El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 07, 2007

Albúmina humana


El lector siempre se reserva el derecho de admisión de sus autores.



Probar a durar se puede. Es mantenerse con la llama piloto de la expectativa encendida, entre el nervio domado de las pasiones moderadas. Hay que destilar finamente las rebeldías furibundas para poder efectuar el consumo diario de la existencia, evacuar la electricidad estática de la propia moral cuyas secuelas se resisten a ser ignoradas.

¿Quién asegura que quemarse el destino en unas pocas apuestas bruscas nos traerá mejores resultados?

No nos pueden demoler las firmezas y construirnos encima como terreno arrasado.

¿Cuál es la medida de una palabra suficiente?

La medida se siente al absorber el instante disuelto en la brutal inercia de la repetición. Al colar un fino aroma de estremecimiento bondadoso dentro de la imprecisa gama de hedores trágicos que emanamos. Observar como su pasiva belleza traspasa las paredes es un espectáculo que se renueva diariamente en su capacidad de retención. La ansiedad es tan incómoda que la ciencia considera que debe ser tratada, cuando no es más que un latir estructural del deseo, una diligencia probatoria de la efectividad de transitarse urgente.

Las palabras y los hechos son las dos únicas cosas que jamás pueden ponerse de acuerdo, tienden a cero de compatibilidad, apenas se miran y ya aterrizan en picada. Hacer de los preparativos de la decisión todo un fin en si mismo es una forma de resolver la elevada intensidad de la conciencia, aquella que nos interroga cada vez más seguido por los resultados, harta de soportar nuestros discursos disuasivos. Demoremos todo lo posible la fecha de lanzamiento de nuestra candidatura a la subasta pública, nunca estarán resueltos los detalles de último momento, el secreto mejor guardado es el secreto mejor dormido.

Los tiros verbales pierden potencia cuando arriba el fastidio por el sabor deshabitado. Estar en contra de todo y a favor de nada es el camino más elegido, el reverso de una moneda popular, la nota en la contratapa del diario íntimo, el rechazo tajante al destrabe del sueño. La lucha contra la materialidad de las desilusiones es obligatoria, de nada vale declararse incompetente porque las demandas acumuladas no acaban en el olvido, se pervierten en la más drástica proyección imprevista. Me propuse un día ser testigo de todos los hechos trascendentes, descubrir donde se cuecen los almuerzos del mundo, hacerle una nota al centro del universo, al secreto infinito, a la pregunta sin respuesta que sin embargo se contesta. El manifiesto es la fiesta masculina que se escribe con la mano, la superficie es una ficie enorme, el higo maduro de aquella tarde insolada, el sonido de las palomas en la siesta. Toda reflexión nos hace infelices si no reconocemos que conduce al poder, a los cuernos podridos del poder, a la única explicación imposible de doblegar, al sendero luminoso de la convergencia cívico militar, al lado ciego de la ideología perfecta, a la bolsa que envuelve el muñeco carbonizado por el miedo y la tristeza.

Prometer es el verbo más popularmente incumplido, anunciarse entre redoblantes como estrella invitada a la ventura pálida del enésimo abandono. Es útil sopesar con los labios las propiedades estupefacientes de lo detenido, comprobar entre café y licores la brutal inercia de una grata vegetación de ultramar. Lo peor es saber que uno se doctoró en ciencias de la libertad y nunca ejerció la profesión, mientras el diploma de volador se aprieta infame contra una pared cualquiera.

Veo entre tinieblas interferidas el paso de un cortejo de amígdalas, unos patoruzúes neoclásicos van a abrir un boquete en el muro de los lamentos, mientras el taxi que me pasea, aporteñado en su canyengue rodamiento, se inmiscuye en la avenida de lo espeso y un cartel me informa que estoy pasando frente al palacio de la paja frígida. El dolor de cabeza escapa por las ventanillas, leo un olor a cigarrillos bohemios como restos fósiles de décadas de oro, bolsas envolviendo poesías, pasos a nivel con campanillas. Vuelvo al desorden de mis músculos desparramados por la cama. Los derechos son reservados, preservados, refrigerados, de todos modos esta edición está agotada.


Reseco hogar
la bujía perenne
de mis corazones absolutos
de mis tótem de paz desbordantes
Ustedes todo lo pueden
tal vez haya algo que no
pero prefiero no averiguarlo


La tierra prometida tiende a hacerse cada vez más inaccesible, ¡es que se la prometieron a tantos!



Música Pavlov´s Dog "Standing here with you"

1 comentario:

Isabel dijo...

Qué extrañas sensaciones me ha provocado tu post desde hace un par de días. Mezcla de paz y de desazón, quizá por verme reflejada en algunas de sus ideas. El modo en que terminas no me ayudó a disminuir mi sensación de melancolía... se la prometieron a tantos...y sin embargo se desprende de tus palabras una elección y una decisión tomadas bajo el estandarte de una libertad más libre que cuando se tienen grandes sueños de grandezas y de luchas.
Quién sabe dónde tiene uno la paz. Si en la tierna comodidad de lo conocido o en las apuestas bruscas que todo lo arrasan y que todo lo invaden de oscuro cuando se pierden. Quien nada arriesga, nada gana, pero quizá es mejor no ganar y no perder.