El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

octubre 27, 2014

!A los mercados del mundo, salud!

Hoy por la mañana la web de La Nación vocifera: “Tras la victoria de Dilma Rousseff, cae el Bovespa, se devalúa el real y se hunden las acciones de Petrobras más de 10%” A continuación la explicación obvia: es que perdió el candidato favorito de “Los mercados”. Que lo parió. Se vino el mundo abajo porque no ganó el preferido de los mercados. Los muchachos no es que vayan a perder, solo se deprimen un poco porque suponen les pondrán un límite a su glotonería amasadora de fortunas. No temen perder ganancias, lamentan haber perdido una oportunidad de acceder a una fiesta orgiástica de beneficios.

Los mercados. El poder económico ha tomado ese nombre, ha sido civilmente registrado y religiosamente bautizado con una fórmula plural: “Los mercados” Son una banda, un grupo, una cofradía, un conjunto, una organización, son la riqueza organizada. Los candidatos de los mercados piensan en exacerbar a toda costa las ganancias de las corporaciones, porque esperan que así embriagadas por tanta jauja tal vez se olviden alguna noche del ajuste eterno y se les ocurra derramar las sobras de sus festines sobre los pueblos para que de ello sobrevenga el progreso social. Los candidatos de los mercados no son corruptos, son honestos muchachos. Los únicos dirigentes corruptos son los candidatos que no le gustan a los mercados.

El pueblo le da la espalda a los mercados porque sabe que los mercados le han dado la espalda al pueblo.

Palabras encadenadas

Escribir es encadenar palabras. Es privarlas de su libertad, como meterlas presas. Pero las palabras encadenadas liberan un sentido que rompe sus propias cadenas. Las palabras se encadenan para dar libertad al sentido colectivo que generan, las palabras se sacrifican en su individualidad.