Aunque creo se va agotando el tema y ya he leído suficientes análisis y opiniones que me tranquilizan, trato de despedirme del asunto con algunas nuevas vueltas de tuerca surgidas de recientes lecturas.
El artículo de Jorge Panesi es una perlita negra. Argumentar la literatura como suspensión de la moral para justificar el afano de Di Nucci es de un grado inconcebible de imbecilidad intelectual. Un título que daría para debatir concepciones filosóficas del arte y de los valores estéticos y morales en un plano general no puede usarse para este menester de exculpar un afano doméstico. Es como si me robo un cuadro para venderlo en una feria y al ser capturado le digo al juez que me amparo en “la suspensión de la moral en las artes plásticas”. Los actos donde se manipulan obras literarias que se someten a las leyes civiles que nos afectan al común de los mortales ciudadanos de este país no son excusables bajo la fianza de una aplicación absurda de una pseudo-teoría literaria.
Percatado Panesi de que hay en torno al tema un costado civil-ético-legal y otro artístico, divide las aguas: primero se sitúa fuera del hecho civil y se interna en el campo artístico para cometer una reivindicación estética del robo en la literatura con la sencilla premisa de que “todos roban”, “todo es un robo”, para en el final cerrar celebrando lo que para él fue “un robo bien hecho”. Que lástima por Panesi, ni siquiera en ésta acierta, porque un robo bien hecho es aquel que no es descubierto. Después reconoce la competencia legal en el tema, niega el plagio pero acepta el robo, por lo que lisa y llanamente hunde al pobre Di Nucci más en la oscura ciénaga de la vulgar estafa, y sólo le faltaría aprobar la revocación del premio en ese caso. No se entiende su extrañeza con el jurado porque “cuando la leyeron como literatura la premiaron” y luego al aplicar la ley y saber la verdad la revocaron. Es obvio, la incidencia del robo en el resultado literario es la prueba más elocuente del calibre del fraude cometido y la esencia de los méritos que Di Nucci usurpó con toda intención para único beneficio de si mismo, para su gloria y prestigio como autor individual.
En otra semejante confusión caen varios de sus defensores, la mayoría de ellos vinculados a la facultad de calle Puán donde Di Nucci enseña. Daniel Link denuncia algo así como que toda la intolerante reprobación al hecho pasa porque se aplica un concepto de propiedad intelectual capitalista. Parece que la posmodernista posliteratura necesita un concepto de propiedad diferente. Sólo pensar que la posmodernidad, que podría bien considerarse el doctorado consagratorio del capitalismo, pueda implicar una lógica que contradiga su concepto de propiedad es un desvarío insustancial; tal vez algunas propiedades intelectuales –como las vinculadas a la industria discográfica- dejen de importar si ya no es negocio defenderlas, pero otras como las farmacéuticas o de tecnologías industriales por ejemplo, gozan de buena salud. Después un tal Julián aporta una interpretación casi en el mismo sentido acusando a los que reprobaron la actitud de Di Nucci de obedecer a la “legalidad burguesa”. Este argumento se refuta en primera instancia con el sólo análisis de la actitud de Di Nucci. Si aún aceptáramos que se trata de una actitud sólo condenable dentro dicha “legalidad burguesa”, el despremiado copiador participa y acepta sus reglas de juego -más aún su concepto de propiedad intelectual- al firmar como autor en busca de obtener un premio concebido desde una lógica y un entorno pertenecientes al más puro varietal burgués. No mencionó el libro que copió torpemente, tampoco invocó intertextualidad alguna, sólo sustituyendo nombres y algunas palabras que le sonaban muy “españolas” explotó un trabajo ajeno para hacerlo pasar por suyo y hacerse acreedor en forma egoísta de los méritos y beneficios individualistas -y burgueses ya que está- de su autoría, con desprecio de la autora robada y de los otros colegas que limpiamente enviaron sus trabajos. Distinto es si Di Nucci hubiese presentado o editado en forma de libro este trabajo de copia como un ejercicio de transformación de textos inscripto en una concepción o en un contexto donde sea explícito su apartamiento de la autoría individual, y obviamente no estampara únicamente su nombre –en este caso su seudónimo- en la tapa. Si Di Nucci no creía en el supuesto concepto burgués de autoría ¿por qué que lo firmó con su nombre y nada más que su nombre, y además salió en los medios a hacerse cargo del triunfo?
