Advertencia:
Cuando empecé este blog me propuse excluir expresamente al fútbol como tema. Pero uno es lo que su naturaleza le dicta, como decía aquel cuento de la rana que picó igual al escorpión sin pensar que significaba su propia muerte. Y como este post se propone ser un homenaje al lugar común, recurso retórico que tiene en el fútbol precisamente uno de sus clientes más fieles e intensos, no me pienso ahorrar ninguno. Confieso que soy futbolero de alma, de corazón y hasta de intestinos. Desde los 8 años, cuando la mayoría de los colegas blogers seguro tenían madres o padres visionarios que los introducían en la magia de la literatura universal, yo leía todos los martes, religiosamente, la revista El Gráfico. Dicho esto me instituyo con cierta autoridad para opinar y expresar desde posibles interesantes reflexiones sociológicas derivadas como así también vulgares y futboleras calenturas. Estoy tentado a pedir ininputabilidad en este caso. Al menos de algo estoy seguro, y es que el fútbol logra ponerne como pocas cosas en el mundo al borde de la irracionalidad obnubilante, la exageración vindicativa, me deja la sangre a punto de hervor y me hace merodear en los jardines de la locura tan fácilmente como en los de la esclarecedroa sensatez y la justiciera racionalidad. Entre todos esos abismos y paraísos casi siempre no hay más que un gol de diferencia
A los que no entienden de fútbol -¿sería mejor que directamente que no leyeran el post?- intento al menos ponerlos en tema: la diosa fortuna quiso que se diera esta semana en el torneo Apertura 2005 de la AFA un hecho totalmente bizarro: que dos equipos desearan más perder que ganar sus partidos para no favorecer a sus archirivales en la obtención del campeonato. Y pasó lo que todos sabían que iba a pasar pero se empecinaron en negar durante la semana previa. River y Estudiantes dejaron ganar a Gimnasia y Boca respectivamente. ¿Es reprobable? No lo sé, en definitiva es una justa deportiva y en ellas valen reglas del deporte. ¿Por qué no puede ser lícito dejarse ganar? Lo que resulta enervante es la campaña del periodismo y los propios jugadores y técnicos para negar lo que es obvio, lo que sucede delante de los ojos de todos. Las vergonzantes declaraciones de Jorge Burruchaga – director técnico de Estudiantes- anoche movían a una reacción, no es posible creer que exista tanta capacidad de creer que la gente es estúpida para sostener el mismo discurso aún después de lo visto en el campo. Me irrita mucho más que Estudiantes o River se dejen hacer un gol contra Boca o Gimnasia para asegurar las desgracias de sus eternos rivales, el soportar toda la parafernalia dialéctica sobre la honestidad, las suspicacias injustas, las culpabilizaciones ajenas, etc. Pareciera que tomar a la gente por idiota es lo primero que aprende un futbolista de elite.
“El jugador de fútbol siempre quiere ganar”
“Hay que rescatar la honestidad del jugador de fútbol”
“No me importa lo que diga o presione la hinchada, yo voy a salir a ganar”
En lugar de todo esto que se oyó hasta el hartazgo en la semana previa debió leerse primero:
"Acá estamos para hacer guita grande"
Y segundo:
"Vamos a hacer lo que la hinchada nos indique, ya conocemos bien cuán persuasivos suelen ser los muchachos de la barra, como esa vez que se nos acercaron con palos, cadenas y varias 9mm para dialogar sobre la táctica futbolística, y también sabés que si ellos se nos ponen en contra no jugamos más en el club y nos perdemos una torta de guita, nos perdemos, que es lo único que importa."
Ayer, mirando después de los partidos las transmisiones de los canales deportivos argentinos, se oyeron algunas voces al menos que sintieron que debían decir algo ante lo evidente, pero no faltaron los que pretendían seguir encabalgados en las mentiras de la semana previa, como buena parte del canal oficial del fútbol y un conocido ex violador técnico que cacareaba, con su notable forma de expresión oral, una vez más el discurso de la “honestidad del jugador y del técnico”, y todo el rosario de estupideces arteras que se oyeron en la semana para engañar a la pobre gente, a los giles que se la creen toda.
“La carrera del futbolista es corta, ¿viste? Hay que apurarse a hacer diferencia.”
