El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

marzo 06, 2006

Anonimia, colectividad, autoría I

Este es un post que se suma a la red de textos vinculados entre varios blogs. Menciono los principales: Kaputt ( textos de Massei y Genovese), Doke Libertario, Apirronarse, Santos y Demonios, Añadiduras.

Esta primera parte se basa en el texto de
Massei en Kaputt ( de allí son las citas entrecomilladas ) que a su vez se relaciona al artículo de Luis Bardamu en el mismo espacio. En sucesivos posts continuaré con diversas cuestiones conexas. Los tiempos por estos días no me dan para concentrarme en un análisis minucioso y sólo me quedaría retomarlo más delante, pero como el blog es algo vivo y ciertas cosas tienen rápido vencimiento, asumo los riesgos de entregar ahora algunas ideas a nivel de rápidas notas al pié. Advierto frente a posibles amonestaciones por mi autoindulgencia y otras paparruchadas por el estilo con las que se me pudiera azotar, que este recurso de confesar mi escaso tiempo de dedicación no es excusa ni justificación ante una posible mala calidad de lo producido o de las holguras y desajustes de mis escrutinios. Quién quiera aprovecharse de ello para hacer leña, péguele que hay espalda.

I
“En algún momento se lo relacionó a Barthes y su teoría del no-autor o la des-autorización de la escritura. Se trató de una lectura antojadiza que se negó a sí misma a poco de expresarse. Bastaba con leer con Barthes. “

La democratización de la escritura publicada, sin filtros ni mediatizaciones a través de internet, produjo dos procesos simultáneos de “desautorización” que se pueden atar al mismo palo del juego semántico que provocan los término “autor” y “autoridad”: por un parte la ruptura del concepto de autorización como necesaria presupuesto de la escritura posible únicamente con permiso de la autoridad social instituida en el sentido de poder, y por la otra el estallido del concepto de “autoridad” en relación a la paternidad individual de los textos, con la invasión de los juegos de la anonimia facilitada por el medio y la profusión de los nicknames que se entrecruzan.

II
“A la firma, es decir al concepto de pertenencia de un texto, a la autoría, Bernard la consideró “fetichismo” y “reinado despótico del autor” entre otras sentencias un tanto temerarias. “

Creo necesario diferenciar dos conceptos que se unen permanentemente, y que yo procuraría separar con bastante estruendo: anonimia y colectividad autoral.

Yo anotaría tres puntos:

- La anonimia por inexistencia del concepto de individuación, lo que nos da un sensación de colectividad - incluyendo al arte espontáneo-, pero no una colectividad efectiva.

-La colectividad de un arte que responde realmente a una idea de producción articulada socialmente y sería la única que a mi juicio podría llamarse arte colectivo propiamente dicho.

-La autoría individual puntual o sucesiva ( versiones ) que queda en la anonimia por ocultamiento, desinformación o control externo.

Existen obras que no tienen autor porque son ejercicios de arte sin individualizar simplemente porque no existe la autoría como concepto –caso de las ilustraciones de Altamira-.
Mi casa la pintamos entre mi señora y yo pero a nadie le interesó el concepto de autoría, y no puede decirse que sea una obra anónima ni colectiva con intencionalidad de tal. La supuesta colectividad de una obra puede enmascararse tras el velo de la mera pérdida de información, o de la sucesión histórica de versiones o traspasos. Yo creo que debe existir una idea diferente y bien clara de la expresión sin individualizar para asociar esas anonimias a alguna instancia de arte colectivo. Quizá la idea de Luis quiera marcar que en determinadas sociedades existía cierta espontaneidad del arte sin registro de guardado de una relación de pertenencia individual, y que esa suma de expresiones espontáneas eran legibles como “arte colectivo”. Dificil es dilucidar esto sin una investigación antropológica precisa de cada contexto, poco se puede especular sobre autorías si no conocemos si en la sociedad históricamente particular que tomamos como referencia, existía una concepción de individuo con determinados derechos. Por ello será diferente analizar la grecia clásica del medioevo; y aún allí dentro, ver en que sector social nos referimos, ya que ¿tendría sentido llamar arte colectivo por ejemplo al arte de los esclavos de la grecia clásica? Una cosa es la colectividad desde un marco social de idea de producción colectiva, y otra es la anonimia obligada por anulación de la invidualidad de un artista que debía entregarle sus trabajos a su señor.
Asunto muy diferente son las obras que son anónimas solo porque quién las escribió no dejó testimonio de su nombre; o su nombre se perdió por diversas razones, o las instancias de poder superiores asumían tan control de las personas que por más que la obra respondiera de hecho a un creador individual, no se permitía que dicha persona se apropiara de esta situación.


Lo que rescato del “fetichismo de autor” de Bardamu no es que sea aplicable al concepto básico de toda literatura con autor de la historia, sino más bien se refiere a uno de los lugares donde ese concepto ha viajado en su derrotero evolutivo hasta ubicarse en los tiempos actuales en un estado extremo, donde ese fetichismo y ese reinado de la entonización de la personalidad del autor se ha fagocitado casi a los textos como organismos vivos y dignos de respeto, asfixiándolos en un mero rol secundario frente al estrellato del autor. El texto perdió todos sus derechos a manos de una maquinaria semiótica que se lubrica consumiendo el atractivo mucho más apetitoso y maleable de erigir personalidades auto-suficientes.

III
“Después, cuando su desenlace lo llevó hasta Internet y el blog, sin dejar de reconocer la sangrante contradicción entre un medio paroxísticamente individual y sus postulados colectivistas, afirmó que se trataba de una fuente inagotable de “herejías sin apellido” y se preguntó, o deseó, una “prodigiosa creación literaria colectiva”, en algún futuro medianamente próximo.”

No creo que Internet sea un medio más individual que cualquier otro, es un soporte que por su flexibilidad puede llamar al engaño y hacer creer que posee la forma del tipo de expresión que segmentariamente vemos dominante, pero su característica central es opuesta; ningún medio como internet es tan plástico y se presta a instancias de expresión colectivas. Por otra parte, cuando hablamos de internet no olvidemos que el mundo del blog ( donde la afirmación de Massei se hace acertada) es una ínfima parte de su contenido, y por enorme mayoría predominan las expresiones grupales, que incluso tienen mayor consistencia y desarrollo que las individuales, más allá de cualquier comparación de cantidades de sites.

IV
“La inclusión de La Biblia es muy discutible, aún aceptando los mismos argumentos que plantea: la Biblia no es anónima, no en su totalidad.”

Pero esto no invalida el ejemplo a los fines de ilustrar la naturaleza y el peso de la anonimia en ella. Sirve para probar que las obras prevalecieron y sobrevivieron aún sin que hayan sido atadas al nombre de un autor individual. Toda otra asociación cae bajo las prevenciones que desarrollé anteriormente.

V
“En los términos en que Bernard lo desarrolla: la literatura anónima no es más que primitivismo. Y el primitivismo tendrá el valor de lo rústico pero jamás el valor de la pureza.”

Total desacuerdo, de ningún modo el anonimato es primitivismo, salvo que se refiera sólo al tipo de anonimato que describí como el registro acumulado de actividades espontáneas.
Se me ocurre esbozar un paralelo con la arquitectura que se va a ver más claro; comparemos las catedrales góticas con los palacios renacentistas. Las catedrales eran construidas por maestros de cuyos nombres cuesta encontrar datos, apenas vagas referencias a si fueron erigidas por el maestro Esteban, José o Pirulo, es una autoría de una acérrima debilidad frente a la experimentada en el renacimiento, cuando una de las regresiones a lo grecorromano se manifiestó precisamente en un rescate del registro individual de los actos de producción intelectual: tenemos ya arquitectura de autor, con firmas pesadas, sabemos que las obras eran de un Miguel Angel, de un Palladio o de un Bernini. ¿Pero acaso las catedrales góticas eran arte primitivo comparadas a los palacios del renacimiento? No creo que nadie se anime a sostener semejante disparate. Dentro del medioevo el dominio de la ley religiosa impedía cualquier emergencia de autonomía individual del artista, pero las obras tenían un autor principal en muchos casos.

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