El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 08, 2008

Alerta epistemológico


Paseaba sobre la mesa de saldos de mi temporal y me informé de los hechos.

Venían definidos como advertencias oficiales. Entonces me impuse Pronta Adaptación: reacción, reflejo y recomposición. Me asaltó un maremoto en la comisura de los labios menores, de planes perentorios para irme a gritar al baño privado del hotel, para votar en disidencia a mi propia liberación y permanecerme confinado a los fines precedentes. Callado y encallado en el mismo intolerable centro de una muchedumbre sudorosa, me veía en cualquier display de los basurales tecnológicos. Materia póstuma, jerga de urticante repercusión, como baldazos de agua frígida, podía condenarme a la observación de un eclipse imperecedero; o al soberano oficio de construir rejas de ventilación para la libertad.

También se pronosticaban prolegómenos infiltrados, repartidores de alimento para ratas que traficarían bajo el caudal de su seducción remanente. Presagio de desbordes, arrullos de designios ignominiosos, los quasers trípticos que desenfundarían cucharas de papel como excavadoras. Plagas de errantes minuciosidades, como circos de violencia con tigres antropófagos, y una manifestación de canoas remontando la corriente sin remos, apenas con unos bracitos estirados que eviten la rendición al agua maldita capaz de hervir las heridas incurables.

Ocuparme por mucho tiempo de los detalles voraces de la realidad me ha masacrado los refugios refrigerados que supe conseguirme; atalayas simbólicas desde donde salía a hablarme solo en plena negrura de la madrugada, a salvo de los peligrosos testigos vivos. Pero apenas descuidé la delicada cáscara de su bretel insinuante quedó abolida la ríspida truculencia de su virtud hospitalaria, su metropolitana variedad disponible para volverme infinitesimal. Levemente inclinado, pero con aterradora predisposición a la invulnerabilidad, respiré el inminente agotamiento de los derroches que me merecía; ya nada evitaría la decadente prosperidad de mis yacimientos florales, y se consumaría muy pronto mi privación ilegítima de cenar placebos todas las noches, hasta la expresa prohibición de repetir esos postres caseros hipnóticos que me hundían en el sueño como una pesada bolsa sobre la balanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siento que no he leído lo suficiente en mi vida... me siento inculta!! Creo que no entendí casi nada, y eso que te conozco desde hace mucho... ;)