No me parece que la discusión central deba enfocarse hacia la literatura intertextual contra la original, o el uso de las citas explícitas contra las implícitas, sino hacia la esencia del acto que es el fraude y que no es para nada un concepto burgués. Explotar por la espalda el trabajo de otro autor para recibir recompensas personales es condenable desde cualquier concepción por más socialista o libertaria que sea. La propiedad intelectual puede que sea un asunto regulado por los derechos económicos, pero el respeto a la autoría y las creaciones de las personas es un derecho humano básico esencial; las obras de una persona son inviolables como la persona misma, y no pueden ser robadas ni explotadas sin consentimiento. Cometer fraude respecto de terceras personas con el único fin de obtener un beneficio personal es un acto condenado en todas las ideologías antiburguesas. Por otra parte es falso que exista un concepto socialista negador de la autoría, si así fuera Marx no hubiera firmado sus libros como autor individual, ni nadie le daría tal reconocimiento por su obra, pues se trataría de una hipotética concepción que no reconocería vínculo creador alguno entre una persona determinada y una obra. El concepto socialista apunta, muy por el contrario, a preservar los derechos humanos naturales e inalienables de los autores con sus obras -entendiendo como obra el fruto de su trabajo honesto y su auténtica y libre expresión- para protegerlos de las maniobras de ”explotadores” como Di Nucci que los sustraen vilmente para obtener un beneficio personal.
A pesar de que estoy convencido que ningún ser humano con talento e inteligencia que quiera ser escritor se le ocurriría ir a la Facultad de Letras de Buenos Aires a “formarse” para ello con “maestros” como Panesi, Link, Di Nucci y compañía, siento miedito por los todos los que allí concurren a que les enseñen que toda literatura es robo, sobre todo porque de allí saldrán docentes que exportarán esta visión de la literatura como indeclinable cementerio de la creación. Sospecho con benevolencia que no es un cinismo canallesco el que los anima, sino tal vez una mezcla de defensa corporativa de intereses con despechos estructurales. Esto último es común en el resentimiento de los estériles que elevan su baja autoestima racionalizando su infertilidad intelectual con la idea de que todos la padecen. Los que están condenados por haber llegado tarde al reparto de talento creador, y que han vivido llenando de arrugas sus pupilas para analizar lo que creaban los demás usurpando el talento ajeno y alimentándose de él como ingrata carroña, de pronto se quieren convencer que nadie jamás hubo creado nada. Preocupa que las opiniones de semejantes desgraciados del intelecto sobre el talento ajeno sean para algunos una referencia seria de crítica literaria a tener en cuenta.
El artículo de Jorge Panesi es una perlita negra. Argumentar la literatura como suspensión de la moral para justificar el afano de Di Nucci es de un grado inconcebible de imbecilidad intelectual. Un título que daría para debatir concepciones filosóficas del arte y de los valores estéticos y morales en un plano general no puede usarse para este menester de exculpar un afano doméstico. Es como si me robo un cuadro para venderlo en una feria y al ser capturado le digo al juez que me amparo en “la suspensión de la moral en las artes plásticas”. Los actos donde se manipulan obras literarias que se someten a las leyes civiles que nos afectan al común de los mortales ciudadanos de este país no son excusables bajo la fianza de una aplicación absurda de una pseudo-teoría literaria.
