El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 14, 2006

El día que bombardearon Punta Del Este


"...Todo en la vida merece el perdón o el paredón final. Y la lisonja regalada a los infradotados suele ser el mayoritario arrepentimiento.

Las fortunas por un lado, los desafortunados por el otro, y en el medio todos sus amigos en común. No quedan ni rastros de las misiones imposibles en las que fuimos espías, delatores, héroes, salvadores, fumadores o vírgenes. En el lóbrego tornillo sinfín de la existencia, somos imberbes esperando el debut sexual con los dioses.

La consigna es cosechar la corriente estática que se acumula en los vientres hasta reventar, la que nos obliga a vomitar caliente por el mero hecho de la novedad. Por eso apelamos al placer fácil de la escritura que es el más imbécil de los entretenimientos, para despertarnos de la decadencia final; a los gritos, de a chorros, en puntas de pie o a los pisotones.

Somos, provisoriamente y en definitiva, mercenarios de la palabra aunque donemos los honorarios. Porque en el fondo nos divertimos, como cuando salimos después de una tormenta de granizo a ver si han quedado abollados los techos de los automóviles.

La desgracia ajena es el mejor afrodisíaco...”



Un extraño virus narrativo-bélico me atacó y las consecuencias pueden leerse completas en Nacion Apache

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