“Desconfiad de los que vuelven la espalda al amor, a la ambición, a la sociedad. Se vengarán de haber renunciado a ello”
Emile Cioran
Emile Cioran
(Borrador ciento veintidós, pasarlo a la carpeta de la novela corta “Los atrincherados” )
El presente informe poético fue enviado por un comando literario oculto que se infiltró entre las ruinas de unas barracas contaminadas en los suburbios de una gran ciudad y halló una brigada todavía operativa del Aguantadero Universal Para Las Almas Sin Leche. Los vecinos, sobrevivientes de la implosión de las últimas sinagogas y catedrales las llamaban las trincheras de la miseria, debido a que todos los rezagos de delirios de grandezas del mundo acudían allí en busca de una cura al flagelo de la miseria de espíritu. La mayoría optaba por ordenarse en el sacerdocio de la Pura Negación que requería sólo de una capacitación sencilla pero no permitía aspirar más que a una ignota profesión de lametientos de marginales. En cambio, muy pocos de animaban al juramento por la esterilidad inconmovible de la resistencia y la aceptación del sacrificio pagano requerido que consistía en el acto de reemplazar el contenido natural de los testículos por el espurio fluido sintético oficial. El raro desorden orgánico que desencadenaba esta ablación comenzaba por hacerles crecer los escrotos hasta ahuecarlos, para que finalmente estallaran.
El comando tuvo que abstenerse en esta estadía de una profusa red de tentaciones degradantes que en ese entorno se practicaban tales como comerse a un boliviano que asaban a la parrilla o someter a una sesión colectiva de sexo anal en violación a una ancianita de ochenta años, todos actos que se celebraban como ofrendas totémicas a la libertad del asco revalorizado.
“La tragedia de la pasión incompleta es esa macabra maratón de soportar la implosión pulverulenta de las estatuas, reservarse para los mejores momentos un celoso orgullo dispuesto a barrer cualquier brote de prudencia, como un monumento enclavado sobre resinas movedizas. Son tramas de señuelos, cantatas a la incineración deconstructiva, vocinglerías del helecho regado con querosén. Puesto a elegir prefiero guardarme la receta del mejor huevo pasado por agua que se pueda comer en todo el hemisferio sur y poner todos los señaleros de mis pasos a nivel en huelga, que los trenes que arrollen gente sin que nadie llame a la ambulancia; no soy responsable del golpe de estado que han sufrido mis ángeles de la guardia, ya no me dejaré seducir por cualquier iniciativa dichosa. Ultimar las reservas de anclajes si es necesario planear más liviano, pero jamás dejarse usar de cebo para los ejercicios crematorios de los invaginados ni habilitar zonas de blandura para ponerla a disposición de la avaricia de los Amos de la ruindad. Sepan que pieza a pieza con paciencia de araña he construido este informe, sin ánimo dañino ni vanidades, con la altura que los tiempos requieren
Pude varias noches penetrar en la intimidad del líder Melko, el sabihondo, con físico de boxeador carnicero y aliento de caballo a dieta de cardos fumigados con glifosato, suele rezongar los días en que la humedad le inflama las prótesis de siliconas que usa en sus testículos. Siempre lo acompaña Luxor, su viejo amigo de buen pasar que le donó el dinero para la operación, es el único que en tales jornadas también le presta su oído.
-Una vez le escribí a una muchacha: Entre tu carótida latente y mis manos avarientas de vapor jamás habrá punto de comunión, torceremos juntos el trapo mojado de la vida entera y sólo quedará un juguito podrido de piedras por el que tendremos que negociar en una cumbre terminal...
El tercer elemento de periódicas apariciones era Progressor, un bronceado emisario del Poder que se dedicaba a verificar el cumplimiento de los contratos de convivencia. Se movía en una cuatro por cuatro excesiva y contaba que leía tanto a Rorty como a Chomsky. Como buen numerario consolidado, era poco afecto al uso hiperbólico del lenguaje; a pesar de haber atemperado sus pragmáticos instintos con una educación probadamente refinada, su discurso no podía sustraerse a una prosa muy fenicia, casi transaccional.
-Había quedado claro para todo el mundo el contrato entre las partes; les cambiamos explotación por reviente. Nosotros los explotamos, ellos lo aceptan y se callan. Se les entrega la licuación cultural a cambio de la intangibilidad de nuestro infinito económico. Nosotros cumplimos. Ellos mientras tanto se descerebran en erupciones narrativas y obedecen las pautas de consumo hasta el límite de su disposición biológica, aunque nosotros también les limpiamos la suciedad y los destrozos que dejan. Es decir que además le damos ese servicio…
-Nosotros también cumplimos –Melko esta vez replicó orgulloso y henchido de placer mientras se quemaba la retina con un libraco bajado de internet impreso en baja resolución- Los fusiles están bien guardados…
-No le estaba reclamando nada a usted -agregó un Progressor sibilante tras culminar una chupada a su cigarrillo- En definitiva, nosotros les suministramos tres variables sociales de venta libre: la palabra, el cuerpo y la rabia. Ustedes pueden hacer lo que quieran con ellas, porque la ley suprema de los buenos negocios es no juzgar. A pesar de que me produce vómitos en lo personal, por ejemplo, ver como abusan de las palabras hasta desilabarlas, les hacen daño y se empalagan en oscuridades…
Progressor respetaba cierta oralidad en su manera de ser escrito, en su modo de hacerse textual, de textualizarse, de convertirse en metonimia física"
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