El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 31, 2012

La conjura de los transcriptores

En los últimos -y no tan últimos- tiempos, he encontrado en la mayoría de los artículos que pueblan las secciones o suplementos culturales de diarios, revistas y hasta blogs de corte periodístico-ensayístico, una tendencia a superpoblar las notas de citas, referencias de trabajos, datos, fechas y muchas menciones de nombres propios, sobre todo eso, nombres, a veces hasta tres, cuatro o cinco cada diez líneas. ¿Se supone que esto garantiza el rating lector? ¿Existirá la creencia que no se puede retener a un lector si no se hace referencia a un nombre propio cada tres líneas? Es evidente que es toda una escuela de formación -o deformación- periodística que no concibe otra forma de escritura que el suministro de datos, una obsesión para que el texto informe de cosas, puesto que el periodismo en esencia ha quedado reducido a eso -si es que alguna vez fue otra cosa-: pura crónica y chimento, transcripción de hechos, transcripción de frases, transcripción de experiencias. El periodista cultural parece obsesionado por demostrar que tiene información, anécdotas, datos, si son exclusivos, mejor. El aporte de ideas propias del autor es mínimo, como si para que tuviera “interés periodístico” debiera tener la nota la menor cantidad posible de ideas propias del autor; en realidad debiera no llamarse otra cosa que notero o compilador. Acometen el ensayo periodístico con la obsesión de dar información profundamente erudita y novedosa, desconocida, que se vea fresca y a la vez excepcional, recién revelada pero guardada entre llaves, casi al filo constante de la primicia. Antes que el pensamiento se impone la noticia, el dato, la referencia. El autor se vuelve transcriptor más que escritor. Alguien me podrá decir ¿Pero como se puede escribir en una nota de cultura si no se la llena de nombres y datos? Preferiría que se pudiera hacer de otra forma.

mayo 29, 2012

De quién es la crisis


"No hay que equivocarse, ésta es la crisis de un modelo económico basado en la especulación y la explotación, no la crisis del estado de bienestar. La lucidez de los pueblos acabará con la superchería neoliberal. La moneda única debe tener otro fundamento y, en todo caso, no se va a salvar con el dogma de la austeridad neoliberal y la destrucción del estado de bienestar en Europa. En América y en Europa, una nueva economía debe construirse sobre las ruinas del proyecto neoliberal"  

Alejandro Nadal esclarece el meollo de la cuestión de la crisis económica europea. Es necesario luchar para demostrar que se trata de la crisis de un sistema victimario, no la de sus víctimas. 


mayo 26, 2012

S.O.B

!Save Ours Banks!

Estado. Enemigo jurado de la ortodoxia liberal. Nefasto monstruo intervencionista; el "ogro filantrópico" como lo llamaba con poético cariño Octavio Paz. 

Banco. Nacerás al influjo de la más prístina expresión de la libertad del capital, pero en tus momentos de infelicidad serás salvado por el Estado. Como rendición inmunda, en tu hora de pena deberás acudir a la más indigna salida, vendiendo tu orgullosa alma al Diablo, único capaz de suturar tus heridas de muerte. 

Siempre me pregunté por qué los bancos no se avergüenzan de pedirle al estado. Y tampoco me explico por qué en vez de un tono de súplica usan uno que pareciera de exigencia.