Percatado Panesi de que hay en torno al tema un costado civil-ético-legal y otro artístico, divide las aguas: primero se sitúa fuera del hecho civil y se interna en el campo artístico para cometer una reivindicación estética del robo en la literatura con la sencilla premisa de que “todos roban”, “todo es un robo”, para en el final cerrar celebrando lo que para él fue “un robo bien hecho”. Que lástima por Panesi, ni siquiera en ésta acierta, porque un robo bien hecho es aquel que no es descubierto. Después reconoce la competencia legal en el tema, niega el plagio pero acepta el robo, por lo que lisa y llanamente hunde al pobre Di Nucci más en la oscura ciénaga de la vulgar estafa, y sólo le faltaría aprobar la revocación del premio en ese caso. No se entiende su extrañeza con el jurado porque “cuando la leyeron como literatura la premiaron” y luego al aplicar la ley y saber la verdad la revocaron. Es obvio, la incidencia del robo en el resultado literario es la prueba más elocuente del calibre del fraude cometido y la esencia de los méritos que Di Nucci usurpó con toda intención para único beneficio de si mismo, para su gloria y prestigio como autor individual.
En otra semejante confusión caen varios de sus defensores, la mayoría de ellos vinculados a la facultad de calle Puán donde Di Nucci enseña. Daniel Link denuncia algo así como que toda la intolerante reprobación al hecho pasa porque se aplica un concepto de propiedad intelectual capitalista. Parece que la posmodernista posliteratura necesita un concepto de propiedad diferente. Sólo pensar que la posmodernidad, que podría bien considerarse el doctorado consagratorio del capitalismo, pueda implicar una lógica que contradiga su concepto de propiedad es un desvarío insustancial; tal vez algunas propiedades intelectuales –como las vinculadas a la industria discográfica- dejen de importar si ya no es negocio defenderlas, pero otras como las farmacéuticas o de tecnologías industriales por ejemplo, gozan de buena salud. Después un tal Julián aporta una interpretación casi en el mismo sentido acusando a los que reprobaron la actitud de Di Nucci de obedecer a la “legalidad burguesa”. Este argumento se refuta en primera instancia con el sólo análisis de la actitud de Di Nucci. Si aún aceptáramos que se trata de una actitud sólo condenable dentro dicha “legalidad burguesa”, el despremiado copiador participa y acepta sus reglas de juego -más aún su concepto de propiedad intelectual- al firmar como autor en busca de obtener un premio concebido desde una lógica y un entorno pertenecientes al más puro varietal burgués. No mencionó el libro que copió torpemente, tampoco invocó intertextualidad alguna, sólo sustituyendo nombres y algunas palabras que le sonaban muy “españolas” explotó un trabajo ajeno para hacerlo pasar por suyo y hacerse acreedor en forma egoísta de los méritos y beneficios individualistas -y burgueses ya que está- de su autoría, con desprecio de la autora robada y de los otros colegas que limpiamente enviaron sus trabajos. Distinto es si Di Nucci hubiese presentado o editado en forma de libro este trabajo de copia como un ejercicio de transformación de textos inscripto en una concepción o en un contexto donde sea explícito su apartamiento de la autoría individual, y obviamente no estampara únicamente su nombre –en este caso su seudónimo- en la tapa. Si Di Nucci no creía en el supuesto concepto burgués de autoría ¿por qué que lo firmó con su nombre y nada más que su nombre, y además salió en los medios a hacerse cargo del triunfo?
No me parece que la discusión central deba enfocarse hacia la literatura intertextual contra la original, o el uso de las citas explícitas contra las implícitas, sino hacia la esencia del acto que es el fraude y que no es para nada un concepto burgués. Explotar por la espalda el trabajo de otro autor para recibir recompensas personales es condenable desde cualquier concepción por más socialista o libertaria que sea. La propiedad intelectual puede que sea un asunto regulado por los derechos económicos, pero el respeto a la autoría y las creaciones de las personas es un derecho humano básico esencial; las obras de una persona son inviolables como la persona misma, y no pueden ser robadas ni explotadas sin consentimiento. Cometer fraude respecto de terceras personas con el único fin de obtener un beneficio personal es un acto condenado en todas las ideologías antiburguesas. Por otra parte es falso que exista un concepto socialista negador de la autoría, si así fuera Marx no hubiera firmado sus libros como autor individual, ni nadie le daría tal reconocimiento por su obra, pues se trataría de una hipotética concepción que no reconocería vínculo creador alguno entre una persona determinada y una obra. El concepto socialista apunta, muy por el contrario, a preservar los derechos humanos naturales e inalienables de los autores con sus obras -entendiendo como obra el fruto de su trabajo honesto y su auténtica y libre expresión- para protegerlos de las maniobras de ”explotadores” como Di Nucci que los sustraen vilmente para obtener un beneficio personal.
