El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

septiembre 18, 2012

Extrañando el pago

Un gaucho viajero andaba muy lejos de su pueblo de origen, en un remoto confín rural donde lo habían llevado diversas changas y conchabos que había tomado para mitigar una pobreza que creía casi conspirativa. Una tardecita en su camino de regreso desde el puesto al caserío donde su ocasional patrón le daba alojamiento, divisó en un cruce de caminos un boliche abierto. Entró, se sentó en uno de los tres taburetes medio desvencijados que se erguían delante del mostrador y se bebió todas las ginebras y cañas que le permitieron los pocos pesos que le quedaban. Cuando ya estaba bastante curda y el alcohol ya había convertido las hondas penas en resignada reflexión, se puso a conversar con el hombre gris y regordete que atendía el boliche. De a poco le contó todas sus cuitas. Seguramente al gaucho le molía el corazón a golpes no tener el calor nocturno de su china, o privarse de la alegría que le daban sus traviesos gurises, o quizá también extrañaría las partidas interminables de truco con algunos de sus compadres en el club. En un momento, cuando ya parecía que la historia estaba contada, a modo de remate final de la charla miró al bolichero y sentenció:

 —Pero lo que más se extraña es el pago…

 —Cierto —acompañó el bolichero llenando el vaso de una caña más— a mi me ha tocado también andar por ahí muy lejos de mi pueblo, duele, se extraña, uno sueña con volver…

—Yo le digo que lo que más extraño es el pago, pero el pago de la quincena que me daba mi patroncito generoso en la época que había trabajo… 

El bolichero pasó el trapo sobre el mostrador en silencio y fuertemente, como con bronca, poniendo cara de querer clausurar todo diálogo. 

—¿Sabe una cosa? —dijo el gaucho ahora en posición de evidente retirada y cambiando abruptamente de tono—Nunca supe por qué siempre me dijeron que era un gaucho materialista… 

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