El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

octubre 11, 2008

El emperador triste



A Juan Román Riquelme nadie lo soporta. Del Villareal en España lo echó el presidente del club y el técnico Manuel Pellegrini por creerse dueño del equipo. Aquí Pedro Pompilio, heredero afortunado de la presidencia de Macri en Boca, tomó una decisión descabellada; en premio a una buena actuación futbolística en la Copa Libertadores 2007 lo ungió emperador absoluto de todo el plantel y de todo la institución boquense. Para ello lógicamente buscó un entrenador devaluado como Ischia que tomó sin hesitar la posibilidad de calzarse el buzo de DT de Boca –algo inalcanzable para él en los papeles previos- a cambio de ponerse bajo las órdenes del triste número diez. Los resultados están a la vista. Más allá de que jamás un jugador debe ocupar el lugar del entrenador en un equipo de fútbol, un deportista como Riquelme, tan soberbio, displicente e indolente que a la menor dificultad abandona el juego, no puede ser líder positivo de ninguna conjunción colectiva. La última semana, ante la acumulación de las derrotas en el campeonato local, empezaron a mostrarse al aire las heridas. Primero el arquero Caranta amagó a decir algo pero el representante lo calló para cuidar su carrera. El paraguayito Cáceres fue el que finalmente salió al cruce casi como vocero de una gran parte del plantel que quiere hacer público su fastidio. Es entendible; juega en la selección de otro país y tiene cotización internacional, puede darse el lujo de correr el riesgo. En la selección argentina también es mayoritariamente detestado; a Messi lo frenó varias veces el padre para que no saliera a gritar públicamente su hartazgo. La corporación periodística del fútbol, desde el vengativo Fernando Niembro -cruel hasta lo indecible con quiénes no le dan notas exclusivas- hasta su iracundo devoto Horacio Pagani, lo apoya ensalzando desmedidamente sus cada vez más escasos aportes al equipo y omitiendo sus ostensibles defecciones. A muchos les conviene comercialmente que haya un líder de Boca en la selección, quizá la respuesta esté ahí.

Por suerte, creo que son los últimos días de reinado del líder negativo más caracterizado de la historia del fútbol argentino, solo equiparable al Verón del 2002.

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