El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 05, 2012

La impunidad de la riqueza

La inminencia del triunfo de Hollande en Francia ya provoca "reacciones" en el llamado "mundo financiero". 

 “Mientras tanto, en Francia, la perspectiva de una victoria de Hollande inquieta a millonarios, a grandes empresas y a profesionales de las finanzas. Les angustia tener que pagar, dentro de poco, más impuestos. Porque Hollande fue claro en ese punto: piensa terminar con la reducción consentida al impuesto a las grandes fortunas decidida por Nicolas Sarkozy; aumentar los derechos sucesorios; mantener la punción a los altos ingresos; crear una nueva categoría de imposición de 45% para los ingresos superiores a 100.000 euros por persona, y de 75% a los que ganen más de un millón anuales. También aumentar la tasa fiscal a 35% para las grandes empresas y suprimir varios de sus beneficios sociales y fiscales” 

El neoliberalismo se basa en dos preceptos. El primero expresa que la riqueza concentrada es virtuosa socialmente; la única herramienta capaz de lograr el desarrollo de las naciones. Solo del efecto circulatorio de brutales cuantías de capital acumulado en pocas manos derivará el derrame de la virtud. El indicador de desarrollo de una sociedad no es el nivel de vida promedio de su población ni el nivel relativo de sus sectores menos afortunados, sino la cuantía de las fortunas que sus ricos acumulan, la máxima desigualdad alcanzada por la elite. 

El otro concepto, como consecuencia funcional del primero, establece que la riqueza debe ser impune, invulnerable a cualquier ataque, gozar del derecho y la posibilidad de escapar a cualquier medida restrictiva y hacer lo que se le la gana, como único modo de hacer que se materialice el primer precepto. El mundo es de los ricos y la suerte del mundo solo depende de su arbitrio. Son los amos del mundo y de acuerdo a lo que decidan se definirá lo que nos toca. Por lo tanto, a los ricos hay que confortarlos, no contradecirlos ni ponerlos de mal humor, porque de su buen humor depende la suerte de millones de seres humanos, la suerte del mundo. Y se establece que la única forma de mantenerlos alegres es propiciando condiciones para se hagan más ricos y evitando cualquier molestia aunque sea menor que implique afectar un granito de arena de la montaña de sus tesoros. 

La estrategia política central que usan es mantener a la sociedad bajo amenaza, bajo un chantaje permanente. O se aceptan incondicionalmente sus requerimientos absolutos o se guardan sus tesoros y privan al mundo de los beneficios de la actividad económica, el trabajo y el desarrollo. 

 La trampa está en que en efecto pueden hacer este planteo en tanto no necesitan invertir productivamente para mantener lo que tienen, pueden seguir siendo ricos y gozar de los mejores privilegios de la vida encerrando sus capitales en un cajón a través de la renta financiera. Entonces se supone que la única forma de hacer que beneficien a la humanidad con la inversión productiva de sus capitales es despertarles un apetito extra, ofrecerles grandes tentaciones que los exciten y sacudan su paraíso de seguridad, seducirlos con suculentos negocios, con aventuras ventajosas, pero obviamente jamás tomar medida alguna que los irrite tal como sería obligarlos a pagar un impuesto. Apenas aparece la posibilidad de un presidente un pelo más allá de la tibieza que esboza la intención de quitar un granito de arena de las montañas, las alarmas suenan, vuelven las amenazas, los chantajes. Hollande comenzará a parecerse a esos molestos líderes sudamericanos.

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