El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

julio 25, 2005

El otoño de los intermediarios textuales?

Los sistemas que mediatizaban obligatoriamente la relación entre el autor y el lector, y por lo tanto la controlaban casi totalmente, pueden llegar a quedar malheridos, o al menos privados de su omnipotencia. Muchas y muy profundas son las consecuencias esperables de la proyección en el tiempo de está auténtica emancipación del acto textual respecto del complejo industrial-institucional que lo dominaba. Como en cualquier otro orden la vida, la virtual liquidación de intermediarios y la propagación de la costumbre del trato directo entre ambas partes de una relación, abre posibilidades muy dinámicas y creativas. Tanto que no es descabellado pensar en un cercano paso a la obsolescencia de toda una forma dominante de construir y administrar cultura. Si bien se dirá que para posibilitar esa relación en la web es imprescindible un mínimo soporte material que implica una mediatización al fin –una computadora y el acceso a Internet que no es poco-, resultan abismalmente más accesibles a la mayoría de los actores culturales que el resto de los medios conocidos. Su poder limitador es casi insignificante frente al de aquellos citados que constituyen la institución de lo establecido. Ahora bien, está liberación de intermediación que permite el entorno web en el caso cultural no implica una independencia de estos tráficos respecto del sistema de poder establecido. Es sólo un aprovechamiento posible de la naturaleza de un negocio diferente. El poder económico no ha de abandonar ningún campo en su intento de facturar algún dividendo por cada instante de la vida de la personas, sólo que de tanto en tanto los intereses de algún negocio más poderoso suelen sepultar a otros caídos en desgracia. En este caso las grandes empresas que manejan las redes de comunicación electrónica y el software, por cuestión del peso propio de su crecimiento, es probable que le estén ganando la pulseada a algunos viejos dinosaurios de la industria cultural.

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