A pesar de que estoy convencido que ningún ser humano con talento e inteligencia que quiera ser escritor se le ocurriría ir a la Facultad de Letras de Buenos Aires a “formarse” para ello con “maestros” como Panesi, Link, Di Nucci y compañía, siento miedito por los todos los que allí concurren a que les enseñen que toda literatura es robo, sobre todo porque de allí saldrán docentes que exportarán esta visión de la literatura como indeclinable cementerio de la creación. Sospecho con benevolencia que no es un cinismo canallesco el que los anima, sino tal vez una mezcla de defensa corporativa de intereses con despechos estructurales. Esto último es común en el resentimiento de los estériles que elevan su baja autoestima racionalizando su infertilidad intelectual con la idea de que todos la padecen. Los que están condenados por haber llegado tarde al reparto de talento creador, y que han vivido llenando de arrugas sus pupilas para analizar lo que creaban los demás usurpando el talento ajeno y alimentándose de él como ingrata carroña, de pronto se quieren convencer que nadie jamás hubo creado nada. Preocupa que las opiniones de semejantes desgraciados del intelecto sobre el talento ajeno sean para algunos una referencia seria de crítica literaria a tener en cuenta.
13 comentarios:
Tino, los argumentos que defienden al premiado despremiado me parecen patéticos, y no puedo creer que personas que yo suponía con más de una neurona se hayan dedicado a decir semejante cantidad de disparates. Lo que no puedo negar es que son creativos, porque correr por izquierda ("¡propiedad intelectual capitalista!") a los que se indignan con el ladrón que se ganó robando un premio que otorga un medio como ése, que es absolutamente funcional al sistema, merece OTRO premio, pero al humor, porque yo me imagino que están hablando en joda.
Y lo de la "suspensión de la moral" para no ser penado por la "legalidad burguesa" daría lugar a otro premio a la ocurrencia, todos premios que obviamente (como el de Di Nucci) serían contradictorios por lo burguesa de la situación en sí misma, (de premios) en el sistema capitalista dentro del que vive el premiado, y organizado por quienes ya conocemos (que no creo que quieran hacer la revolución socilaista)
Si lo querían defender a Di Nucci, yo creo que hubiera sido más poético y enternecedor acudir al argumento ése del protagonista de la película "El cartero", que cuando se siente descubierto por haber copiado los poemas de amor que escribía a su amada, ante el reproche contesta sonriente:
"Es que la poesía no es del que la escribe sino del que la necesita"
¡Qué buen artículo! Es tan inteligente que me parece que me lo voy a copiar en Milanesa, pero sin nombrar a Tino, arquitecto y amigo, por esta vez "la fuente", y lo voy a firmar de mi puño y letra. Se me ocurrió, no sé. ¿Qué podés haber gastado en escribir todo esto: un arrebato de ira racional bien utilizada, un par de neuronitas, otro par de horas, la preparación de toda una vida de pensamiento, etcétera? Me imagino que no te molestará. Hacer el copy paste me cuesta apenas unos segundos. ¡Mejor aún que en Milanesa, la saco en La Nación, como una nota de opinión! Ahí me pagan, y lo leen miles de personas. Y a ver si consigo que me defiendan de una buena vez en las altas esferas actuales de la imprescindible Carrera de Letras de la UBA...
Julio, creo que el tema "teórico" lo agotaste por completo. ¿Y si sacamos una solicitada pidiendo que a la patota panesiana se la expulse de la UBA por contradecir los principios básicos de la ética educativa que los contrata? Al fin y al cabo, la enseñanza pública los mantiene, y resultan tan ñoquis como Madonna Quiroz o el mismísimo Luis D'Elia (más a tono con el quiebre de camuñe). Aunque ésto último es un exceso, sorry, a ver si piensan que encima de homofóbico, soy heterosexual.
