El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

marzo 15, 2013

El Bergogliazo II

En muchas opiniones del campo progresista encuentro un razonamiento que quiero analizar: “La derecha internacional nos manda este Papa con el objeto de parar el ascenso del populismo en Latinoamérica, como eligieron a Woytila para parar el comunismo en Europa del Este" 

Primero que el mundo de 1978 tiene poco que ver con este del 2013. Aquella Iglesia gozaba todavía de cierto prestigio y su influencia era mayor que la actual en materia de comunicación de masas, ésta está muy deteriorada en ese sentido. El proceso del deterioro del régimen soviético fue mucho más complejo y vino madurando durante décadas por un cúmulo de razones ajenas a la influencia que pudo haber tenido desde 1978 la acción de Papa. Finalmente la caída de la Unión Soviética ocurrió 11 años después por la eclosión de diversas crisis del sistema que constituía un inmenso imperio territorial con diversidades religiosas y culturales ya fuera de todo control. No hay datos coherentes que indiquen la labor del Papa o aún su influencias sobre la situación polaca hayan sido determinantes en esto. En la actualidad aparece una realidad inmediata: la Iglesia no está en condiciones de andar mandando sus papas en misión ideológica sencillamente porque están más quemados que Nikki Lauda y no tendrían condiciones de liderazgo, y menos para bajar línea en asuntos ajenos a su órbita pastoral y obtener influencia relevante. Los urge la recomposición propia como primera misión. 

Lo que si va a suceder es que las derechas locales buscarán instalarlo como líder simbólico referencial, de modo unilateral, hablando en su nombre o poniéndose en el rol de naturales exégetas de su mensaje. Tratarán de leer en cada palabra del Papa un correlato de sus propias ideas críticas a los gobiernos populares, para que jueguen a su favor. Hoy en la TV era evidente como en programas de TN se resaltaba “la austeridad” de Bergoglio que acompañaba con los hechos su palabra de opción por los pobres, con miradas cómplices que delataban fina ironía contra la supuesta incoherencia de la acaudalada y suntuosa Cristina. De los líderes populares dependerá desarticular a nivel discurso estas operaciones obvias de querer cooptar el enorme caudal de credibilidad positiva que otorga el impacto de una designación de esta magnitud en una institución influyente –aunque no decisiva- en términos políticos. 

Pensar que el Papa va a venir a Caracas o a Buenos Aires a recomendarle a los fieles que acepten “un ajuste” me parece altamente improbable. Tampoco sería tolerable para su imagen ecuménica que haga en sus homilías referencias directas a cuestiones políticas puntuales de países tomando parte por algún sector. Todo indica que sus mensajes deberán mantenerse dentro de límites principistas, universales y generales que hagan una cuestión de interpretación su traslado a los asuntos de las internas locales. Pero existe un probable efecto social quizá subestimado: supongamos que efectivamente la intención fuera ponerle paños fríos a los avances de los gobiernos progresistas de Latinoamérica desde la labor papal, el hecho de hacer foco en la realidad de la región puede resultar un boomerang: toda ilusión de inclusión popular despierta primero expectativas y luego demandas, que invertirán el flujo de la bajada de línea desde el mismo pueblo hacia su pastor.

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