El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 24, 2013

¿La enésima reinvención de Cristina?

Pasados unos días del recargado regreso noto en el kumpaje más ruidoso un manto de reflexivo silencio. Todavía les hace cierto ruido la salida de Moreno. No es una coyuntura fácil cuando todavía está muy fresca la frustración conceptual y númerica del “experimento Insaurralde”, una apuesta fallida de la Presidenta en términos de comprender que todavía se podía pelear el triunfo solo con apelaciones a los temas de clase media como la inseguridad y los impuestos, apelando a un figuretti de alto perfil mediático e irremediable vocación farandulera, para seguir desconfiando todavía que el drenaje de votos 2011-2013 se debe en su núcleo más significativo a los vaivenes de la gran caprichosa Diosa de la economía profunda, esa que requiere meterse de una buena vez en los temas duros. 


Las tecnologías del apriete 

De la mano de haber sido escogido como la mayor víctima personalizada de la demonización mediática, el funcionario se había convertido en una especie de estandarte histórico imprescindible de la gestión kirchnerista toda. Esto le ofrecía al funcionario cierto blindaje que no era necesariamente beneficioso para el gobierno en términos de gestión si es que la realidad imponía un cambio que implicara su salida. Y muchos hasta se terminaron enamorando del personaje, mitad real y mitad recreado por las constantes lapidaciones de Clarín, aquel apretador duro que retaba y ponía en caja a los avarientos empresarios. Pero olvidaron que la evolución del rol de Moreno y los eventos que estaban bajo su área de influencia requerían resultados positivos que lamentablemente escaseaban. El tótem viviente de la vieja mística monto, el combatiente peronista insobornable contra el poder concentrado, el militante inquebrantable capaz de romper todos los prejuicios y erguirse ante las corpos desde cualquier supuesta flaqueza, enamoraba como símbolo de una lucha. Y vaya si hay que reconocerle los méritos a un tipo que supo dar las batallas precisas en los más aciagos momentos, se plantó como es debido ante los gurúes más rancios del neoliberalismo privatista y cuidó los bolsillos indefensos de todos. Pero Cristina resolvió el dilema con mucha determinación y optó por liberarle la zona a Kicillof para permitirle actuar en plenitud. Estuve tentado de decir “bien echado”, pero hubiera sonado injusto y distorsivo, máxime con una oposición babeante por ver rodar su cabeza. Moreno ha salido por una cuestión táctica, porque su perfil no era útil ya en una hora del proyecto donde se necesita otra cosa, pero de ningún modo podrá interpretarse que fue entregado a las fauces de la opo.

El manejo del tipo de cambio, el delicadísimo equilibrio de las importaciones y exportaciones, son resortes ultra delicados y ultra sensibles de cualquier modelo. En materia de comercio, los cielos de cabotaje son muy diferentes a los cielos internacionales. Las tecnologías del apriete vernáculo que tan bien manejaba Moreno se ajustaban a una experiencia realística de haber mamado la idiosincrasia del mundo productivo argentino, de conocerle a los dueños de los bienes todas sus mañas, miserias, costumbres, trucos y puntos débiles. Un mercado dominado por estructuras oligopólicas, manejadas por unos pocos pulpos y capitanes, hace que sea hasta suficiente muchas veces solo discutir por teléfono con una sola persona para “negociar” grandes situaciones. La anécdota que circula sobre una supuesta charla suya con Mastellone –dueño de la Serenísima- en la que intercambian aumentos en los productos más caros y exclusivos por una estabilidad en el precio de la leche básica que impacta sobre los sectores de menores ingresos, pinta la situación. Pero esa mística no puede ser trasladada al mundo del comercio exterior, donde las empresas privadas y los gobiernos de los países se funden para conformar una compleja trama de intereses, que no se arregla con pegarle cuatro gritos al conocido capanga de una empresa. Las quejas de Dilma Rousseff sobre las acciones de Moreno son un ejemplo claro. 


La hora del empoderamiento

La Cristina todopoderosa que atendía todos los detalles y ocupada todos los espacios entusiasmaba a muchos amantes de las jefaturas extremas y verticales, donde los colaboradores parecen tibios operadores que se cuidan con su discreción de no opacar a su mandante, parece ahora abrirle el paso una política de empoderamiento de funcionarios de alto perfil de gestión. La era de los funcionarios anónimos, opacos y temerosos hasta de su propia palabra como Lorenzino, parece haber quedado atrás. Es el momento de potenciar gente con perfil propio y alto en la gestión que aporte ideas y resuelva cuestiones difíciles, cuidándole las espaldas a una figura presidencial que necesariamente debe preservarse del voraz desgaste. El “empowerment” de Capitanich y Kiciloff que ha decidido Cristina va en esa senda, y me resulta más preciso entenderlo en este modo instrumental para la supervivencia y no jugar al análisis de las purezas y los orígenes ideológicos de los designados que nos indiquen supuestas alianzas u orientaciones. Partiendo de la clara idea de que la alternativa Scioli no forma parte de las ideas preferidas de la conducción presidencial, era evidente que una de las opciones más fuertes pasaba por el potenciamiento de los gobernadores K que se han mantenido fieles y exitosos; Capitanich y Uribarri eran nombres puestos. 

Solo queda esperar que resulta de todo esto, entre urgencias y proyecciones, a ver si en definitiva es una forma más de reivención.