Abrazo.
A lo mejor, si hago eso, consigo obra social gratis en Dosuba, un sueldito todos los meses y que alguien se haga cargo de mi jubilación sin poner un peso. ¡Como hacen los que firman la cartita de Puan! ¡Buena idea!
Es cierto Silvia, realmente los agumentos que dan son patéticos. Da pena realmente la
la terrible insolidez de parte de esta supuesta nueva -joven y no tan joven- intelectualidad pseudo posmo, integradas por una extraña corporación de puaneros, nerds, académicos y afines, que con este episodio muestra una hilacha de penosos filamentos al borde ya de una dignidad intelectual extinguida. Puedo suponer algunas razones pero en el fondo no me explico de donde sale tamaño espiritu de cuerpo, o será que Di Nucci está bien dotado y muchos le deben favores pasionales? Bueno, si fuera así sería infinitamente más razonable que la espiral de insentaces que llegan a sostener.
Gustavo. ¿Y si hacemos un taller místico de copiata literaria?? “Haga su novela ganadora”, “le enseñamos a afanar textos de todo tipo de autores”, enviéla a su nombre, llévese los laureles y la biyuya!!!
Omar, por cierto, buena idea, eso me olvidé de escribir, al fin son empleados de la enseñanza pública bancados por los mangos que ponemos todos.
Y si, la heterofobia crece día día, y los heterofóbicos están en todas partes, es para preocuparse realmente …
A todos:
Gracias por escribir, a Gustavo, che, me dejás hacer intertexto con algun cuento de Playa Quemada que quiero meterlo en un concurso en España? Pero vamos y vamos eh!!!!!!!
Si vamos y vamos está todo bien, man. Pero acordate de cambiarle el apellido al menos a algún personaje, para que sea un hipertexto valuado por Schettini!
Mi buen Tino:
que tu capacidad analítica no se vea afectada por el reduccionismo de la bolsa de gatos. Vos sabés que una universidad forma principalmente (o debería hacerlo) autodidactas. No es un secundario y Panesi no enseña a robar. Miles de docentes reprueban el copipasteado y lo señalan tratando de delimitar que es fraude, que es intertexto y que es experimentación. Si tenemos un análisis esclarecedor no embarremos la cancha. Yo fuí a Puan y es más lo que saco de positivo que los mismos bloggers que ahora defienden a Di Nucci. Pero hay algo que se pierde en toda esta "triste" (para mí) discusión: la defensa de una novela insustancial, absolutamente de poco riesgo y carente de interés estilístico o argumental. Eso es lo triste, que ese "riesgo" de hacer pasar unos gramos de sustancia ajena, no valen la pena, no han dado por resultado un "Adán Buenos Aires", ni un "Ulises", ni siquiera un "Homenaje a Roberto Arlt (dónde la impostación y el guiño crean la intersección necesaria para reconocer el robo.) Estas cosas traté de expresarlas en Kaputt en dos post: el de ayer y el último que escribí en Gesell. Es lamentable, porque tengo en mucha estima (intelectual también) a Jorge Panesi. Hay un término que ví poco escrito en este farrago de post y solicitadas cruzadas, y es el tan nebuloso pero necesario concepto de "honestidad intelectual". Y no lo digo para ser aplicado a Di Nucci, sino para la crítica académica que, una vez saltada la liebre, debería haber callado evitando argumentos ad hoc que sólo muestra debilidad y falta de criterio. Por suerte, no ví entre los firmantes la cátedra de Latinoamericana. Y esa es una ausencia significativa para mí: ahí hay gente que realmente profesa una pasión por la crítica, la enseñanza y la producción académica, que falta en muchos otras parcelas de Puán.
Perdón la incontinencia textual, pero hay que separar y clasificar para evitar reduccionismos que podrían herir a gente que vale.
Un abrazo.-
Miguel
En mi texto se mezclan dos cosas.
