El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 20, 2011

Cotos de egos


Sólo hay una cosa peor que el ego inflamado de un imbécil; el ego inflamado de un imbécil que se cree exitoso.


Muchas veces sobrevolamos zonas de la red donde queda claro que parecen ser el coto del ego de alguien. Puede que exista pluralismo si por ello entendemos sólo el hecho que se vean un cierto número de opiniones, pero lo que no existe es la horizontalidad, y sin ella el pluralismo se vuelve la tertulia falsaria entre una autoridad y sus obedientes súbditos.

Urgidos por devorar prójimos para sobrevivir, vivimos en la olla hirviente de un sofisticado “orden caníbal” parafraseando el título del libro que Jacques Attali escribiera en los ochenta. Las personas y los personajes en los que las personas se convierten para actuar su rol en la guerra funcional de la realidad, se muestran hambrientos de una aprobación capaz de instituir a su apellido de una mínima retención simbólica. Para ser vagamente respetado con el gesto caritativo de una mención es imperioso contar con un buen stock de aduladores incondicionales que construyan una energía edificante alrededor del personaje. Los incondicionales deben actuar como si fueran los soldados de un ejército de sentido al servicio de su capitán para enfrentar la batalla por la supervivencia simbólica. Mientras los soldados combatan por la batalla de su líder todo bien, pero nunca deberán combatir por la suya propia ni mostrar signos de independencia. La amistad en este contexto se ha extraviado totalmente, embrutecida tras un manto de desigualdad insoportable, convertida en una relación tácita de sometimiento-sumisión que se rige por las reglas que los egos más “fuertes” han logrado imponer. Por un lado juegan este juego los hábiles sometedores que dan a entender con claridad que en tanto referentes de control solo admiten suscriptores activos a su lista de admiración, que es la superioridad de su Deseo el que rige las relaciones y no existe otro modo de vinculación posible que no sea la llana subordinación.

De la otra parte, los sometidos encuentran en jugar el rol de partenaire un escape opaco para ubicar cómodamente sus inseguridades, a las que disfrazan de admiración, reconocimiento y respeto por el “líder”. Como si la admiración y el respeto –y hasta la gratitud- solo se pudieran expresar –o demostrar- con obediencia y aprobación incondicional. Los que apoyan este soberbio egocentrismo autorizado en unos y lo condenan en los otros y en ellos mismos, me resultan repugnantes, busquen el argumento que busquen para justificarlo. Pero es necesario aclarar que jamás se trata de "liderazgos", porque no existe una reciprocidad que horizontalice las relaciones sino la más directa verticalidad. A lo sumo se llega a una relación contractual de favores recíprocos que igualmente impide cualquier construcción dialógica de pensamiento desde lugares igualitarios.

En definitva, todo conduce a la pobreza creativa como resultado de la imposibilidad del debate, en tanto con los amigos no se debate por razones de no comprometer la incondicionalidad de los apoyos y presumiendo ofensas personales, y con los enemigos por razones de obvia hostilidad.



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