mayo 25, 2012

El regreso de lo incorregible

"La estrategia neoliberal, su enorme capacidad para impregnar con su visión del mundo al sentido común dominante, logra apropiarse, cuando lo necesita, de memorias y gramáticas pertenecientes a sus antiguos adversarios pero lo hace vaciándolos de contenidos y reduciéndolos a espectáculos especialmente armados para conciencias sensibles. También lo hace reescribiendo la turbulenta historia de la modernidad destinando sus críticas más ácidas y destructivas a la transformación de la genealogía de la revolución popular en materia prima de la barbarie homicida de los totalitarismos. La astucia de la deconstrucción de las sagas populares revolucionarias (que empieza, como es obvio, por la etapa jacobina de la Revolución Francesa y atraviesa desde la Revolución Rusa, pasando por la China y Cubana hasta alcanzar a todos los movimientos de liberación nacional y las diversas formas del populismo a lo largo y ancho del siglo veinte) se hace en nombre de una democracia “esencial”, normativa, capaz de ofrecerse como el paradigma virtuoso de la República siempre soñada y hasta añorada por nuestros progresistas que, ¡al fin!, creen que a la historia moderna le sobró Rousseau y le faltó Locke o, de una manera más aggiornada, abundaron Marx y Keynes y escasearon Von Hayek y Friedman. Nuestros progresistas, todos provenientes de la mitología de la revolución, antiguos cultores de los diversos marxismos y populismos transgresores, han mutado en defensores a ultranza de una alquimia de liberal capitalismo, multiculturalismo importado de los departamentos de estudios culturales anglosajones, institucionalismo dogmático y rechazo visceral a cualquier recuperación de la política como conflicto. Su panacea es la famosa “sociedad abierta” de Karl Popper pero bajo la multiplicación infinita del espíritu libertario de la mercancía. Lo demás es, claro, barbarie bajo la forma de una genealogía del horror revolucionario que, ahora y entre nosotros, ha cambiado nuevamente de forma y se ha vestido con las ropas plebeyas del neopopulismo" 

Es realmente una muy buena pintura estructural la que hace en este artículo Ricardo Forster de la siempre conflictiva relación entre los populismos latinoamericanos, el peronismo y las fuentes argumentales que dominan el pensamiento de derecha en la Argentina. Más allá de guardarme algunos desacuerdos principalmente ante cierto sesgo idealizador de su mirada hacia el interior de los movimientos populistas, donde nunca han faltado grandes presencias de oportunismo corrupto basado en la pura ambición de poder, conviviendo con otras genuinas convicciones militantes. 

Esa reacción que explica Forster se observa por ejemplo en ese estado de “ataque de nervios” que demuestran los intelectuales y “filósofos” al servicio del orden económico como Tomás Abraham. El kircherismo la logrado ponerles los nervios de punta como pocas expresiones políticas lo han logrado en la historia. Los 90 fueron para ellos la consumación de un éxtasis que creían iba a ser eterno e inmutable. El neoliberalismo se había impuesto en el mundo como el pensamiento único, y las ideas peligrosas –socialistoides, populistas, progresistas- aparecían como definitivamente enterradas. A nivel local la yapa: ¡milagrosamente habían podido domesticar al peronismo! Desmintiendo totalmente aquel mito de Borges de que era incorregible, el peronismo de la mano de Menem se volvía un bendito placer y dejaba de ser la gran maldición de la tranquilidad burguesa. Ya ni siquiera habría que lidiar con los descarriados muchachos, porque milagrosamente mutaba a una versión complaciente y fanática de las ideas dominantes. El kirchnerismo destruyó esa ilusión de a poco, gradualmente, pero en definitiva con suma desfachatez y para colmo a plena luz del día. 

mayo 16, 2012

Fuego crítico

"La colectora"
Sección dedicada a rescatar con algún que otro retoque  aquellas palabras que uno va tirando por las redes sociales y que logran resistir al cabo de unas horas cierta mirada firme, aunque siempre un poco auto-indulgente.

El disparador fue un comentario del escritor Juan Terranova:

 “La queja ante la crítica -para no decir la crítica a la crítica que implica una paradoja demasiado tenaz- redunda en una queja a la subjetividad. El criticado dice que la posición, la lectura que se le sobreimprime es demasiado subjetiva. ¿Lo que pide es más ciencia, una ciencia imposible? El artista quiere vivir su subjetividad de artista sin la mirada subjetiva del otro. Eso es muy poco generoso. Y por otra parte, todas las subjetividad se construyen parasitando a alguien más. Como fuere, el llamado al "vive y deja vivir" o mejor "crea y deja crear" del artista resulta ingenuo. Y también un poco aburrido. El goce de la crítica puede ser perverso, claro, pero eso ya es otro tema” 