La primera es una convicción personal (que no es definitiva y se halla “en construcción”) acerca de poner en tela de juicio lo que una facultad de letras del perfil general de la de la UBA puede contribuir a lo que yo considero esencial para la formación de un escritor. De hecho las facultades de letras no tienen entre sus objetivos formar escritores sino profesores o licenciados, es decir, su objetivo es, por decirlo de un modo muy grueso, de formación cultural y no artística. En el mejor de los casos puede contribuir a formar buenos lectores y eso es obvio que es una herramienta positiva para un escritor pero de ningún modo creo que sea suficiente, y si se reduce sólo a eso hasta puede ser nociva. No veo que en una facultad como la de letras se contribuye a fomentar la productividad creativa, no veo que se apunte a eso sino que la finalidad queda acotada al campo de una ilustración téorico-técnica. En tu caso, bueno sería preguntarte si has ido allí en busca de ampliar tu formación cultural o por puro gusto por la literatura, y cuanto ha contribuido tu paso por allí en tanto tu gestación como escritor, si ha apuntalado tu posicionamiento como creador, que herramientas conceptuales y actitudinales ha ayudado a consolidar en apoyatura de tus condiciones naturales. Este tema tan interesante sería para desarrollar y charlar en otro contexto, fuera de la influencia puntual de este episodio.
Después, creo que hacés una objeción seria a mi planteo que se centra en el párrafo siguiente:
“A pesar de que estoy convencido que ningún ser humano con talento e inteligencia que quiera ser escritor se le ocurriría ir a la Facultad de Letras de Buenos Aires a “formarse” para ello con “maestros” como Panesi, Link, Di Nucci y compañía, siento miedito por los todos los que allí concurren a que les enseñen que toda literatura es robo, sobre todo porque de allí saldrán docentes que exportarán esta visión de la literatura como indeclinable cementerio de la creación”
La frase en realidad quería decir nada más que lo que decía: mi intuición de que nadie con talento e inteligencia iría a formarse con este tipo de docentes en particular, pero no descartaba ni execraba por extensión a toda la planta docente de la facultad o todas las cátedras o líneas que existen en ella, sino que quedaba acotadao puntualmente a este grupo citado. Obviamente sería un error grave evaluar de plano a todas las cátedras o líneas de una facultad por algunos de sus miembros, cuando por ejemplo he leído un comentario de Elsa Ducraroff que se aparta bastante de la línea seguida por Panessi. Por lo tanto Miguel tu objeción es acertada ya que mi frase no es del todo clara y puede entenderse desbordando a una reprobación o a un repudio de la totalidad de las cátedras basado sólo en las actitudes de algunos de sus miembros. En cuanto a lo que decís sobre Panesi que no enseña a robar, es evidente que no será asi explícitamente pero sucede que a veces hay expresiones públicas ante hechos ejemplares como éste y lo que allí se demuestra resulta demasiado contundente; la carta a La Nación firmada por un grupo de docentes y el artículo de Panesi a mi entender hablan por si mismos, y hablan demasiado.
Respecto del autodidactismo en la facultad, no llego a compartir del todo tu parecer porque me parece que hay cosas que suceden dentro del “microcosmos facultad” que influyen más de lo que uno puede estimar en principio sobre una mayoría de los alumnos y allegados. Las facultades en general, por el peso de su maquinaria académica establecen fuertes adhesiones obligadas que se terminan incorporando demasiado fuertemente a la formación. Aprobar las materias lleva a la “necesidad “ de creer en la línea de la cátedra elegida, imbuirse cotidianamente de ello contribuye a creer que en efecto eso es lo que existe. Es una versión más de la famosa “deformación” profesional de toda facultad. Por otra parte, siento que lo de Letras se recuesta demasiado a la tarea de establecer el canon, a bendecir a determinados autores, a veces acompañados de alguna corriente teórica ,como sucedería en cualquier facultad dentro de casi todas las ciencias sociales, pero otras desde una elección casi caprichosa acompañada de explicaciones de cuestionable coherencia ya que no dejan en claro por qué son bendecidos unos y no otros.
