El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

julio 19, 2006

De frente y de perfil


Este comentario se basa en la repercusión en todos los medios del conflicto gremial en el diario Perfil de Buenos Aires. Una gran parte la pude seguir a través de las publicaciones de Nación Apache.

I
La explotación del potencial laboral de la juventud desocupada es una práctica que se intensificó durante la revolución improductiva menemista, pero constituye una estrategia típica de la cultura neoliberal a aplicar principalmente en las economías emergentes donde se permiten todo tipo de prácticas de discriminación en las selecciones laborales y donde la relación entre el astronómico número de aspirantes y la módica cifra de puestos de trabajo generados permite aplicar infinitos “que pase el que sigue”. En el campo del periodismo aún más se enfatiza este efecto, ya que los jóvenes que pueblan escuelas de periodismo, carreras de comunicación social o talleres literarios, pugnan con gran fervor por hallar una salida laboral que se halla concentrada en unos pocos grandes medios. A partir de esta base es común que se produzca el fenómeno del histeriqueo de la empresa empleadora dotada de esplendor mediático, que hace suspirar de deseo al cúmulo de desocupados ansiosos de formar parte del rebaño consagrado.

El más común de estos recursos inhumanos que saben explotar muy bien es “chapear” con el potencial simbólico del nombre de la empresa para pagar menos y obtener más del trabajador. “Vas a trabajar en el diario Profile, sos uno de los genios del privilegiado y triunfal 5% que superó las difíciles 7 etapas de selección entre miles de aspirantes, vas a estar codo de por medio con Lanata, con Castro”. Seducir con la pompa del nombre y la promesa de adquirir un terrenito en el firmamento. La receta dice que los trabajadores pondrán ese plus psicológico para trabajar por dos mangos pero con el convencimiento de que son genios, estrellas y por sobre todo ganadores que encima están contribuyendo en un puesto de combate social a la Primera Gran Revolución Etica Mundial, y desde ese puesto formarán parte de una cruzada social a favor de los más preciados valores de la democracia y la libertad de expresión. Un estado de exaltación productiva del trabajador basado en fabricar en su cabeza una bomba de soberbia progre, mezcla de conformismo, autoestima elevada y capacidad de sacrificio. Para ilustrar esta idea recuerdo el comentario que me hizo un amigo sobre sus avatares empre-salariales: “gané la calificación entre 200 aspirantes para el programa de Reingeniería y ahora soy Asesor Junior del Departamento de Development Entrepreneur de la Outsourcing Division de la compañía, pero viejo estoy podrido, lo que no cambió es que por poco me llevo la cama a la oficina de las horas que pasó ahí sin ver el sol, apenas si saco una luca más al mes y mi nuevo jefe es más hijo de puta que el anterior”.

Los fabricantes de negocios no son tontos, saben del hambre de estrellato que impera en el ambiente, y no son ajenos a saber que desde los blogs y otros medios alternativos de estas épocas va madurando al sol de un hermoso entrenamiento una mano de obra desocupada lista para ser la carne de cañón más eficiente y complaciente que se pueda conseguir.


II
Por filosofía y por constitución visceral estoy en condiciones anímicas de solidarizarme muy fuertemente con las partes más débiles en cualquier causa donde haya muestras explícitas de flagrantes injusticias sociales en el ámbito de la relación empleador-empleado. Máxime en este contexto del mercado laboral argentino donde los primeros gozan de las ventajas de una relación de fuerzas abismalmente desproporcionada a su favor, habilitándolos a extremos de conductas sádicas frente a la necesidad de los otros para imponer condiciones tanto en lo remunerativo como en la manipulación psicológica del aspirante y del empleado. Muchos dueños y gerentes a cargo de toma de decisiones se ensoberbecen ante tanta ventaja y se tientan de cometer a menudo aberrantes manejos. Pero lo que si me exijo para poder emitir opinión es alguna información precisa y profunda acerca del hecho, conflicto o situación particular, para confirmar que se trate realmente de una injusticia social ya que no estoy dispuesto a comprar cualquier operación de intereses –mediática y no mediática- que me quieran vender como tal. No me pongo del lado de nadie a ciegas, cumplan el rol de trabajadores o empleadores los involucrados, no regalo mi solidaridad ante el simple requisito de que me vendan cualquier paquete armado de “malos contra buenos”. Me parece muy peligroso el automatismo ideológico de ponerse de un lado sin conocer los reales términos y circunstancias de un diferendo, se parece a un vulgar prejuzgamiento con olor a moralina progre de la mala. Si se compran las historias sin más, se regala algo que es muy valioso como la genuina solidaridad y se la pone a expensas de cualquier oportunista que quiere obtener repercusión a favor. Hay gente que prefiere correr el riesgo de equivocarse antes que ser señalado en una incorrección política por una actitud más cauta. Muchos quizá conocen más de los casos de lo que públicamente se puede leer y entonces les resulta más sencillo definirse. En mi caso antes de tomar partido soy de necesitar analizar suficiente información, ya que la calle está llena de operaciones a favor de intereses políticos, económicos o sectarios presentadas como causas “políticamente correctas”.


En cuanto a Fontevecchia en si mismo, seguir practicando el deporte de fundar y fundir medios arrastrando tras de si un cúmulo de esfuerzo, trabajo y expectativas ajenas no me parece directamente condenable pero si un tanto delicado. Apostar a ese “negocio” de ser “el mártir de la comunicación” llevando consigo las expectativas de cientos de periodistas está bien siempre que les advierta la verdad sobre los riesgos a los que los expone en estos emprendimientos, pague el precio justo por sus trabajos y los indemnice por los perjuicios causados. Lo que me resulta llamativo es la repercusión y el grado de difusión que alcanzó el conflicto, con la invitación del gremio de prensa a la no firma de artículos en el diario, y toda la serie de notas publicadas a las que se agregan en estos últimos días la nota del gremio gráfico –que representa a la otra gran parte de los empleados de la editorial Perfil- apoyando a Fontevecchia. Me pregunto algunas cosas: ¿que pasa en Clarín, en Nación, en otros diarios del interior del país, en otras empresas? ¿Cuanto ganan los redactores ahí? ¿Nadie es “invitado” a presentar facturas? Son informaciones necesarias. La conducción del gremio de prensa y el de gráficos ¿que orientación política tienen? En un medio como Perfil que mantiene un manifiesto conflicto con el gobierno al menos no se debería descartar alguna incidencia de esta situación en el tono y la trascendencia que ha tomado el mismo.

Que quede claro que no estoy insinuando nada de nadie, solo marcando la necesidad de información básica para entender el fondo de una cuestión. Noto que pocas voces han puesto el dedo en este costado del asunto que merece ser lo menos ser investigado con un mínimo de profundidad. Las reacciones generalizas han pasado por volcarse de un modo fervoroso a favor del gremio y aprovechar para hacer punching ball con Fontevecchia o algunos de sus ocasionales defensores y besaculos. No lo ayuda mucho al editor esa cirugía estética culturosa que quiere imprimirle a su personalidad para dirigir el diario, y que resulta insuficiente para disimular las arrugas de su genética frivolidad y su divismo empresarial made in USA -de Chief Executive Officer-. Encima con una foja de servicios periodísticos que va de aquella Libre -que al menos ponía algunas buenas nenas en pelotas- a la inmunda Caras, tal vez el pozo ciego más oscuro donde pueda caer periodismo alguno.

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