-No creo que la queja a la crítica sea una queja a la subjetividad, sino que es una queja al poder de esa subjetividad de entrometerse en tu obra para modificar (para mal) su construcción de valor. La molestia es por los daños y perjuicios simbólicos derivados de una (mala) crítica. La llamada crítica elogiosa, que construye valor positivo, no merecería llamarse crítica, es apenas un sinónimo de la aprobación. Porque la crítica no puede quitarse nunca el estigma de su esencia: siempre es una calificación que necesita negativizarse para darse identidad y entidad a si misma. Si no porta una potencia reveladora que se traduce en descalificación, no existe como tal. Luego se vuelve un atributo con valor de uso hasta que se trafica influencias con ella. El reclamo de objetividad es un mecanismo de auto-defensa de los más elementales y falsos. 

-La inquietud ronda alrededor del poder desvalorizador que tiene, el peso de esa definición, casi como amenaza, es decir "crítica" primero como sinónimo de juicio negativo y luego de análisis indeterminado. Es la misma palabra crítica que me remite al poder desvalorizador de su esencia, y en eso se basa su función. Luego claro, eso se administra para arriba y para abajo, y por consecuencia se puede contribuir valorizar o desvalorizar una obra. 

 -No afirmo que la crítica no pueda implicar una instancia neutra de análisis antes de valorizar o desvalorizar, digo que el concepto goza de una prerrogativa amenazante desde su partida. La queja por la objetividad del criticado, insisto, se basa en la promesa de que esa objetividad lo va a favorecer, cuando bien podría ser todo lo contrario. Es como decir “¿qué defensa tengo contra la arbitrariedad del juicio crítico que se ampara en el derecho -y en la riqueza- de la subjetividad interventora? Nada podés decir en contra de que un aporte de otra subjetividad a un texto no sea un ejercicio enriquecedor, ni que el que lee tenga el derecho de hacerlo. Pero el que clama por “objetividad” aspira a que ella haga justicia y desenmascare una supuesta –o real según sea el caso- subjetividad mal intencionada del crítico o bien una subjetividad puramente aventurada que lo perjudica en caso que se descarte mala intención. Lo veo como un mecanismo de defensa. 

-Creo que la crítica literaria es una disciplina, en tanto puede producir nuevo conocimiento, puede emitir teorías a partir del análisis, la indagación, la puesta en crisis de las obras. Si se quedara solo en la lectura y la opinión -aún aquellas lecturas que impliquen una resignificación de las obras- sin producir nuevo saber, no debería llamarse disciplina intelectual, y si sería un oficio letrado, nada más. Es por un lado disciplina productora de conocimiento, aunque se monte como disciplina auxiliar de otra, pero lo es, como lo es toda la crítica de arte en general, pero en su esencia lleva el gen inmutable de ser referencia de valor. La crítica solo como disección aséptica, como un conocimiento agregado y derivado de la lectura de la obra que se desentienda completamente de la referencia de valor, no creo que pueda existir. Existe la crítica porque existe el arte, y detrás de toda esa aparente “neutralidad” está el interrogante por el valor, el hambre, la necesidad imperiosa de establecer los valores. 

-La pregunta es siempre la misma: que es lo bello y lo excelso, y que es lo feo y lo vulgar. Ese mandato atraviesa todas las capas de la subjetividad y da pie a mil teorías posibles: lo bello y lo bueno es lo que me conmueve, lo feo y lo malo es lo que me pasa de largo. O lo bello y lo bueno es lo que alcanza el máximo nivel de complejidad creativa, lo feo y lo malo es lo elemental, etcéteras. No existe la “crítica” en las ciencias, obviamente porque la ciencia se basta a mi misma para solucionar el problema de establecer valoraciones, es tautológicamente endogámica en eso, lo bueno es lo correcto, y lo correcto se demuestra a si mismo. Un trabajo tiene valor si demuestra ser correcto según el sistema de verdades compartido en el mundo científico, no necesita más. En el arte no existe eso. Ahora bien, esto no debe ser motivo de reducirla, condenarla a esa cruz o coartar sus posibilidades en tanto disciplina intelectualmente productiva, debiera poder convivir con ese mandato y poder producir conocimiento por fuera de él.  En tanto operador de una disciplina, el crítico no tiene la culpa que sus trabajos sean tomados como tabla de referencia de valor, digamos, porque no puede imputársele a él eso sino a los que le dan crédito a sus dictámenes, al mundo cultural que toma eso como tabla de referencia. En definitiva: ¡Larga vida a la crítica!