En lo demás estoy plenamente de acuerdo con tu comentario, en lo básico se trató de la honestidad intelectual, y de cómo con argumentos tan poco presentables se pretendió forzar la ubicación de este asunto dentro de un análisis o debate técnico cuando carecía de la entidad estética suficiente para estarlo.
Voy a leer tu segundo post de Kaputt sobre el tema.
Abrazo
JULIO
Permiso, ¿puedo meter la cuchara? (aunque el guiso esté frío, ya debe tener unos cuantos días, pero lo leo recién hoy). Bastante de acuerdo en casi todo, Tino. Que alguien tome todo o parte del trabajo de otro y lo haga pasar como propio me parece mal. Pero al haber estudiado Letras, me sorprendió un poco el último parágrafo (más o menos como a Miguel). Letras no forma escritores, por supuesto. Ni ningún taller literario. No sé si hay un lugar para eso ni cómo podría ser, lo único que se me ocurre que puede ayudar es una buena biblioteca. Siempre recuerdo la frase de Monterroso (la cité antes, seguro): “Digan lo que dijeren, el escritor nace, no se hace. Puede ser que algunos nunca mueran, pero desde la antigüedad es raro encontrar uno que no haya nacido”. Es una invitación a no tomarse en serio, ¿no? Fui a Letras porque me gustan los libros y no perdí la capacidad de maravillarme por haberlos desmenuzado durante años (esta mañana leí “Hay, en el aire, una serenidad de cristal solo” en un cuento de Di Benedetto y se me cerró la garganta). Mi primera clase fue con Panesi y fue brillante, aunque lo que haya dicho ahora me parezca una torpeza. Lo que estudian Letras no se creen todo lo que le dicen, ni siquiera si lo escuchan de boca de la gente que respetan. Si hay algo que te enseñan es justamente a cuestionar todo, y agradezco eso. Creo que por ahí viene lo del autodidactismo de Miguel, si no entendí mal. Una profesora, Adriana Amante, dijo (y lo recordé toda la carrera) “tengan en cuenta que siempre es más difícil estar de acuerdo con una teoría que intentar refutarla, porque en el primer caso van a tener que demostrar que no se dejaron seducir por el autor”. Alguna vez me bajaron la nota diciéndome “tu análisis está muy bien, pero no mantuviste la distancia crítica”. Digo esto por lo de la necesidad que mencionás de apegarse a la línea de la cátedra. Si uno realmente cree que eso es la única verdad, es que era idiota desde antes, no hay por qué echarle la culpa a la Facultad. Claro que hay que seguir la línea para aprobar la materia: quizás te comenté (a alguien, en algún con muá, se lo dije) que presenté dos laburos sobre Kafka al mismo tiempo, bien divergentes, en Siglo XX (Link) y Alemana (no me acuerdo la profesora pero se le daba mal el español). En los dos me saqué nueve. Y no me enamoré de nadie, te digo. Un beso.
Vero
No creas que no me acordé de vos y de Miguel que han estudiado en Letras, como los miro a la cara ahora ;-)))
Ahora en serio,puede que les haya sonado medio fiero el párrafo, como que venía con ondita de desprecio encubierto por los que estudiaron Letras. ! Naaaaaaaada que ver cheeee! En la respuesta a Miguel amplío y expongo algunas ideas más al respecto, pero en todo momento el tema central es que facultad no forma escritores, en la que estás de acuerdo. Fijate que escribí expresamente “A pesar de que estoy convencido que ningún ser humano con talento e inteligencia que quiera ser escritor se le ocurriría ir a la Facultad de Letras de Buenos Aires a “formarse” para ello…. “
Es decir que doy cuenta aliviado de esa limitación porque mi preocupación se centraba en el perfil de escritor que se desprende de los comentarios de Panesi y los citados. Luego hago público el miedo por el mensaje docente en cuanto a "la literatura" que bajaría de alumnos formados siguiendo la pautas que dejan entrever las actitudes de los citados.
