El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 15, 2011

El contenido



(Un cuentito de fin de año)


Ariel, un diseñador gráfico treintañero de figura bastante agraciada, salía con dos chicas igualmente atractivas, Alejandra y Mariela, y por ambas creía sentir un amor igual. Acosado por la necesidad de optar por una ellas para formar una pareja estable se enfrentaba al problema de una indescifrable elección en tanto no hallaba razones valederas para decidirse. Entonces fue a plantearle el problema a su psicólogo, un experimentado profesional de muy buena reputación, que entre otras particularidades acostumbraba a contestar preguntas y dar consejos taxativos, asumiendo los riesgos que ello implica.

—Las quiero a las dos, y no encuentro el modo de saber con quién quedarme, pero siento que debo optar por una, porque seguir con las dos al mismo tiempo ya me resulta insoportable, quiero disfrutar la estabilidad de una pareja única, quiero concentrarme a alguien, me desarma esta dualidad, se me hace insostenible...

El psicólogo, haciendo gala de su agudeza analítica y de su sentido de la oportunidad, entendió que ese era un momento clave en la vida de Ariel y se imponía marcar una afirmación muy fuerte, muy jugada, que solo reservaba para algunos pacientes en circunstancias muy especiales:

—Ariel, conociéndote tanto después de más de tres años que venís a terapia, conociendo tu historia con estas dos chicas de las que tanto me has hablado, estoy seguro que lo mejor para vos es que elijas a la que te contiene más, a la que es capaz de fundirse en tu personalidad pero a la vez ser un estímulo a tu expansión. Y me atrevo a afirmar que la indicada es Mariela y no Alejandra…

—Está bien, no hablemos más... Voy a tomar su consejo, me quedo con Mariela y rompo con Alejandra, y dentro de un tiempo vuelvo a contarle como me siento…

Es evidente que Ariel confiaba en su psicólogo, por lo que ni bien escucho su opinión no dudó un instante en actuar la decisión. Pasado un tiempo, regresó al consultorio.

-Doctor, aunque parezca obvio solo vengo para agradecerle. Todo me ha ido maravillosamente bien con Mariela, realmente quiero darle gracias por comprenderme y por haberme ayudado…Todo ha sido increíble, sabe que ese mismo día que estuve acá a la noche la llamé a Alejandra y corté con ella, asi de una, le dije que habíamos terminado, que no me preguntara por qué, pero que habíamos terminado…Y bueno, me dediqué solo a Mariela, y con el correr de los días me di cuenta que lo que usted decía es la pura realidad: ¡nadie me contiene como Mariela! Con ella me siento protegido, pleno, cubierto, en un estado como de contención que me hace sentir muy bien, ¡y claro que era eso lo que necesitaba!, y es justamente lo único que no sentía con Alejandra…

El psicólogo hizo gala de la modestia habitual que en estos casos suele esgrimirse, dando a entender que la idoneidad esperada de un profesional no debe agradecerse porque forma parte de lo que sencillamente corresponde. Pero finalmente, Ariel no pudo resistir su ansiedad e indagó al psicólogo con una inquietud obvia.

—Una cosa le voy a pedir, casi como un favor…Que me cuente como fue que usted descubrió que Mariela era la indicada para mi, que señales registró que yo le haya dado, que observaciones, que razonamientos lo llevaron a darse cuenta, o en que teoría se basó para aconsejarme tan bien con tanta seguridad…

—Mirá, no debería hacerlo, pero te lo voy a contar…

El psicólogo sintió que era la ocasión propicia como para actuar una especie de auto-homenaje a su propio trabajo frente a su paciente, con el latente respaldo que era capaz de ofrecerle un acierto clínico tan notable como ese, se volvía un ejercicio muy relajante dar cuenta de las propias convicciones profesionales desde un lugar de plena sabiduría.

—Todo está en las palabras Ariel, absolutamente todo. Y lo digo como la conclusión final de mi recorrido teórico, después de años de formación y experiencia, después de haber digerido a Freud, a los estructuralistas, a Lacan y a muchos más, después de tantos congresos, seminarios, de mis libros publicados…Somos nada más que un acto del lenguaje, y todo lo que nos rodea y llamamos material, la sangre que corre por nuestras venas inclusive, no es más que una de sus ficciones objetivas. Nervios, impulsos, músculos, sentimientos, son solo palabras enhebradas de un modo particular, son sentidos, significantes, significados en el tiempo y espacio. Somos meras construcciones del lenguaje, y como tales en sus leyes nos basamos para existir, para funcionar...Por eso, aunque quizá te defraude lo que te voy a revelar, fue muy fácil saber que Mariela era la que mejor te contenía…

A continuación el psicólogo sacó su lapicera, tomó un papel y escribió con letras grandes: “M-ariel-a” y se lo mostró, como dando por concluida la historia. Pero Ariel prefirió reservarse el remate:

—!Usted es un capo! ¿cómo no está en televisión?


2 comentarios:

Udi dijo...

Muy lindo el cuento, Tino, pero dígame el nombre del psicólogo ese, no sea cosa que alguna vez caiga en las garras de semejante turro, seguro que si el chabón se llamaba "Dean" la mina que mejor lo "contenía" era Alejandra, no?

Tino Hargén dijo...

se trata de ficción estimado UDI, pero no se sorprenda que seguro debe existir un psicologo asi...;-)