El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

septiembre 07, 2005

Elogio del soliloquio

O la importancia de hablar solo como medio de producción

Voy a relacionar dos instancias de la producción del pensamiento y del lenguaje, y en este caso tomaré como referencia una experiencia personal, más precisamente la mía –no, si va a ser la de Chuck Palahniuk-. Se trata de hablar suponiendo ser escuchado, simulando la situación de que existe un oyente que nos presta atención. Nada más. No pasa por extremos esquizoide de inventar dobles o triples personalidades que dialoguen entre si, aunque si alguien quisiera aventurarse a esos territorios que lo haga corriendo sus propios riesgos. En realidad son tres operaciones las involucradas: hablar solo, rescatar las ideas de ese monólogo y escribir. Hablo solo y luego escribo. Porque hablo sólo y se me ocurren ideas. No hay que dar más vueltas pues se trata ni más ni menos que del viejo, conocido -y no se si bien ponderado- “pensar en voz alta”. Sólo que yo voy un paso más, a reivindicar la voz alta y el diálogo imaginario como valiosos métodos de producción textual.

La principal dificultad de la técnica de hablar solo es hallar un lugar donde hacerlo. Casi indefectiblemente para hablar solo hay que estar solo, para evitar el riesgo de ser tomado por loco. Claro que no siempre quién es visto y oído ejercitando este arte es tomado por loco, sabemos que existen algunas excepciones que han adquirido una unánime y difundida autorización: uno de ellos es estar estudiando -memorizar una lección, un contenido, un apunte, un conocimiento-, otro es estar ensayando o entrenando si uno se dedica al teatro, a la locución o la política. Por lo tanto la alternativa posible es que sea delante de gente que ya esté informada de que se trata, que uno utiliza esta técnica como cualquier otra a nivel de aprendizaje o práctica. Pero en definitiva, si no se milita en alguna de estas excepciones me temo que si lo observan en plena práctica de este sistema no piensen muy bien de su salud mental. Y si algún psiquiatra leyera esto y considerara la opción de actuar de oficio, le mando desde aquí un muy diplomático corte de manga.

¿Que diferencia encuentro entre pensar hablando y el pensamiento meditativo?

Se me ocurre que la mejor forma de presentar este modus operandi estrella de mi pensamiento doméstico es enumerar las ventajas que ofrece frente a otros métodos, y por supuesto que no se trata nada más que desde mi intransferible experiencia, aunque me atreva a recomendarlo con toda confianza a mis mejores amigos.

Concentración y foco
La principal ventaja que ofrece es que instala muy rápidamente la concentración. En la meditación silenciosa, para los adentros, me resulta harto dificultoso lograr una focalización mínima duradera, la retención se me hace demasiado evanescente, escurridiza, inaprensible.

Síntesis y creación
La locución de las palabras abre o instala un esquema ordenador, facilitador de operaciones de síntesis, que redunda en favorecer la emisión de ideas novedosas, del fluir de lo no pensado, de lo no dicho, del desocultamiento. Es un estado de improvisación casi musical, los sonidos llaman a las ideas, son cantos de sirena que parecen excitar a todas las musas, pero especialmente las cerebro vasculares. Así como en teatro hay técnicas que usan la convocatoria del acto corporal como ayuda para la aparición del sentimiento internalizado, aquí la convocatoria del rol de emisor público del propio discurso ayuda al encuentro de la producción de ideas y sentidos.

Posicionamiento
La voz alta implica una postura, ponerse a mirar desde arriba, subirse a la punta del cerro para observar el panorama. Será por eso que hallo más fácil la conceptualización general al desbordar el estrecho campo visual del murmurar interior. Me quito esas anteojeras que sólo me dejan mirar el pequeño árbol de lo puntual y cotidiano, para posicionarme en una perspectiva apta para visualizar y distinguir claramente los bosques y sus relaciones. Esta postura mental necesita un correlato físico, jamás puedo pensar en voz alta sentado en una silla, debo contar con la ayuda de la posición recostada, con la cabeza inclinada aunque sea un poco hacia arriba, sillón o cama mediante. Aclaro que cualquier parecido con el diván freudiano es pura coincidencia.

Chequeo
También la función de oír la textura sonora de las ideas como discurso, las somete a una especie de chequeo automático en tiempo real, el rebote de ese contenido que se hace dialógico puede ser evaluado en su entidad de modo casi instantáneo, se sopesa mucho más fácilmente su condición, su alcance, su coherencia, su inestabilidad, su sensatez o su imbecilidad. Si es algo innovador, atinado, arbitrario, alocado o ingenuo, el registro es bastante inmediato, no necesita ver la luz de la pantalla o el papel.

Retención
Ayuda a retener la idea en la memoria para ser transcripta. No es necesario tomar la servilleta o el papel higiénico y anotar desesperamente eso que se puede perder. Ponerlo en diálogo flotante hace que se fije y sea recordado más fácilmente, nos da tiempo a llegar a la hoja o pantalla de PC más cercana para descargarla como es debido. Ahora, si viajás en un micro o un tren ni se te ocurre practicar esta técnica por obvias razones de seguridad.


Es importante aclarar que la eficacia de hablar solo no se cumple cuando se trata de imaginar, o establecer un proceso creativo a partir de la evocación de imágenes, para ello es evidente la superioridad del silencio, la abstracción y alguna música que nos ayude a flotar un poco. Se trata del acto de articular ideas, bocetos de razonamientos, proyectos de juicios y proposiciones, conclusiones analíticas, sean del tema que fueren. Tampoco se necesita ser un gran orador, alcanza con no ser demasiado torpe ya que la chance de equivocarse, repetir, cortar y volver a intentar nos está permitida si es que somos un poco autoindulgentes.

Ah, libreta de apuntes y grabador no están nunca de más.

2 comentarios:

xenia dijo...

Los psiquiatras no actúan de oficio.
Por suerte.

Tino Hargén dijo...

Che Xeniita, decime, habrá sido muy fuerte mi confesión ????