El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

julio 18, 2008

Soja con champagne

La energía se disipa. Hay festejos. Ingresamos en fase de resolución. Por el agüjero peronista se pudo colar la pérdida de la mayoría oficialista. Cobos no resistió la tentación de ganar Bailando por Un Sueño. La 125 está fuera. Hoy es 10 de marzo y 35% para todos. Sigo abonando este blog con palabras alusivas acumuladas casi como un entretenimiento de conmemoración del presente:


Ingeniería perogrullezca de los conflictos

Las lógicas perversas del todo o nada se comieron este conflicto. La irreductibilidad fue aprovechada para polarizar las opciones y presentarlas falsamente como dos únicas y excluyentes. En estos casos que los actores del conflicto juegan a todo o nada provocan un arrastre conceptual sobre todos los que no participan a una opción igualmente excluyente. La lógica de la lucha se extiende a la de las adhesiones, las posiciones posibles son forzadas a dividirse polarmente.

El campo planteó una estrategia de todo o nada, monolítica y absoluta. O le daban lo que quería o se llevaba puesto al gobierno; sin espacio para opciones intermedias. Eso les dio mucha cohesión interna pero llevó el conflicto a un estado siempre extremo. El gobierno cayó preso de esa lógica, arrastrado por la inercia de su modo habitual de hacer política bajo una dinámica automatista de decidir e imponer. En diputados había una oportunidad de abrir hacia un mayor consenso pero se optó por forzar la aprobación lo más cerrada posible.

Creo que el principal error del gobierno en este tema fue anclarse en la fórmula matemática cerrada de una 125 que fue producto de una improvisación facilista, mostrando una actitud de porfiadez omnipotente que puso todo en riesgo. Quién viene de jugar a todo o nada y gana fácilmente tantas veces se termina confundiendo; una cosa es jugar a todo o nada frente a rivales débiles, y otra diferente es hacerlo cuando el adversario está fortalecido y en plena espiral de crecimiento. La primera percepción necesaria es estimar las relaciones de fuerzas, si estas se han vuelto equivalentes en los hechos la conducta no puede ser la misma. La no claudicación de principios no debe ir en contra del equilibrio del crédito político global que en definitiva es el que permite defender esos principios en la praxis. No hay política posible sin algo de cinismo práctico en la gestión de las situaciones y los conflictos.

La única forma de destrabar un conflicto de posiciones irreductibles cuando existen relaciones de fuerza equivalentes es que una de las partes tome la iniciativa y salte de la irreductibilidad con un golpe de concesión o acercamiento que no arriesgue lo esencial. Ese golpe cambia el escenario porque rompe la lógica del todo o nada, obliga al adversario a igualar la actitud de apertura so pena de dejarlo expuesto como el que no quiere negociar. En cambio cuando los bandos se mantienen en el extremo de máxima ambas irreductibilidades se justifican recíprocamente. Yo sigo duro porque el otro sigue duro y me obliga. Pero si uno abandona la dureza puede lograr quebrar la estrategia de dureza del adversario al “obligarlo” a responder del mismo modo. Entonces aquel que abandona la dureza primero, que puede aparecer como el primero que cede, es quién gana la iniciativa y logra cambiar la lógica de la discusión.

Era posible defender el fondo conceptual de la cuestión que era la movilidad de las retenciones –única característica capaz de compensar la brutal alza del precio internacional en relación al precio interno- a cambio de ofrecer una reelaboración negociada de su implementación que implicara negociación de alícuotas, curvas y efectos complementarios en una norma superadora.


Fábricas de sentido común

La construcción de sentido común por parte del movimiento campo-mediático funcionó con una eficiencia que asusta. Históricamente siempre la derecha lo hizo bien, pero este fue ejemplo cercano a la perfección: la captura del sentido común igualada a la lógica pura de sus intereses. Verdaderos maestros en el arte de vender sus razones como acto de sentido común saben que la clave está en cargar a su favor los valores positivos “neutrales” de mayor arraigo popular como son la honestidad, la justicia o la lealtad; y cargar sobre los que se les oponen los más negativos como la corrupción, la miseria, la cobardía. El ejemplo más elocuente fue el discurso sobre el comportamiento de los legisladores. Aquellos que rechazaban el proyecto oficial eran considerados hombres valientes y honestos capaces de sostener una postura independiente, en cambio los que votaban a favor de la propuesta eran sospechosos graves de ser corruptos sobornados o pusilánimes amenazados.

No hay mejor forma que experimentar los alcances de este fenómeno que el diálogo en la calle. Esta lógica del relato era digerida y reflejada por la gente común en el supermercado, en la estación de servicio, hasta por el sodero que deja los sifones en mi casa. En un caso hablando con un conocido en el club mientras terminaba un partido de paddle me tocó comprobar el monolitismo que adquieren estos esquemas: después de oír un comentario trivial que incluía la cantinela de sentido común imperante se me ocurrió preguntarle “¿Y no pensás que por ejemplo los que voten a favor del campo no pueden estar comprados también?” La reacción de mi ocasional interlocutor fue como si le hubiera disparado con un rayo láser sobre su hígado; me miró desconcertado y supongo que habrá creído que encontró en mí un funcionario K de incógnito, un montonero extraviado que fue a parar a ese lugar. Mi pregunta le resultaba intolerable en tanto quebraba esa mezcla de brasa encendida afectiva que impera en la persona que asume la aprobación multidimensional de estas “verdades”; como idea y como flujo de energía moral-afectivo que sólo cabe seguir alimentando.




2 comentarios:

Gus Nielsen dijo...

Qué k-po sos, Tino. Un gran abrazo de alguien que siente que nos quedamos solos y deprimidos frente al mismo puto monstruo de siempre.

Tino Hargén dijo...

Gracias Gustavo, che, mejor sin k, entre Kirchner, Kristina y el Kampo ya fue demasiado ;-)

!un abrazo!