Varios jugadores de Banfield en su partido con el paupérrimo San Lorenzo se hacen amonestar para cumplir la suspensión la próxima fecha y no perderse el match de la última fecha contra Gimnasia porque saben que en ese partido contarán con la posibilidad de ganar los jugosos premios que Boca o Independiente (el equipo que pelee con Gimnasia) paguen como incentivo a sus “naturales” ímpetus ganadores.
“Justo te vas a perder ese partido donde va haber guita”
“Hay que irse afuera o un club grande”
Son los mismos que después en un acto mezcla de apogeo de las más pútrida demagogia y de las más obscena pusilanimidad, meten un gol a un equipo donde jugaron y no lo gritan “por respeto a la hinchada del equipo donde jugué”. Son los “códigos”. Claro, vivan los códigos, los mismos que hacen que la pierna más baja vuele a la altura de la garganta del rival, o que esa verdadera arma mortal que es la suela de un botín repleta de tapones, impacte a alta velocidad de forma perfectamente perpendicular sobre las tibias y peronés inermes del habilidoso contrario, un “compañero de trabajo”.
La tragicomedia mayor llega cuando extrapolamos estos ejemplos y podemos pensar que pueden ser indicadores de comportamientos sociales, porque nada nos niega que se actúe en la sociedad y en la política como se actúa en el fútbol. (Que descubrimiento ¡). El fútbol es un fiel tubo de ensayo de la puesta en escena de los valores. Quedó demostrado que a las hinchadas, a eso tan esquivo y estelar que llamamos la "gente" en definitiva, le importa un carajo la honestidad, lo que importa es cagar al enemigo, al rival, a la contra, “al enemigo ni justicia” ( ? ). Los valores deportivos “made in argentine“ son así, pesa más el deseo de derrota del enemigo que la propia dignidad, que la propia vocación de ganar siempre. La limpieza no es un valor siquiera tenido en cuenta. Honestidad es para “la gente” un valor ajeno, lejano, hueco, les suena a algo extraño; el único código que se entiende es que para cagar al otro todo vale y todo sirve, hasta una ficción de partido, todo se festeja como una gran viveza. ¿Invocar la honestidad propia para perderse una ocasión de humillar al rival? ¿Invocar la honestidad para de alguna forma beneficiarlo? Ni loco. Los jugadores hicieron lo que quería la hinchada, no deja de ser un baño de realismo, un acto de profundo sinceramiento y acatamiento de la voluntad popular. Ahora bien, ¿las barras representan la voluntad mayoritaria de los hinchas? Difícil decirlo, a veces se hacen encuestas y los resultados suelen ser diferentes si se toma al núcleo más fanatizado o a todo el conjunto de “simpatizantes”. Desconozco si antes de estos partidos se hicieron sondeos serios pero es muy difícil medir este tipo de opiniones ya que quién puede controlar que los entrevistados o votantes de una compulsa sean verdaderamente hinchas de un determinado cuadro y no de otros?
No estoy para análisis sociológicos, pero me salen algunos apuntes que darían para un abordaje más profundo y académico en alguna otra oportunidad. ¿Se podría definir cual es la filosofía o la ideología del fútbol? ¿Existe algo así?
Para empezar, en el mundo del fútbol campea el más cruel de los “resultadismos”, de los exitismos más desenfrenados e irracionales; el resultado es lo único que importa y motiva la idolatría extrema o el desprecio más devastador. No hay lealtades ni reconocimientos racionales o sentimentales, cuando el resultado es negativo el hasta ayer ídolo es brutalmente despreciado por su ineficiencia, despreciado humana y profesionalmente... “ incapaz, burro, no puede jugar más, se tiene que ir.... hijo de puta, ladrón, vendido...” No hay razones que puedan equilibrar los juicios, no hay justificaciones intermedias, si se gana es Gardel y si se pierde es el demonio. No hay misericordia con el que ha trabajado, con el que tiene trayectoria, si perdió es una mierda sin remedio. Por el otro lado hasta el más odiado y basureado pasa a ser ídolo si gana, el triunfo hace olvidar todo sus antecedentes de incapaz, pedante, chorro, o lo que fuera. Si gana se transforma en Gardel aunque haya vendido a su madre o se haya violado a su hijita de 5 años. Este síndrome se parece demasiado al eficientismo despiadado que el neoliberalismo impone como modo de gestión de las grandes empresas, donde la crueldad del resultado y el dictamen de los números son preservados de toda intromisión “humanitaria” que obre como atenuante ante un caso de aniquilamiento de personal por ejemplo. Es que el patrón conceptual del mundo del fútbol no parece ser otro que el autoritarismo más sádico y salvaje. Por eso los dirigentes deben tolerar y proteger a las barras bravas pues en su violencia, en su prepotencia, en su capacidad de combate, éstas expresan los símbolos populares más arraigados de pertenencia a una divisa deportiva. Toda una iconografía del poner huevos, transpirar la camiseta, dejar la vida en la cancha, se pone de manifiesto como valor supremo, pero después ante un mal o buen resultado se pisotea o idolatra a quién sea. Así las hinchadas son modelos de intolerancia, autoritarismo, resultadismo eficientista, ingratitud, insensibilidad humana e irracionalidad.
