El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 28, 2007

La reseña más fácil del mundo

Diversos ecos han actualizado el diferendo entre Quintín y Omar Genovese. En mi caso, fuera de toda animadversión personal, hay cosas que rodean al susodicho Quintín que me llamaron y me llaman la atención y en este comentario quiero dejar nuevamente constancia. Comenzaré por sus parloteos a modo de reseñas libreras, que ya fueron motivo de un profuso debate bloguero en el cual también participé con algunos posts y comentarios a fines del 2005 y principios del 2006.


En aquella ocasión la polémica se estableció a partir de sus reseñas sobre la antología cuentística “La joven guardia”. Si aquellos comentarios me parecieron excesivos esto que hizo con “Peripecias del No” de Luis Chitarroni y que me he tomado el trabajo de leer por puro morbo, en mi modesta y respetuosa opinión, me resultó sencillamente insoportable. Sus intervenciones agrupadas en hasta ahora 9 capítulos se titulan “El libro más difícil del mundo” y no son más que horas y horas de un ejercicio interpretativo laxo con la supuesta meta de explicar una obra que no se puede entender. El resultado queda fuera de todo control de escala que el más mínimo sentido común sugiere ya que expone una brutal asimetría entre el objeto de estudio y tanta construcción textual excesiva, impertinente e inoperante a su alrededor. No existe enfoque crítico teórico alguno que las sustente, no se evidencia tampoco alguna otra intención conceptual de fondo que brinde alguna orientación. Son líneas que a medida que se acumulan por mera adición ponen en evidencia su gratuita vacuidad. Simplemente se remiten a sumar más y más especulaciones inconexas hasta conformar una catarata arbitraria y anodina, coronada además por una desmesurada reproducción de partes del texto original. La única recurrencia que podemos encontrar son sus permanentes “apuestas” en pos de adivinar las ocultas intenciones del autor detrás de cada palabra que ha estampado en su obra, acto de por sí inconducente pero agravado por los “fundamentos” divagantes y fuera de todo contexto que utiliza para ello. Es que Quintín practica una especie de física newtoniana de la literatura, supone que cada palabra escrita tiene una causa que corresponde desentrañar y su metodología para alcanzar este fin es operar una suerte de asociación libre en la que nada de lo humano le parece ajeno. Como ejemplo basta leer en el capítulo 8 sus razonamientos indagatorios acerca del uso de parte del autor de la palabra Trichinopoli y de una cita de John Cage.

Alguien podría argumentar que lo de Quintín es nada más que una “lectura comentada”, bien, pero entonces vaya forma tan perturbada de leer, Me pregunto si se obtendrá alguna especial delectación estética con eso de erigirse detective privado del libro que se está leyendo cuando para colmo se llega al final sin descubrir al asesino. La única conclusión a la que podríamos llegar es que con Quintín se invierte el orden natural de las cosas; si quieren entender el sentido de los 9 capítulos de “El libro más difícil del mundo” lean su reseña en “Peripecias del No”, allí encontrarán las claves ausentes en el texto original.


Otra cuestión menor que no deja de llamarme la atención es la ubicuidad del tipo, parece tener enormes facilidades para acceder a medios que responden a diversos intereses, y también una notable habilidad para conseguir compañeros de publicación en el ámbito web últimamente; basta ver las variadas compañías que tuvo en “Los trabajos prácticos” y las que tiene ahora en “La lectora provisoria”; desde filósofos jet set friendly que calificarían para integrar la foto de los personajes del año de la revista Gente, hasta escritores de esos que son tan politicamente correctos que si les preguntaran dónde les gustaría vivir declararían que en una villa miseria.

Yo, que tengo unos pocos perros que apenas toleran verme ladrar a su lado, siento una sana envidia.

1 comentario:

Miguel P. Soler dijo...

Respecto a su "método" exhaustivo, no hay mucho que decir, salvo que atenta contra e irrita al lector sagaz, que de alguna manera, espera una síntesis iluminativa del texto tratado.
Respecto a su "ubicuidad", tampoco hay secretos. Julio, si uno se dedicara tiempo completo a los medios, es posible aparecer en varios lados a la vez. Es una cuestión de prioridades, y como en todos lados: de contactos.