Premiado

El amarte siempre me dio escalofríos, y la sensación de haber sido premiado...

mayo 11, 2012

El reino de los hielos

Serás la carne eterna en el reino de los hielos o el alma eterna en el reino de los cielos...

mayo 05, 2012

La impunidad de la riqueza

La inminencia del triunfo de Hollande en Francia ya provoca "reacciones" en el llamado "mundo financiero". 

 “Mientras tanto, en Francia, la perspectiva de una victoria de Hollande inquieta a millonarios, a grandes empresas y a profesionales de las finanzas. Les angustia tener que pagar, dentro de poco, más impuestos. Porque Hollande fue claro en ese punto: piensa terminar con la reducción consentida al impuesto a las grandes fortunas decidida por Nicolas Sarkozy; aumentar los derechos sucesorios; mantener la punción a los altos ingresos; crear una nueva categoría de imposición de 45% para los ingresos superiores a 100.000 euros por persona, y de 75% a los que ganen más de un millón anuales. También aumentar la tasa fiscal a 35% para las grandes empresas y suprimir varios de sus beneficios sociales y fiscales” 

El neoliberalismo se basa en dos preceptos. El primero expresa que la riqueza concentrada es virtuosa socialmente; la única herramienta capaz de lograr el desarrollo de las naciones. Solo del efecto circulatorio de brutales cuantías de capital acumulado en pocas manos derivará el derrame de la virtud. El indicador de desarrollo de una sociedad no es el nivel de vida promedio de su población ni el nivel relativo de sus sectores menos afortunados, sino la cuantía de las fortunas que sus ricos acumulan, la máxima desigualdad alcanzada por la elite. 

El otro concepto, como consecuencia funcional del primero, establece que la riqueza debe ser impune, invulnerable a cualquier ataque, gozar del derecho y la posibilidad de escapar a cualquier medida restrictiva y hacer lo que se le la gana, como único modo de hacer que se materialice el primer precepto. El mundo es de los ricos y la suerte del mundo solo depende de su arbitrio. Son los amos del mundo y de acuerdo a lo que decidan se definirá lo que nos toca. Por lo tanto, a los ricos hay que confortarlos, no contradecirlos ni ponerlos de mal humor, porque de su buen humor depende la suerte de millones de seres humanos, la suerte del mundo. Y se establece que la única forma de mantenerlos alegres es propiciando condiciones para se hagan más ricos y evitando cualquier molestia aunque sea menor que implique afectar un granito de arena de la montaña de sus tesoros. 

La estrategia política central que usan es mantener a la sociedad bajo amenaza, bajo un chantaje permanente. O se aceptan incondicionalmente sus requerimientos absolutos o se guardan sus tesoros y privan al mundo de los beneficios de la actividad económica, el trabajo y el desarrollo. 

 La trampa está en que en efecto pueden hacer este planteo en tanto no necesitan invertir productivamente para mantener lo que tienen, pueden seguir siendo ricos y gozar de los mejores privilegios de la vida encerrando sus capitales en un cajón a través de la renta financiera. Entonces se supone que la única forma de hacer que beneficien a la humanidad con la inversión productiva de sus capitales es despertarles un apetito extra, ofrecerles grandes tentaciones que los exciten y sacudan su paraíso de seguridad, seducirlos con suculentos negocios, con aventuras ventajosas, pero obviamente jamás tomar medida alguna que los irrite tal como sería obligarlos a pagar un impuesto. Apenas aparece la posibilidad de un presidente un pelo más allá de la tibieza que esboza la intención de quitar un granito de arena de las montañas, las alarmas suenan, vuelven las amenazas, los chantajes. Hollande comenzará a parecerse a esos molestos líderes sudamericanos.

Closterkeller