El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

marzo 15, 2010

La imposibilidad de seducir


“¿Por qué la socialdemocracia se muere, cuando el ultraliberalismo se halla en plena crisis? Sin duda porque, frente a tantas urgencias sociales, no ha sabido generar entusiasmo popular”

Ignacio Ramonet clava la estaca en el corazón de uno de los problemas centrales de la política europea actual. Lo que no quiere decir que tenga la misma puntería a la hora de elaborar una explicación. El entusiasmo popular pasa por otra parte. Las clase medias, muy informadas (deformadas) en lo “cultural” y precarizadas en lo social-laboral no asocian sus mejoras a resultados a efectos de medidas de tipo socialistas sino a éxitos de su labor individual. La utopía del éxito individual así como se presenta como un paraíso apetecible que la utopías distribuivas colectivas. A todo el mundo le seduce llegar a pasarla bien siendo o sintiéndose ganador de algo que pasarla bien por el sólo hecho de recibir un mismo premio colectivo. Se valora más el televisor “ganado” en el campo de la batalla competitiva que el que se pudiera recibir de un plan de distribución colectivo. El primero suena a “logro”, a victoria personal, “yo lo gané -y alguien lo perdió”,”yo logré demostrar que soy más que alguien”. El segundo suena a ser beneficiario pasivo de una gris repartija igualitaria; a contramano de todo una filosofía cultural que hace del triunfo individual una religión. Si todos reciben una TV plasma, todos la gozan, ¿donde está la gracia?¿Donde está mi identificación de ese objeto con mi triunfo, clave del goce?

Este ejemplo sencillo y extremo de distribución directa sirve para pintar de modo más comprensible la tendencia y describir el origen de la falta de apego y atractivo de las clases medias por las recetas sociales, aún cuando gozan y se benefician directamente de políticas macro, cosa que tienden a no reconocer.


“Las recientes elecciones han demostrado que la socialdemocracia europea ya no sabe dirigirse a los millones de electores víctimas de las brutalidades del mundo postindustrial engendrado por la globalización. Esas multitudes de obreros desechables, de neo-pobres de los suburbios, de mileuristas , de excluidos, de jubilados en plena edad activa, de jóvenes precarizados , de familias de clase media amenazadas por la miseria. Capas populares damnificadas por el shock neoliberal... Y para las cuales, la socialdemocracia no parece disponer de discurso ni de remedios”

No supieron convencer porque lo que prometen es menos seductor que lo que promete el liberalismo. El igualitarismo, o las correcciones distributivas son leídas como que inevitablemente caen en injusticias. Como si se corrigiera una injusticia –la del sistema que excluye, precariza y maltrata a las personas- con otra injusticia:la gente cree que el reparto beneficia tanto a los que se esfuerzan como a los que no se esfuerzan , los aprovechadores, vagos, los acomodados, violentos e indolentes. Es hora de que Ramonet haga esta lectura de una verdad de perogrullo: le triunfo del paradigma liberal. Pero acá llega el momento en el que creo de tanto sobrevolar la zona sin encontrar el rastro que lo conduzca al esclarecimiento, de pronto aterriza en la pista correcta:

“La socialdemocracia europea carece de nueva utopía social. En la mente de muchos de sus electores, hasta en los más modestos, el consumismo triunfa, así como el deseo de enriquecerse, de divertirse, de zambullirse en las abundancias, de ser feliz sin mala conciencia... Frente a ese hedonismo dominante, machacado en permanencia por la publicidad y los medios masivos de manipulación, los dirigentes socialdemócratas ya no se atreven a ir a contracorriente. Llegan incluso a convencerse de que no son los capitalistas los que se enriquecen con el esfuerzo de los proletarios, sino los pobres quienes se aprovechan de los impuestos pagados por los ricos... Piensan, como lo afirma el filósofo italiano Raffaele Simone, que "el socialismo sólo es posible cuando la desgracia sobrepasa en exceso a la dicha, cuando el sufrimiento rebasa con mucho el placer, y cuando el caos triunfa sobre las estructuras"

Por fin se cae en la cuenta de la trampa de la seducción del progresismo capitalista; hijo genético absoluto del capitalismo de consumo. Si los valores que se pregonan como progres son el descontrol, la joda y el hedonismo de consumo despojado de todo otro valor de “orden social” al cual se presenta como represivo, nada mejor que el sistema capitalista para mantenerlo. ¿Que mejor oferta que ésta puede hacer un oscuro y aburrido sistema socialista lleno de valores anticuados como el respeto al semejante o la solidaridad? Aún las sobras del capitalismo alcanzan para vivir en una impostación más o menos entretenida del paraíso. Esa miseria decorada de consumo que es la marginalidad excitada de los intersticios urbanos que a fuerza de alienación construye nichos ficcionales de libertad. Aún el más precarizado de los trabajadores, el mileurista europeo y aún una buena parte de los menos favorecidos, tiene asegurada el acceso esa especie versión basurera de la riqueza. A pesar de que no es eso por lo que todo el mundo supone que vale la pena vivir, se le parece bastante como si fuera una “versión económica” de la opulencia.


“Por eso quizá, y en contraste, está renaciendo hoy con tanta pujanza y tanta creatividad, un nuevo socialismo del siglo XXI en algunos países de América del Sur (Bolivia, Ecuador, Venezuela). Mientras en Europa, a la socialdemocracia le llega su fin de ciclo”

En América del Sur la seducción del alcance de la supervivencia mínima es brutalmente menor debido a la diferencia relativa de calidades de vida resultantes. El acceso a una protección vía los efectos de las políticas compensatorias es supervivencial; y la supervivencia en la cola del furgón del ingreso se parece a una guerra de nervios en combate. Las clases medias están muy cerca ese abismo, por lo que si se las incluyera más en los discursos, tal vez responderían al paradigma socialdemócrata con menos indiferencia.

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