El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 11, 2010

Extenuante continuación


Si la obediencia no te da paz, es por ser soberbio”
José Escrivá de Balaguer


La esquela la dejaron, se ve, debajo la puerta anoche. Se podía leer en papel de imprenta barato: “Encendamos la antorcha de la variación, nunca dos veces el mismo color, jamás la deshonra de una reiteración convencional”

¿Cual es el nombre de la rosa? Creo que Eco salió con eso una vez. Que bueno, decía yo, con mis veintipico de años. ¿Por qué no se le pone nombre a las flores como a los animales? “Las flores no tienen personalidad individual”. Sin embargo son bellas y queridas, sólo por su condición común, por su cualidad de especie. Impersonales y amadas. Me salía el pseudo sociólogo de adentro, el enano antropólogo, el gorila científico social, el ratón de bibliotecas en blanco y negro. Y tenía la historia. Era la de un dictador de país que se proponía promover entre los ciudadanos la renovación a perpetuidad de todos los contratos. Todo se congelaba hasta el final, el futuro quedaba atado a la proyección de ese instante. La innovación era la clausura del cambio, la novedad era volver pasado eterno ese presente.

¿Cómo escribir sobre lo que huye del sentido? El tren a boca de jarro, la planta baja, la mano que corta la sierra y no la sierra que corta la mano ¿Cómo describir lo que se inmola en pedazos antes de dejarse comprender? Me quedó siempre como consuelo el asombro por la fecundidad superficial de los líquidos, únicos privilegiados que caen y se vuelven horizontalmente calmos, forman una lenta disposición indiscreta, se muestran hijos adoptivos felices de su nuevo recipiente. Y en el suelo, al no tener límites, se achatan, se ensanchan echándose a todo lo ancho.

La paciencia es el talento distintivo de los narradores. Manejan la ansiedad de vencer el trayecto de un zarpazo, de minimizar con placer instantáneo aquello que se promete extenuante continuación. Tienen esa contracción laboral a sentir la mentira como si fuera de verdad, a confiar en la enésima rechifla de su autoexigencia, a abrazarse a los pocos relieves de la mampostería de un hecho para volverlo historia. De nada sirve haber sido alocadamente íntegro en la vida del arte si no se ha respondido a los grandes desafíos con las fugas más perversas, si no se ha sido capaz de sentir un nudo en la placenta ausente, si no se ha podido instaurar una conspiración fría de los vigilantes de tu vigilia.

Me voy a establecer al menos un pacto de convivencia alimentaria con todos los oxígenos que entran por mi boca.

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