¿Por qué esta salvaje actitud de desprecio humano, porque esta inmoralidad encubierta de pasión, que consiste en denigrar a una persona porque perdió un partido sin respetar ni tener en cuenta nada de su conducta, sin experimentar el más mínimo sentimiento de comprensión racional o emocional hacia las circunstancias que lo rodearon? Arriesgo preliminarmente que puede ser tal vez una dependencia enfermiza de la identificación colectiva con el triunfo, es un tema que merece una investigación psicosocial profunda. Yo mismo me he sorprendido a veces al experimentar “levemente” esa sensación, cuando ante malos resultados y actuaciones terminé deseándoles fervientemente algún tipo de flagelación a varios jugadores y técnicos de Racing, amén de recordar con todo ahínco e ironía a sus respectivas putas madres.
5 comentarios:
Tino, sobre fútbol vamos a ver al cierre del campeonato. . .(¡vamo el rojo!)=0
PD: ¿No te coparías haciendo un post sobre Rock Sinfónico?
Saludos
Uhhhh,amargo tenías que ser !!! Me faltó poner el ejemplo de cuando ustedes fueron para atrás contra Velez en el 96 creo, ay, ay ,ay.....:-))
Rock sinfónico? Me encantaría, he escrito tanto sobre eso en otras partes!!! Recojo el guante, algo voy a preparar, es una historia muy rara la del rock sinfónico, la cenicienta de los géneros del rock, ninguneado como si fuera la peste desde todos los sectores...
abrazo
No es que algún equipo pueda ir para atrás, más bien sucede que se caen por la pendiente. El fútbol se juega siempre cuesta abajo, por eso cambian de campo en el entretiempo.
Y en cuanto al argumento de leer el gráfico o conocer los secretos de la literatura universal, bueno si fuera por mi mamá los únicos secretos que conocería serían los del tejido a crochet (y luego debería además explicárselo a ella porque jamás los entendió). No pasaba por leer o no El Gráfico, pasaba por cómo se lo leía. El Gráfico tuvo algunos escritores muy importantes laburando dentro. De hecho, creo yo, un tipo como Fontanarrosa no sería posible de no haber existido aquella literatura, casi clandestina en términos académicos.
Importa que lo que hacemos con la lectura más de que es lo que leemos, en mi caso esa revista fue una fuente de formación, me encantaban las secuencia fotográficas de las jugadas tomadas desde las tribunas, ello me inspiraba a inventarme equipos y campeonatos propios y dibujar en un cuaderno las jugadas imaginarias de partidos. Había buenos escritores y periodistas, Horacio Fontanarrosa (no se si era pariente del autor rosarino )Osvaldo Ardizzone, Jose Maria Otero, Hector Onesime, Carlos Ares
Lo peor de todo ésto es que aún conociendo todas estas barbaridades, seguimos yendo a la cancha a gritar como desaforados por 11 tipos que casi seguro no quieren a la camiseta como nosotros.
Hay un problema: después de todo, el fútbol sigue siendo hermoso. Esa pelotita que todos pateamos (o en mi caso, atajamos) nos une. Nos recuerda esa plaza, ese club, ese patio, esa calle donde le empezamos a dar. Qué mierda, me es tan difícil a veces congeniar la pasión con la razón!!
Publicar un comentario