El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 16, 2012

Fuego crítico

"La colectora"
Sección dedicada a rescatar con algún que otro retoque  aquellas palabras que uno va tirando por las redes sociales y que logran resistir al cabo de unas horas cierta mirada firme, aunque siempre un poco auto-indulgente.

El disparador fue un comentario del escritor Juan Terranova:

 “La queja ante la crítica -para no decir la crítica a la crítica que implica una paradoja demasiado tenaz- redunda en una queja a la subjetividad. El criticado dice que la posición, la lectura que se le sobreimprime es demasiado subjetiva. ¿Lo que pide es más ciencia, una ciencia imposible? El artista quiere vivir su subjetividad de artista sin la mirada subjetiva del otro. Eso es muy poco generoso. Y por otra parte, todas las subjetividad se construyen parasitando a alguien más. Como fuere, el llamado al "vive y deja vivir" o mejor "crea y deja crear" del artista resulta ingenuo. Y también un poco aburrido. El goce de la crítica puede ser perverso, claro, pero eso ya es otro tema” 


-No creo que la queja a la crítica sea una queja a la subjetividad, sino que es una queja al poder de esa subjetividad de entrometerse en tu obra para modificar (para mal) su construcción de valor. La molestia es por los daños y perjuicios simbólicos derivados de una (mala) crítica. La llamada crítica elogiosa, que construye valor positivo, no merecería llamarse crítica, es apenas un sinónimo de la aprobación. Porque la crítica no puede quitarse nunca el estigma de su esencia: siempre es una calificación que necesita negativizarse para darse identidad y entidad a si misma. Si no porta una potencia reveladora que se traduce en descalificación, no existe como tal. Luego se vuelve un atributo con valor de uso hasta que se trafica influencias con ella. El reclamo de objetividad es un mecanismo de auto-defensa de los más elementales y falsos. 

-La inquietud ronda alrededor del poder desvalorizador que tiene, el peso de esa definición, casi como amenaza, es decir "crítica" primero como sinónimo de juicio negativo y luego de análisis indeterminado. Es la misma palabra crítica que me remite al poder desvalorizador de su esencia, y en eso se basa su función. Luego claro, eso se administra para arriba y para abajo, y por consecuencia se puede contribuir valorizar o desvalorizar una obra. 

 -No afirmo que la crítica no pueda implicar una instancia neutra de análisis antes de valorizar o desvalorizar, digo que el concepto goza de una prerrogativa amenazante desde su partida. La queja por la objetividad del criticado, insisto, se basa en la promesa de que esa objetividad lo va a favorecer, cuando bien podría ser todo lo contrario. Es como decir “¿qué defensa tengo contra la arbitrariedad del juicio crítico que se ampara en el derecho -y en la riqueza- de la subjetividad interventora? Nada podés decir en contra de que un aporte de otra subjetividad a un texto no sea un ejercicio enriquecedor, ni que el que lee tenga el derecho de hacerlo. Pero el que clama por “objetividad” aspira a que ella haga justicia y desenmascare una supuesta –o real según sea el caso- subjetividad mal intencionada del crítico o bien una subjetividad puramente aventurada que lo perjudica en caso que se descarte mala intención. Lo veo como un mecanismo de defensa. 

-Creo que la crítica literaria es una disciplina, en tanto puede producir nuevo conocimiento, puede emitir teorías a partir del análisis, la indagación, la puesta en crisis de las obras. Si se quedara solo en la lectura y la opinión -aún aquellas lecturas que impliquen una resignificación de las obras- sin producir nuevo saber, no debería llamarse disciplina intelectual, y si sería un oficio letrado, nada más. Es por un lado disciplina productora de conocimiento, aunque se monte como disciplina auxiliar de otra, pero lo es, como lo es toda la crítica de arte en general, pero en su esencia lleva el gen inmutable de ser referencia de valor. La crítica solo como disección aséptica, como un conocimiento agregado y derivado de la lectura de la obra que se desentienda completamente de la referencia de valor, no creo que pueda existir. Existe la crítica porque existe el arte, y detrás de toda esa aparente “neutralidad” está el interrogante por el valor, el hambre, la necesidad imperiosa de establecer los valores. 

-La pregunta es siempre la misma: que es lo bello y lo excelso, y que es lo feo y lo vulgar. Ese mandato atraviesa todas las capas de la subjetividad y da pie a mil teorías posibles: lo bello y lo bueno es lo que me conmueve, lo feo y lo malo es lo que me pasa de largo. O lo bello y lo bueno es lo que alcanza el máximo nivel de complejidad creativa, lo feo y lo malo es lo elemental, etcéteras. No existe la “crítica” en las ciencias, obviamente porque la ciencia se basta a mi misma para solucionar el problema de establecer valoraciones, es tautológicamente endogámica en eso, lo bueno es lo correcto, y lo correcto se demuestra a si mismo. Un trabajo tiene valor si demuestra ser correcto según el sistema de verdades compartido en el mundo científico, no necesita más. En el arte no existe eso. Ahora bien, esto no debe ser motivo de reducirla, condenarla a esa cruz o coartar sus posibilidades en tanto disciplina intelectualmente productiva, debiera poder convivir con ese mandato y poder producir conocimiento por fuera de él.  En tanto operador de una disciplina, el crítico no tiene la culpa que sus trabajos sean tomados como tabla de referencia de valor, digamos, porque no puede imputársele a él eso sino a los que le dan crédito a sus dictámenes, al mundo cultural que toma eso como tabla de referencia. En definitiva: ¡Larga vida a la crítica!

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