El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 18, 2010

De premios y castigos literarios


El premio otorgado por Tusquets a una novela de Sergio Olguín despertó polémica hace un tiempo dada la vinculación contractual del escritor con la empresa premiadora. Un descargo hecho recientemente por el propio Olguín ha suscitado un interesante mini debate en El Fantasma. Reproduzco aquí el comentario que dejé en dicho blog.


De acuerdo en que hay textos premiados buenos y malos, y que el premio de una editorial o empresa con fines comerciales significa nada más que un acuerdo marketinero entre un editor y un escritor carente de la más mínima confiabilidad. Pero el problema de fondo es como se trafica el capital simbólico de los “premios” a la hora de influir en las ventas y en la construcción del prestigio curricular del escritor. Por un lado, el comprador de libros promedio, que en general nada sabe de todo esto, compra la idea de que siempre el premiado es el mejor, que fue seleccionado por tener valores artísticos superiores a los no premiados y ese pasa a ser un dato determinante en el armado de su escala de valoración artística. Así, sobre una base espuria, un escritor se arma de una reputación muy influyente en el lector. El castigo es para el escritor desnudo que no participa de este tipo de operaciones, cuyo libro espera anónimo en la batea alguien que le preste atención. Hasta aquí nada nuevo ni demasiado grave para nadie en tanto son prácticas corrientes del mundo del comercio y la publicidad.

Pero el daño más importante que producen estas operaciones de publicidad encubierta llamadas “premios” viene dado por el manejo que hacen de ellos los referentes culturales que si están informados de la verdad, que saben como viene la mano con este tipo de premios. Son estos críticos, escritores y periodistas culturales especializados los que legitiman a través de su opinión estas operaciones y construyen la reputación artística del entrevistado o reseñado en base a ellas. El premio así se incorpora al crédito artístico del escritor como si proviniera de un imparcial reconocimiento experto. Es la opinión de la crítica que se supone experta la que legitima un premio comercial o carente de fundamento artístico; como pasa en el cine también.

El caso patente –y patético- es cuando le hacen una nota en un suplemento cultural a ese escritor por única causa de haber ganado el premio, no hay peor legitimación esa. Otra es la tendencia de destacar siempre en las notas o reseñas, como dato central del currículum vitae, que “obtuvo el Premio Montoto 2009”. Si los que se supone tienen una palabra confiable basada en el conocimiento de la materia se prestan a este tráfico se castiga a aquellas obras de escritores dueños de calidad estética que se ven oscurecidos por el falso brillo, porque no solo oscurece ni acalla el encierro o el ninguneo expreso al artista valioso sino el falso resplandor de los oros que se le entregan a los que no lo merecen.


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