El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 01, 2009

La insuficiencia de una sola identidad



El Yo. El Otro. El Varios.

En el encierro
en el ocultamiento
de un instante de soledad
el Ser encuentra
el tesoro de un disfraz
la máscara mágica
que todo lo puede
cambiándole sólo el rostro.


La historia de una identidad es la historia de una contracción. Un uso en negativo de nuestra elasticidad que nos apabulla lentamente hasta aplastarnos. Nuestra identidad única es la que contrae deudas, contrae responsabilidades, y hasta contrae enlace. Nunca deja de contraerse en pos de impedir los empujes de un crecimiento que es por naturaleza transformador y diversificante. Somos la lucha contra la escisión, un empecinado volumen de obediencia contra el recurso divisorio que paradójicamente sería el único capaz de poder multiplicarnos.

Todos nos enseñan a sostenernos en este mundo con una única identidad, pero nada nos dicen acerca de cuál es el destino que debemos darles a las restantes que conviven en nosotros como deseo sin darnos tregua. Y comprendemos con el paso del tiempo que una sola identidad es una limitación asfixiante a nuestra capacidad existencial. Una cárcel absurda de estancamiento y monomanía, solo amparada en las ficciones narcisistas del auto enamoramiento. Conservamos y atesoramos nuestras estabilidades y constancias porque nos encariñamos luego de tanta estimulada repetición. La gente que nos rodea, para colmo, suele aplaudir y premiar estas permanencias.

La ley prohíbe portar más de un identidad y reprime rudamente cualquier trasgresión. El dividido, el escindido en Varios, es visto como un sublevado del propio deber de fidelidad a si mismo, un pecador de su inalienable originalidad. La multiplicidad resulta inaceptable a los ojos del mundo; ser múltiple es ser declarado en fraude respecto de las convenciones más elementales de civilización y cordura.

Nos han obligado a aceptar que no podemos ser otros, que jamás nos quitaremos las señales que nos codifican con un solo número y concepto, que uno solo es lo que es; del derecho y el revés como decía Serrat, aunque se equivocara como la paloma. La falacia suena afinada pero es falacia al fin; una simple receta de pobre sentido práctico insostenible a la luz del más mínimo instante de humanizante lucidez.

2 comentarios:

lunanueva dijo...

Es cierto: el mandato de ser uno y sólo uno, el de coherencia, el de permanencia en la identidad siempre igual a sí misma parece un destino irrevocable.
Uno sólo es lo que es, pero también lo que no es. Lo que no somos nos hace, lo que dejamos de ser nos modela, los huecos también forman el perfil. Y el perfil puede fosilizarse o fluir.
La plasticidad es el secreto y la condición del cambio.
Saludos

Tino Hargén dijo...

Gracias lunanueva; asi es, el gran secreto de la plasticidad creativa; la coherencia no debe ser el consuelo moral de la monotonía...

!Saludos y feliz 2010!