El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 06, 2007

Observaciones distraídas I

Uno a menudo se siente atraído por una persona, un tema o un paisaje. Cuando ello sucede una fuerza bien concreta nos pega a ellos y estimula un cierto intenso grado de concentración. Deviene entonces, por mera emergencia de oficio consecuente más que por intención, un espacio de foco que se beneficia con el logro de un nada despreciable nivel de profundidad. Pero hay veces que rápidamente después de esa atracción que nos deposita en el seno de personas, temas o paisajes, llega una súbita distracción que nos devuelve fuera de inmediato, nos expulsa sin haber podido más que merodear un poco. Flota de inmediato un duda derivada de la insuficiente experiencia; no sabemos si pudimos haber penetrado alguna esencia honduras adentro, o tan sólo hemos atestiguado algunos preámbulos de superficie. Por ello, los juicios derivados de estas distracciones padecen una serie de reputaciones peyorativas que penalizan sus holguras y sus desajustes concientes. Pero todo eso es injusto; son las observaciones distraídas, por más que adolecezcan de infidelidad a la sustancia decantada, las que guardan ese jugoso tenor exploratorio insuperable de los sobrevuelos.



¿El poeta no es un escritor?

Ultimamente he notado que algunos autores acostumbran a referirse por un lado al “escritor” y por el otro al “poeta”, como si el genérico “escritor” no fuese pertinente para referirse a quién escribe poesía como si lo es para señalar a quién escribe novelas, cuentos o ensayos. ¿Existirá algún mensaje posible detrás de esta tal vez insignificante distinción convencional de nombres? Tal vez la aclaración tácita de que un poeta no es un escritor esté actuando como advertencia; el poeta es quién posee licencia para apoderarse del lado prohibido de la lengua, no escribe ni narra ni explica ni expone ni relata ni comenta ni analiza ni indaga ni entretiene ni atrapa ni describe, el poeta suena. Suena y hace sonar a los resecos, sangra y hace sangrar a los muertos, colma el vientre de los hambrientos, el poeta afina y ladra, contrae y revienta. La poesía no es ni ficción ni no-ficción, es fisión.

Pero la poesía ¿es ficción o no-ficción? Mi sensación es que a la poesía le sienta bien gozar una presunción de autenticidad, una extraña característica que la reviste de una especie de alta fidelidad de autobiografía sensible, una fama de documental de las entrañas. Quién lee bellas alegorías sobre la experiencia de un amanecer, una angustia, un eco, una iluminación, una erupción, de ningún modo en primera instancia pensaría que son ficticias. Si bien obviamente existen grandes obras de ficción en la poesía, creo que las historias escritas en verso cuando cobran vida por si mismas pareciera que ya no son poesía; al hacerse evidente su carácter ficcional parecen escaparse de sus preservados dominios.




Música: Robert Fripp String Quintet - Bycicling of Afghanistan

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi idea (o mas bien la de Lacan) es que, "la verdad tiene estructura de ficción, o sólo puede ser medio dicha” . Hay un punto imposible más allá de cualquier verdad. Esto significa que la verdad no puede decirse toda, que sólo se “medio dice” y que se define en torno a un relato estructurado por el lenguaje y definido por lo que el psicoanálisis llama “lo inconciente”.

Tino Hargén dijo...

Mariana
En este caso respecto de la poesía me interesaba indagar el traje de confesión que viste, es decir hablar en términos de autenticidad y no de verdad. Estoy familiarizado con las teorías lacanianas que van más hacia como se expresa el inconciente en tanto está estructurado como un lenguaje y lo hace a través de figuras, tropos, trucos, relatos. Lo de la “media verdad” es una de las expresiones correspondientes al punto donde Lacan pone las ficha principales de su teoría; lo no dicho, lo no sabido de un saber, que tiene que ver con la metáfora primigenia, la que produce la primera sustitución, la primera falla, la primera falta; en definitiva la metáfora del Nombre del Padre era, no?…Bah, perdonanme pero en su momento me comí tantos libros de y sobre Lacan que no quiero volver ;-)

Saludos y gracias