plagio a Eladia Blázquez pudiera ser tal vez la única objeción posible.


Porque no es lo mismo que coger honrar la pija”.

( En la edición de Editorial Melocotón luego aparecería como: “Porque no es lo mismo que hacer el amor honrar el pene” )

4 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantó

Anónimo dijo...

Es bueno volver al camino de lo
perdurable y verdadero, pero qué buena cogida se mandó mientras tanto el pibe, un "maestro".

Jorge Alberdi dijo...

Funciona Tino, pero ¿har referencia a lo real?

Tino Hargén dijo...

La ficción es la ficción amigo Jorge !!

abrazo