Letras tiene poco que ver con formar escritores, tal vez del mismo modo que artes visuales y arquitectura tengan poco que ver con formar pintores y arquitectos por ejemplo, aunque éstas últimas pongan mayor énfasis en ello al menos nominalmente.
Yo pasé por una facultad de arquitectura, y dentro de ella había cátedras que contibuyeron positivamente a mi formación como arquitecto y a mi formación intelectual, y otras que fueron nefastas. Pero creo que la mayoría de mis compañeros - me incluyo- íbamos a la facultad en busca de un título y unas habilidades para trabajar y no de formarnos como arquitectos. Son cosas que aún durante mis años de estudiante me di cuenta que funcionaban en planos diferentes.. Si yo hubiera elegido formarme como arquitecto seguramente hubiera descartado de plano más del 50 % de los docentes que me tocaron, pero en mi epoca la mayoría de las cátedras no eran electivas asi que poco uno podía hacer por evitarlo.
No digo que cualquier carrera sea solo una acumulación de información y no implique una pauta de desarrollo creativo, ya que al menos te enfrenta a resolver un mínimo de situaciones que ayudan a construir tu personalidad intelectual: elaboración de tesis, monografías, propuestas, juicios críticos, etc.
En conclusión, de todo aprendizaje universitario obviamente que se rescatan cosas positivas, y muy importantes como las que vos citás: la estructura intelectual, el juicio crítico, la formación de un criterio, la independencia de opinión. Si uno en efecto tiene condiciones de autodidacta y quiere ser escritor, pintor, arquitecto o filósofo seguramente una facultad será un elemento más de su formación, sólo que yo no estoy seguro que la mayoría de los alumnos tenga ese sano perfil autodidacta que te libera y te permite sustraerte a esa seducción-succión.
Un beso y espero que esto no me ponga a todas las chicas de letras en contra;-)
Bueno, al menos hay un estudiante de letras que no está pidiendo mi cabeza, fíjense sino lo que escribe Alejandro Soifer hoy en Nación Apache
Leí lo de Soifer, interesante, salvo lo de la materia "Escritura Creativa" que propone, me suena a taller literario, desconfío, qué le voy a hacer, es un rollo mío, por ahí a otra gente le sirve.
Pero yo no pedía tu cabeza, che, es que había leído, además de tu texto, el comentario a Miguel, fijate desde "Respecto al autodidactismo..." hasta "y no otros" y dije, ojo, que yo no me comí ninguna, ni el grupo que hizo la carrera conmigo tampoco. Claro que hay quienes tragan sin masticar, como en todos lados, supongo, y a ésos creo que te referís, pero de verdad no creo que conformen la mayoría. Estuve adentro y no lo vi así. Siempre hay boludos que le dan mala fama al resto, encima son los que hacen más ruido. Ahora me acuerdo de que cuando conocí a Inx me dijo "pero vos sos macanuda, che, no parecés de Letras". ¡Ja!
Vero, lo de "pedir mi cabeza" es una jodita, pero suponiendo lo que podrían pensar otros de Letras, no vos, yo se que tenés tu carácter fuerte mujer pero no tanto como para decapitar a un amigo ;-)
Ok, el tema al final que quedamos rondando es la actitud frente a lo que implica la influencia de una facultad, el autodidactismo, etc. Tu testimonio desde adentro es muy valioso, por ay es como decís vos, son los más boludos los que se hacen sentir más, como pasa en casi todos los ámbitos, yo en general -es mi impresión personal. pienso que influye mucho
y en mucha gente, al menos por lo que leo en los blogs de gente que participa de ciertas estructuración común.
De lo de Soifer -que demuestra obviamente que hay posturas diferentes alli- si bien no comparto varios de sus comentarios, me parece muy interesante porque toma cuenta del problema de una enseñanza universitaria que en general es refractaria a fomentar la creatividad personal. Lo que el llama como el nombre supuesto de " escritura creativa" no me parece que tenga que asemejarse a un taller literario, tendría que ser mucho más que eso, depende de como se lo encare.
un beso
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