"Septiembre 18...
Hay hombres que se distinguen por el ahorro de la memoria, y otros a quien hace geniales el desorden de la imaginación. Mi superioridad no tuvo otra fuente de recursos que la observación. Soy un producto de mí mismo. He visto el mundo con el prisma pobrecito de mis ojos. No usé de ojos prestados. Y así fue, que por observar, forma reflexiva de mirar, me distancié de mis amigos y he estado lejos de mis maestros. Por ejemplo, deduje, por observarlo con minuciosidad, que un niño de mi pueblo iba a ser pederasta por quererlo así la naturaleza. La naturaleza había vacilado al concebirlo. Nació a los ocho meses. Todo el mundo con sus mimos, desde el padre que lo hacía saltar sobre sus rodillas y le desplazaba la sensación masculina del placer hasta que fue a parar al fondo del rectum, contribuía silenciosamente a la desviación. Por broma yo le acariciaba la nuca, estimulando, sin quererlo, la actividad del bulbo raquídeo; las amigas lo besaban como a una mujer y su voz se conservó cristalina y sus ojos infantiles, melancólicos y (¿por qué?) amantes. El pulgar de sus manos se fue deformando como en los delincuentes que no son otra cosa que degenerados activos. Nada tan chato y defectuoso como el dedo pulgar de los sodomitas. Impresiona por lo bastardo, el resto de la mano atildada y femenina.
Los pederastas debían tener sólo cuatro dedos en cada mano."
Hay hombres que se distinguen por el ahorro de la memoria, y otros a quien hace geniales el desorden de la imaginación. Mi superioridad no tuvo otra fuente de recursos que la observación. Soy un producto de mí mismo. He visto el mundo con el prisma pobrecito de mis ojos. No usé de ojos prestados. Y así fue, que por observar, forma reflexiva de mirar, me distancié de mis amigos y he estado lejos de mis maestros. Por ejemplo, deduje, por observarlo con minuciosidad, que un niño de mi pueblo iba a ser pederasta por quererlo así la naturaleza. La naturaleza había vacilado al concebirlo. Nació a los ocho meses. Todo el mundo con sus mimos, desde el padre que lo hacía saltar sobre sus rodillas y le desplazaba la sensación masculina del placer hasta que fue a parar al fondo del rectum, contribuía silenciosamente a la desviación. Por broma yo le acariciaba la nuca, estimulando, sin quererlo, la actividad del bulbo raquídeo; las amigas lo besaban como a una mujer y su voz se conservó cristalina y sus ojos infantiles, melancólicos y (¿por qué?) amantes. El pulgar de sus manos se fue deformando como en los delincuentes que no son otra cosa que degenerados activos. Nada tan chato y defectuoso como el dedo pulgar de los sodomitas. Impresiona por lo bastardo, el resto de la mano atildada y femenina.
Los pederastas debían tener sólo cuatro dedos en cada mano."
Fragmento de "De la elegancia mientras se duerme" del Vizconde de Lascano Tegui, 1925.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario